En España no se puede hablar de democracia 

 

En España no se puede hablar de democracia porque nunca la ha habido. Muere Franco y se instala una oligarquía de partidos dentro del Estado. Esto, si no se tiene claro, si no se reconoce conscientemente, con buena fe intelectual, y se parte de esta base conceptual, es imposible para cualquiera poder llegar a un entendimiento en términos políticos de la realidad en España. Es absurdo pues, que se intente seguir hablando absolutamente de nada relacionado con los asuntos públicos, ni opinar, ni suponer ni creer nada, porque todo lo que no parta desde esta concepción real y cierta de la forma de gobierno en España y en Europa, sancionada así por la más alta inteligencia política en Europa, que es la del Tribunal Constitucional de la Jurisprudencia de Bonn, apoyada y definida por el jurisconsulto y presidente de dicho Tribunal Gerhard Leibholz, y sancionada tal cual, en España, por el primer presidente del Tribunal Constitucional en España Manuel García Pelayo, será introducirse en una grave confusión, y a consecuencia, todas las opiniones y creencias, lógicamente también estarán todas equivocadas, alejadas y alejándose cada vez más de la verdad al paso de los acontecimientos. (En la foto, Gerhard Leibholz, primer presidente del Tribunal Constitucional de la Jurisprudencia de Bonn). 

A esta forma de gobierno se la llama Estado de partidos o Partitocracia, y se la define así en el Tribunal Constitucional europeo en Alemania donde tiene su origen tras la II.G.M. A todas las injusticias, problemas y detrimentos sociales que esta forma de gobierno produce, la propaganda estatal alega que la culpa de la corrupción o el abuso de poder la tiene la democracia, haciendo creer aquellos que atienden a la teoría oficial, que el origen de tales circunstancias nefastas estriba en algo que verdaderamente no existe, a la vez que usan este término para adjetivar cualquier situación o circunstancia de decisión de gobierno en términos propagandísticos, sobretodo cuando se trata de pactos y consensos para el reparto de poderes y cargos; el resultado de esta mentira es, que muchas personas no crean ya en la política, que no crean que hay soluciones ciertas a los problemas públicos ni confíen en ninguna, y tampoco crean en la democracia, haciendo así que se viva en un desorden intelectual de una envergadura tal como habitantes hay en España. 

Si se entiende que los efectos de la política que percibimos no son causas de la democracia, porque realmente no la hay, sino que son consecuencias directas de la forma de gobierno del Estado de partidos, habremos comprendido dos cosas:

_que la democracia no tiene nada que ver con lo que vemos, con lo cual, es totalmente desconocida en España,

_y que sin atender a la realidad de la forma de gobierno que existe jamás podremos indagar de ninguna manera en las respuestas al porqué sucede lo que vemos y cualquier opinión personal será una pesadilla o un asunto puramente absurdo. Esta situación de entendimiento y de reflexión personal de la realidad, implicaría en el conjunto de individuos también dos cosas:

  -primero, reconocer y aceptar la mentira política con la que se ha convivido; deshacerse del tradicional “amen” con lo que nos echen; apartarse del mísero y raquítico dicho que dice “es lo que tenemos” o “es lo que hay”, que proviene generalmente:

    -del miedo recalcitrante tallado en la historia,

    -del conformismo social irresponsable e irracional y la anormal quietud de los individuos sujetos a la teoría oficial.

Son estos tópicos los que originan la desmoralización de los individuos que están en permanente fracaso debido al desconociendo y al desinterés por la realidad, hermanados a la inalcanzable mejora sociopolítica característica de la propia forma de gobierno del Estado de partidos

  -segundo, dados los resultados evidentes, que todo lo que sea permanecer donde estamos, estos valores y principios sociopolíticos, buscar soluciones dentro del mecanismo, apoyar o participar en ello, obviamente nos perjudicará cada vez más, exceptuando a todos aquellos oportunistas que sacan partido de la putrefacción generalizada, estos últimos, participan en la mentira, colaboran con ella y se nutren de ella, es normal que aun viendo llover digan que hace sol y vivan en una actitud permanente de engaño. 

En España, el que habla de Democracia miente o simplemente su intención es la de confundir términos y conceptos para no salir de donde estamos y nunca llegar precisamente a la verdadera democracia formal, su intención es la de evitar señalarla y dar información sobre ella, ensuciando así su verdadero significado y la idea de lo que supondría sancionar esta forma de gobierno. (En la foto, Manuel García Pelayo, primer presidente del Tribunal Constitucional en España). Sin saber qué forma de gobierno hay en España y ser conscientes de su funcionamiento y de sus mecanismos institucionales y fundamentales jamás encontraremos la salida al laberinto. 

Lógicamente primero, como cualquiera que quiera arreglar algo, buscar el problema para poder darle solución. Lo cual, por mucho que se busque inconsciente o conscientemente mirando para otro lado o atendiendo a teoría torcidas, el problema no dará luz y se continuará en el error; no podemos ir a buscar flores allí donde no se plantaron y pretender encontrar un rosal, solo un desquiciado nos haría creer que es allí donde hay que buscar. Un médico sin un diagnóstico claro, un análisis real y científico, jamás puede dar medicinas o paliativos al paciente. En la política sucede exactamente lo mismo. Se sabe dónde ir a encontrar el problema, los ejércitos de la Partitocracia y enemigos de la Libertad y la Democracia, en más de cuarenta años, les ha dado tiempo de esconder sus pistas, y cuanto más tiempo pase más difícil será señalar el camino y encontrar la salida, y sobretodo, que desde los españoles se crea o se tenga esperanza en ese cometido que es real y existe. Ese cometido es lo que precisamente estoy señalando aquí ahora. 

 

 

Y uno de los problemas más graves que lleva consigo la sociedad española es esa inmensa confusión de la hablamos dentro de la complejidad que trae la realidad política, que, por ser tan capciosa, precisamente deriva en un agonizante laberinto intelectual y en una evidente desmoralización de los individuos que buscan soluciones inútiles, atendiendo a creencias personales, siendo siempre el fracaso de tales intentos animal de compañía; el resultado claro es una sociedad enervada. Intelecto perdido en creencias personales, tópicos vacíos y falsos, teorías políticas erróneas y manipuladas, ignorancia, sabiduría innata de creer saber sin saber, un fanatismo a ideologías y maneras sociales muy peligroso y un sin fin de galimatías intelectuales que no dejan ver el verdadero problema, y en muchas ocasiones, ni la manera real de la que estamos gobernados.

Otro pesado y tradicional problema en cuanto al terreno público es el miedo a lo público precisamente, o a lo político que es lo mismo. Lo político no es lo que muchos piensan, que es ver en la tele discutir a personajes de la política o personajes famosos subyugados a las facciones estatales al servicio del propio Régimen como la prensa, radio o tv, sino que lo político es lo que a todos nos atañe; lo público. Por eso, todo aquel que prescinda de tal preocupación o que le sea indiferente el tema, o mismamente no crea en ello, es simplemente un ignorante o un pobre imbécil que cree que vive solo en el medio de un desierto alejado de la sociedad, en ese caso, se puede prescindir de lo público, puesto que viviría el solo. Digo, que lo político es responsabilidad de todos los habitantes de tal sociedad, ya que la conforman y viven en ella.

Que sea el miedo, originado principalmente por causas históricas, un aliciente o motivo para no atender a los problemas serios actuales y responder a las injusticias y abusos de poder, es de un grado ciertamente ridículo y anormal. Que los habitantes de una sociedad determinada no pongan ellos mismos un freno en oposición aquellos que los humillan o los roban y les hacen la vida imposible en muchos casos, o simplemente se dicten leyes que son ajenas a los intereses, costumbres y cultura de tal región, supone que el que tenga el poder utilice esa potencia y fuerza para someterlos más aún, poniendo límites a las posibilidades de reacción, y por ello mermar así incluso las capacidades mentales y estados morales, al igual que les sucede a los esclavos al paso del tiempo. No digamos las consecuencias morales que suscita en una persona ser consciente, y es lo que no tiene nombre, que sean partidos corruptos su objetivo en la urna, si no por tradición por obcecación, y si no por oportunismo o ignorancia, hecho político en su ejercicio dado por una gran mayoría de los españoles. En este caso, que es el que hay en España, se ha dado, se da y se dará dictando leyes que garantizan al poder establecido su permanencia en el poder evitando así el control sobre ellos, menos aún, que el poco o ningún control que hay; para el poder se trata de que esas leyes, sean un dique a cualquier oposición real a ellos desde la sociedad civil gobernada. Precisamente una forma para evitar esa oposición al poder de la que hablamos, podemos decir que es evitando que la verdad dicha o mostrada alcance a la mentira predominante, para que no cese el laberinto intelectual que los pondría a toda la clase estatal en evidencia. 

Como, por ejemplo, y no será algo imposible sino probable, que se dicten leyes para que el sistema de votación sea un deber civil y no como lo que es, un derecho político. Otro ejemplo es el proyecto de ley que les da a los partidos con más proporción de votos la presencia al gobierno, como ha sucedido en Grecia o Italia, alejándose aún más del sentido mayoritario de la democracia. En una sociedad, donde la corrupción se ha hecho la protagonista en la vida diaria tanto gobernantes como gobernados, que lo raro es que a los delincuentes se los meta en la cárcel, donde los habitantes son tan corruptos como aquellos que los gobiernan, donde hay una sociedad enfrentada alegando ideologías obsoletas o su pasado guerra civilista de hace casi un siglo, es algo profundamente anómalo, implica que, una gran parte de individuos se nieguen hoy a aceptar su realidad pública. Sería para cualquiera de ellos una grandísima responsabilidad por la vergüenza que sería aceptar y asumir dónde se ha convivido con el resto, y sobretodo, la propia conducta inmoral de participación en el tinglado de cada individuo; eso es, la vergüenza y pudor que daría a cualquiera reconocer que uno mismo es cómplice y culpable de sus propios males públicos y demás penurias sociales. En el caso de España, son ya más de cuatro décadas compartiendo malas manías y vicios populares como por ejemplo el hecho de votar a partidos infinitamente corruptos, tanto es así, que es una realidad ver personas sujetas o adictos al ejercicio inmoral de participar en un juego político, que está a la vista de todos, de un estado de putrefacción de todo sumamente avanzado y yendo cada vez más deprisa en aumento. 

Una y otra vez, desde el vertedero de la desinformación mediática, podemos ver como se habla de infinidad de temas y acontecimientos sin que, en ninguno de estos medios, se señale ni una sola vez de manera rigurosa la realidad política, es decir, nadie en España hace un análisis lógico ni formal con las herramientas propias de la materia política, desatendiendo a la realidad de la que disponemos que son las formas de gobernar, la respuesta de la sociedad y sus efectos en esta. Como digo, los efectos los conocemos, las formas de gobernar son presa de la manipulación de todo aquel que no pretende acabar con lo establecido o simplemente de que desconozca de lo que se trata en materia política. Intelectuales mediocres, que en nombre de ciertas escuelas o mismamente al servicio del propio Régimen, visten de niebla y opacidad la información con teorías políticas enrevesadas extraviando las verdaderas causas establecidas y reconocidas, que, para cualquiera que quiera informarse, reconocerá la mentira, pues la forma de gobierno es un Estado de partidos o partitocracia y no una democracia. Hubo una REFORMA no una RUPTURA.

Algunas soluciones. No instituir amos y depositar confianza en personas reconocidas que no sean elegidas por la mayoría del sufragio. El voto es un acto racional, en conciencia, no es un acto que tenga que ser tradicional, o que nazca del odio al prójimo, eso es una anomalía mental y una muestra de putrefacción moral. En España, el que vota lo hace a facciones del Estado, por eso no elige personas físicas; facciones ya en el poder, es decir, al votar no cambia al poder, las opiniones son las que ellos ponen, esto es, los españoles refrendan lo que el poder les ofrece. Un Estado legislador, como sucede en España, es la principal causa y el origen de toda la corrupción y el abuso de poder, la no separación de poderes, porque los que hacen las leyes, o reciben las propuestas de ley, son los mismos para ejecutarlas al igual que en una dictadura.

Infórmese, y no vote a nadie.

 

Antonio HR, a 27 de julio de 2022.

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