Un acercamiento al consenso político. Conceptos políticos VIII.
Temas. Consenso. Consenso político y social. Pactos. Libertad de pensamiento. Política. Democracia Representativa. Transacción española. Monarquía, Dictadura y Oligarquía.
El consenso es un término muy familiar en la sociedad española, especialmente desde lo que se llamó el periodo de transición después de la muerte del Dictador, y que dura hasta nuestros días, prueba de ello es la existencia de una oligarquía, como valor supremo y constante propio de esta. Este concepto trae, cuando lo atribuimos al terreno de la política, un sinfín de controversias y malentendidos a la hora de hacer una valoración formal y extraer una definición satisfactoria. De hecho, el significado filosófico de este concepto sigue siendo esquivo y controvertido, quizás precisamente por su extensión y centralidad. Tomando nota de los numerosos intentos de proporcionar una descripción satisfactoria del “consenso” o “consentimiento”, comienzo hablando de su origen, en términos políticos, lo hallamos en los fenómenos religiosos para solventar el problema de la conversión del paganismo al cristianismo tras la Caída del Imperio romano. Aunque también existe otro tipo de significado para este vocablo cuando hablamos en términos sociales, que se refiere a las costumbres y a los modos de convivencia los cuales, para los individuos, resultan involuntarios.
La procedencia lingüística está en el latín “consensus”, y hace referencia al acuerdo que se alcanza por consentimiento entre los miembros de un grupo o entre varios grupos. Una decisión en consenso es la que se toma gracias al acuerdo en virtud de un consentimiento de todas las partes, tratando de minimizar, evitar o excluir cualquier tipo de disenso o polémica con las otras partes. La descripción etimológica de este término se resume en concordia CON-CORD (con el corazón), o consentimiento CON-SENSO (con sentimiento), en el sentido derivado del sentimiento o la moral.
Historia del consenso
Se le atribuye al sofista Antifonte, quien vivió en la segunda mitad del siglo V a.C, un tratado Sobre la concordia Peri Homonoias, en el cual la noción que aparece en el título resultante central es para definir la relación entre leyes humanas nomoi y naturaleza physis. Por una parte, lo que dispone la naturaleza y vincula necesariamente, mientras que las leyes establecidas por los hombres parecen accesorias y, por decirlo así, sobrepuestas epitheta a ella, capaces de vincular por encima de todo porque han sido concordadas homologuen.
Entre nomos y physis, el pensamiento antiguo identificó una especie de dimensión intermedia del consenso en las costumbres y en los hábitos que hacen surgir una “segunda naturaleza” para los seres humanos, lo que de alguna forma llamaríamos hoy consenso social. De esta manera, Aristóteles destaca que el buen nomoteta no se debe limitar a hacer leyes, sino que debe preocuparse en lo que pueda en “crear hábitos”. Siguiendo sobre este mismo punto, podemos encontrar en las preocupaciones de Platón, quien en Las Leyes presenta a Magnesia como una ciudad que debería “encantarse incesantemente” con mitos y narraciones compartidas capaces de generar una sola visión de las cosas. Platón observa, sin embargo, que el acuerdo homologue fallido sobre lo conveniente provoca transformaciones ocultas e inadvertidas de las costumbres, comprometiendo con el tiempo la unidad y la vida misma de las polis. El acuerdo que el verbo homologuein designa puede manifestarse tanto en la adhesión de conformidad con las costumbres como en el proceso dialógico dialeguestai y en el hablar en público demegorein; esto indica o señala un conceder, un acordar y estar de acuerdo con alguien; también el convenir, el reconocer y el entenderse sobre cualquier cosa, con el consecuente problema de permanecer fiel a lo que se ha reconocido. (Foto, Justicia griega).
También en la Oratio IV, en Catilinam de Cicerón, encontramos diferenciados y al mismo tiempo relacionados con los diversos niveles del consentimiento, con la mente, la voluntad, la pasión, el carácter virtuoso y la voz: Omnes ordines ad conservandam rempublicam mente, voluntate, studio, virtute, voce consentiunt. Sin entrar en más detalles, es importante subrayar que consenso y concordia son términos cruciales cuando se da cuenta del orden político y de su evolución. Una muestra, de hecho, es que aparecen tanto en las narraciones relativas al nacimiento de la República romana como en las relativas a su ocaso.
El consenso llega al pensamiento del Medievo donde en su semántica sufre un desplazamiento significativo: la universalidad con la cual Augusto pretende legitimarse es, de hecho, reformulada en relación con la universalidad de una Ecclesia que se afirma progresivamente en el plano del poder temporal y espiritual y que se pone como intérprete y custodia de la lex aeterna y de la lex natu-ralis, dentro de las cuales deben inscribirse en la ley humana; así, a los dos planos de la nomos humana y de la physisse agrega el de la Ley Divina, ya sea revelada o ínsita en la naturaleza de las cosas; con relación a esa Ley ya la siguiente revelación, cambia el modo en el que se interpreta el estar juntos y el consentimiento de los hombres.
Vemos que el consenso va tomando diferentes tonos a medida que se avanzamos en las épocas, y es a filón de la reflexión medieval sobre el consenso, donde se puede encontrar en el nacimiento de las comunas entre el siglo XI y el XII, cuando el paso de las coniurationes a los estatutos comunales sancionados de común acuerdo (comuni consensu) inaugura una dimensión de la organización citadina, en la cual, las decisiones relativas a la gestión y a la defensa de los bienes colectivos hacen uso del consenso con fórmulas varias, como universorum civium voluntate et consensu, de comuni consensu et voluntate totius populi , consentiente et volente cuncto populo. En esas expresiones se advierte de un problema crucial del pensamiento político moderno relativo a la articulación entre la soberanía, mediación del gobierno y expresión del consenso o de la voluntad de todo el pueblo. El problema parte de la obra Defensor pacis (1324) (foto, Homenaje de obispos a Marsilio de Padua) de Marsilio de Padua, que, por una parte, se refiere a la voluntad de todos los citadinos civium universitasy, por otra, vincula la expresión de esa voluntad a la mediación de la parte más válida valentiorpars. Es significativo que en esos años en Siena hubiera el Gobierno de los Nueve (1287-1355), que solicitó el ciclo de frescos de Ambrosio Lorenzetti que contiene la Alegoría del buen y del mal gobierno.
La Concordia aparecía entre las virtudes políticas necesarias al buen gobierno y a la felicidad citadina y el mensaje era fijado sobre los muros del Palazzo Pubblico para ser consignado a la posteridad en una época de sublevaciones y luchas internas entre familias de nobles, mercaderes y populares que llevaron en el transcurso de algunos decenios a los Gobiernos de los Quince (1368-1386), de los Diez (1386-1387), de los Once (1388-1398) y de los Doce Priores (1398-1399).
En España, podemos encontrar la palabra consenso político al comienzo de la Dinastía Trastámara, que supondrá una repetida búsqueda de consensos. Así, la formalización de consensos políticos actuará como un instrumento de gobierno. La búsqueda de consenso se convierte en un objetivo político decisivo de la Monarquía, aunque compatible con los distintos conflictos políticos. Acuerdos de gobierno, alianzas, juramentos, negociación entre rey y ciudades, concesión de perdones… son, entre otros, algunos de los principales acontecimientos políticos en que se representa el consenso para la formalización de distintos acuerdos políticos de este periodo.
Es en el ámbito eclesiástico donde el término consenso se aplica como valor espiritual y moral, en el sentido positivo, como reconciliación para detener un pleito o evitar otro futuro; hablamos en el ámbito espiritual, del corazón y de la moral. Donde en el mundo de la iglesia se alude al corazón, la misma palabra concordia lo señala en su definición etimológica, CON-COR, unidos en el corazón, reconociéndose entre ambas o varias partes en un único sentir. Este término trasladado a la política hace que se desbarate todo sentido positivo del término, pues la política en su definición más técnica se trata de la lucha por el poder, entre ambiciones e intereses opuestos, sentimientos opuestos y una moral diferente, debido al natural disenso de ideas o ideales para organizar o llegar al poder en una sociedad determinada. En política, el consenso se refiere a la concordia de intereses opuestos. Es evidente pues, que donde encontremos que exista consenso entre facciones políticas, de ninguna manera podemos decir que exista la política ni la democracia, ya que, la democracia, son únicamente mayorías y minorías las que dirimen ese conflicto, el consenso elimina todo conato de disenso, político y también social necesario para que pueda existir la política como tal.
En cambio, en sociología, el consenso social se refiere al acuerdo de pensamientos, sentimientos, y acciones involuntarias que caracterizan a un grupo o sociedad determinada; costumbres, tradiciones y conductas sociales. Aunque en el terreno social, cuando se habla de consenso, no implica que sea o no compatible dentro de la política, pues en la sociedad, de manera natural, todos los individuos que la forman llevan consigo una manera o unas formas para presentarse o integrarse con el resto de la sociedad: vestimenta, maneras de hablar y expresarse o a la hora de compartir sus aptitudes. Por lo tanto, existe un consenso social natural para la convivencia.
Algunas consideraciones sobre el consenso político en España
El consenso se aplica por primera vez en la política en España, y se inaugura en lo que se ha dado a conocer como Pactos de la Moncloa (foto). Bajo el paraguas de esa denominación vienen a incluirse a las distintos pactos, acuerdos y consensos entre los partidos políticos existentes, así como con los sindicatos de trabajadores y con las asociaciones de empresarios para el reparto de empresas y fondos públicos, todos desde dentro del Estado como coto legal. En concreto, con todo ello, lo que se hizo fue tomar la determinación de introducir diversas medidas económicas, sociales y políticas a una misma estructura, vertical y autoritaria, de poder, en la forma de gobierno del Estado de partidos o Partidocracia (Oligarquía). Los antiguos enemigos se abrazan, reniegan de sus propios principios morales, y juntos de la mano, en concordia, toman el poder del Estado que deja el Dictador a su muerte, repartido en cuotas en virtud de un Sistema electoral proporcional de listas de partido.
El consenso político es la veda de todos los puntos de vista políticos aceptables, es lo que marca y señala como objetivo un único pensamiento en común, un único sentido de la moral y un método único de proceder, por lo tanto, como no puede ser más que voluntario, nunca dejará de ser mentira. Así, de manera tácita, el favor cae en peso de los que conforman ese consenso, quedando excluidos toda sustancia o idea fuera de ese coto. Trae una condición insoslayable consigo, y es que, una vez entrado de manera voluntaria en el consenso, ya no se puede retroceder en la decisión quedando subyugado a él, aceptando las consecuencias en un futuro. De manera que, siendo el consenso una transgresión de principios morales, la libertad de pensamiento se limita y se deriva a una imposición del pensamiento único, dando lugar a la barbaridad tanto en el terreno político como social, influyendo de forma negativa en todos aquellos que no comulgan con él, apartados y excluidos, no solo en cuestiones políticas, sino condenados al ostracismo por parte de la propia sociedad.
Donde hay consenso no hay libertad de pensar, es un embudo mental y un menos cabo a la moral, donde todo lo que se dicta y se origina desde el consenso necesario que hay entre facciones dentro del Estado, se traslada física y moralmente a la sociedad en forma de un único sentir y aceptación, tanto de ideas como de política. Entonces, si hay consenso político hay corrupción, hay traición al votante, y por supuesto, si hay consenso no hay democracia. El valor moral número uno y característico de las oligarquías para que no se destruyan, de grupos de personas que tienen un poder en un determinado sector social o político, es el consenso.
Un hecho en el cual podemos detectar efectos negativos del consenso es en el caos político existencial que hay en España, efecto que no proviene tanto de quienes desean eliminar al que piensa distinto, como de esa inmensa mayoría de racionalistas e intelectuales intoxicados por la mentira política que padecen, sino aquellos que, en lugar de no decir nada, manifiestan que la función de un político es ponerse de acuerdo con el de enfrente. Este tipo de pensamiento tan opuesta a que exista política, de alguna manera también es un modo cobarde de no asumir consigo mismos el peso del significado que conlleva la propia política, no se entiende, o no se quiere entender, y es que, en política, no existe reconciliación, no existe concordia, sino unos intereses y ambiciones de poder enfrentadas, y que, si no hay una manera de canalizarlas mediante formas de gobierno, como por ejemplo la Democracia representativa, único sistema político basado en mayorías y minorías que se distingue de los regímenes de poder porque el poder se constituye de abajo hacia arriba y no de arriba hacia abajo como ocurre en estos, sucede como definió en una de sus famosas citas el filósofo de la guerra y general prusiano Carl Philipp Gottlieb von Clawsevitz (foto), que “la guerra, no es simplemente un acto político, sino un verdadero instrumento político, una continuación de las relaciones políticas, una gestión de las mismas por otros medios”.
Precisamente es la ciencia política y su pensamiento y estudio el que ofrece la mejor respuesta, que es la de enfrentar a las ambiciones e intereses de los que aspiran al poder para no tener que matarnos entre los individuos, es decir, en una democracia que se basa únicamente en mayorías y minorías, el consenso no existe, no tiene cabida. Elegir a la persona que van a gobernar y, separadamente, en otra urna diferente, a quien te va a representar, y elegirlas únicamente para ese cometido, no para que nos digan lo que tenemos que pensar, cómo es el Derecho y cómo es la moral correcta que debemos considerar. Un niño sabe que la democracia consiste en mayorías y minorías, hasta que su propio entorno, enloquecido, le hace creer que se trata de poder hablar todos, que todos somos iguales, que todo vale, ganar todos en todo y decidir y opinar de todo cualquier cosa aunque no sea verdad ni sea sensato; el consenso, es la manera más atroz de retorcer la natural evolución y progreso del ser humano y su pensamiento y acción diferente naturalmente de cada cual, y es que, la naturaleza, crea desigualdad necesariamente, siempre habrá feos y guapos, ricos y pobres, vagos y trabajadores, emprendedores y tradicionales, progresistas y conservadores y una larga e infinita diferenciación entre individuos tanta como personas hay en el mundo.
Esta naturalidad, el consenso la elimina de facto y la mete en un bloque, para que sea así o no sea. Por eso hoy no hay Libertad de pensar, sí de hablar, pero no para cambiar nada, por eso en España cualquiera puede decir que es lo que sea, todo es falso y es mentira, porque no hay Libertad política de todos porque hay consenso. La “libertad de expresión” es una broma cuando hay consenso, porque no hay libertad de pensar.
Mi reflexión.
La política, la ciencia del poder, la pura lucha por el poder, el disenso natural entre individuos que busca el poder, si hay consenso la política está execrada, de raíz. El consenso político, la reconciliación que diría Carrillo, y la concordia de la que tanto menciona el Emérito. Y no es que no se pueda pensar mucho ni poco, es que el consenso político es la prohibición de pensar y de que haya política, es decir, evita de facto el disenso natural de las personas, aludiendo a un único pensamiento estatal que es el de la socialdemocracia. Hoy la Libertad de pensar está prohibida porque hay consenso.
El consenso político en su forma moral como valor, fue un experimento de la Guerra fría, una Guerra que tenía como objetivo hacer frente al pensamiento, y en España, ha calado bastante de forma positiva de tanto oírlo en los medios, tanto que no se acepta otra cosa entre los individuos que no sea lo que desde el Estado se marque, sea racional o irracional, lógico o insensato. Se entiende que hay consenso de todos, considerado como como paz y armonía social, cuando lo que verdaderamente es la destrucción y corrosión de la mente y el espíritu de las personas, haciéndolas creer que todos debemos pensar y actuar igual. Algo rotundamente utópico y falso.
El consenso político, en su forma material, el reparto del botín del Estado, que diría Ortega y Gasset: _ donde hay consenso, hay reparto de botín_; en la Transacción política, el miedo de los vendedores de la Guerra Civil en cambalache con la ambición de los vencidos por llegar al poder, encuentran en la traición a sus propios principios, lo que viene a ser hasta día de hoy el consenso político, para estar todos en lo que ninguno es, en el Estado.
Por eso, votar en España es la autodestrucción de uno mismo y el suicidio personal que sólo puede desembocar en el fracaso de uno mismo, de todo y de todos. No lo digo yo, lo dicen los resultados y los hechos cotidianos, precisamente desde que hay consenso.
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Artículo redactado por Antonio HR, sábado 2 de octubre de 2021.