(En la imagen, una representación gráfica de “El miedo a los espejos”).

 

El hombre del espejo

 

Reflexión sobre el título del artículo:

“Los espejos nos acompañan desde el comienzo de la civilización. Incluso desde antes de que inventáramos el primer espejo propiamente dicho, ya podíamos ver reflejos en el agua. No importa el momento, los espejos reflejan a cualquier persona y a cualquier cosa. Incluso son capaces de reflejar aquellos rostros que pertenecen a los locos, asesinos y ladrones. Los espejos nunca mienten”. (Autor desconocido).

 

Temas: Sociedad. Moral. Reflexión personal. Formas de gobierno. Estado de partidos. Partidos estatales. Constitución. Democracia formal. Separación de poderes y Representación política. Estado y nación. Ejecutivo y Legislativo. Independencia de la facultad Judicial del Estado. Indignación social. Problema político.

 

La reflexión requiere una cantidad enorme de energía y tiempo, es una actividad exigente que demanda práctica y constancia. No es de extrañar, pues, que la comodidad intelectual de admitir tópicos y conceptos ya elaborados tenga una aceptación tan rápida y extendida. Cualquier explicación rápida y sencilla nos libera del trabajo de reflexionar, y si a esta explicación le añadimos un componente pasional, pocos son los que pueden escapar a los encantos de lo fácil o meramente parcial. Sin embargo, lo fácil, no tiene que ser necesariamente lo que nos conviene. De ahí la importancia de la reflexión, ese ejercicio que nos ha de conducir, si se ejecuta con objetividad y honestidad intelectual, a una claridad que nos permita hacer un juicio imparcial y tomar una decisión propia.

Si hay una parcela de nuestras vidas donde nuestros intereses están realmente en juego, esa es la de lo político (lo que a todos afecta). Es aquí donde la reflexión debería estar presente en todo momento, y, sin embargo, la demagogia o el populismo nos llevará, de la mano de las pasiones o ideologías, a los caminos que nos alejan de la razón si no se toman las precauciones pertinentes. Lo fácil es culpar a la clase política de los problemas, elegir un bando (color, simbolismos, logotipos o ideologías) y culpar, al contrario, o simplemente, dejarse hacer, porque buscar una solución requiere esfuerzo. Lo necesario para nuestros intereses es, por el contrario, reflexionar sobre lo que existe. Es buscar las causas de las consecuencias que vemos y padecemos, remedio infalible contra la indignación social, propia y proveniente únicamente de la ignorancia de tales causas.

Preguntarse “por qué en España existen leyes que no responden a los intereses de los españoles”, sería un buen comienzo. Enseguida veríamos que las leyes no las hacen los españoles (Legislativo, facultad de la nación), sino los partidos estatales (el Estado). Preguntarse “quién es mi diputado”, nos demostraría que no existen representantes de la sociedad gobernada, sino, empleados de los partidos, elegidos por el jefe o el aparato de partido, es decir, funcionarios del Estado, entonces no puede haber representación política; de hecho, en España está prohibida y, tanto la forma de gobierno como el sistema electoral (proporcional de listas), que nace como contraposición al sistema representativo tradicional, la impiden. Preguntarse “por qué son los partidos estatales los que eligen a los jueces”, nos demostraría que no hay Independencia judicial, solo el mero hecho de que exista un Ministerio de justicia ya es suficiente para aclarar el estado de la judicatura; aquí aludo a la famosa y reconocida frase, tan sorprendente por su veracidad como esclarecedora de lo que existe en España en el campo del Derecho y la Justicia, en la que, el actual presidente Pedro Sánchez, declaró durante la realización de una entrevista en los medios convencionales: _” ¿de quién depende la fiscalía…, de quien depende…?” _; sentencia que explica en una frase que no existe la Justicia como tal, lo cual, el Derecho es algo que apenas se aplica ya si no es mediante paquetes administrativos desde el Ejecutivo en el Estado. Preguntarse “por qué todos los presidentes del gobierno anuncian las leyes que harán”, cuando al poder Ejecutivo no le es propia la facultad de crear las leyes, sino la de ejecutarlas, revelaría la falta de separación de poderes, es decir, de constitución. Todas estas cuestiones, básicas, son una manera, a la vez que fácil, esclarecedora de revelar la única conclusión posible, y ésta es, que lo que existe en España no se corresponde con la definición de una democracia como forma de gobierno.

Si no es democracia, tal como los hechos demuestran, tendrá que ser otra cosa lo que hay en España como forma política. Con un poco de interés, pronto se puede averiguar que lo que existe hoy se llama Estado de Partidos y, tanto sus características como sus resultados, responden a lo que vemos, no a la democracia como instiga la mentira de la propaganda y los enemigos de la democracia. Lo que tenemos no es fruto de la democracia, es resultado único del Estado de partidos o partidocracia, que no es una degeneración de la democracia, sino una forma de gobierno totalmente distinta, con otras estructuras y fundamentos políticos diferentes en absoluto. Es decir, ausencia de representación política de los gobernados, partidos estatales y un sistema electoral proporcional de listas que impide dicha representación política del elector, por supuesto nada de separación de poderes. Con este tipo desapasionado y crítico de reflexión, atendiendo únicamente a lo que existe, aprenderemos que, con esta forma de gobierno, los votantes se convierten en legitimadores de lo que existe, al igual exactamente que en una dictadura, y responsables directos de las acciones del Estado y sus organismos de acción política legal, que son los partidos, por muy indigno o escandaloso que esta reflexión nos parezca. Llegaremos, evidentemente, a la claridad de ver que el culpable de las consecuencias que padecemos es el mismo que sostiene las causas que las provocan, es decir, el hombre del espejo.

 

 

No son los gobiernos, no son los presidentes o las personas, no es el partido de turno, tampoco las leyes ni los tribunales, sino la forma de gobierno, el Estado de partidos, la fuente causal de todo cuanto vemos, y es ese hombre del espejo el que lo apoya y sostiene cuando deposita su voto en una urna sin democracia. Es ahí donde comienzan sus problemas, es ahí donde está la solución, que nos muestra la razón obtenida mediante la reflexión. Dejar de sostener lo que nos perjudica es el paso inteligente y honesto que ha de dar cualquiera que quiera mirarse al espejo sin un sentimiento de culpa. No vote y mírese al espejo con dignidad, pues usted ya no será sostén para impedir la libertad y la democracia.

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Artículo redactado por Daniel Prieto, lunes 13 de noviembre de 2023, para la Revista 2022 Revista 2023 Libertad Política.

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