Del fraude a la vesania, del cinismo al consenso, de la anulación del pensamiento a la nada moral. 

 

Quizá, la constante acción de manifestarse en contra de este hecho, la corrupción de la moral, pueda ser una estrategia contra la conducta inmoral propia de los pueblos corrompidos, incluso lo es, de hecho, una simpática conmiseración hacia la sociedad por el estado enfermizo en el que se encuentra debido a las penurias que alcanza hoy, por ejemplo, el pueblo español tras largos años de abuso, humillación y mentira, y es que, cuando la realidad se degrada, aparece la farsa, y cuando ésta se convierte en el único referente de realidad, surge el esperpento. No me refiero a un grosero relato que enmascara la realidad, sino a una manera evidente de una conducta plausible, que se ha hecho cómplice del crimen de Estado y de la corrupción. No hablo de opiniones personales, no se puede disentir de lo que se ve, se puede discutir una u otra opinión o argumento, pero no sobre lo que se tiene delante, como son los asuntos públicos, los cuales, se muestran de igual forma ante todos los españoles. Es por esto que sea práctica habitual el discutir de todo y de nada a la vez sin llegar a ningún puerto, por ese hecho del estado perverso de la moral actual. 

A la farsa o al fraude les es inherente el fingimiento, cuya condición de la posibilidad es que ha de ser consciente, por lo tanto, autoconsciente, pudiéndose resolver únicamente con un sano escepticismo de carácter metódico e ilustrado, reflexivo, que ayuda a sobrellevarlo crítica y coherentemente. Pero si este fingimiento se interioriza como único criterio de referencia, más de excusa o justificación, porque no hay con qué contrastarlo críticamente, deja de serlo porque la farsa pierde su condición de tal, y se convierte entonces en visceralidad y vesania y es cuando da paso y aparece el esperpento. Esto es, perdida y rechazada ya la vista hacia la realidad, que es lo que en verdad está pasando, lo que sí se puede ver y reconocer por cualquiera, careciendo de referente crítico alguno, nada más que la opinión oficial publicada, el esperpento consiste en tomarse en serio la farsa desembocando en cinismo. Esta es una de las consecuencias cuando el poder sufre la ausencia de legitimidad o autoridad y no se puede mantener, este hecho, la mentira, aparece con más intensidad y resalta más, en cualquier caso; a más debilidad del poder, más cinismo y corrupción a la que el incauto y el adepto tenga que obedecer, como ocurre en España, esto es, el esperpento crece en son de la docilidad que le es característica al pueblo español.

 

 

Qué remedio puede haber cuando la natural facultad humana del juicio o la razón no responde a la función que la es propia, se quiere evadir de cualquier asunto y se pone a favor de la palabrería y la demagogia. Lo normal de un juicio cabal, es determinar una valoración objetiva, necesaria para cualquier persona que no se quiera dañar a sí mismo, sobre los medios idóneos en virtud y acorde a los fines deseados. No sólo para acertar en lo verdadero y lo falso, sino para identificar y asumir el improperio, el error, o la confusión. Si las pasiones del alma dedicadas a la protección de la moral de uno mismo, como identificó Platón en su “República”; como el orgullo, el resentimiento, la ambición, la honra, la animosidad, el pavor a la vergüenza, el deseo de victoria…, han sido vencidas por el complejo propio de la resignación o de la indolencia moral, de la soberbia, de la ignorancia y la cerrazón, de la mentira, el oportunismo y la rapiña, no es posible que podamos hablar en términos de dignidad, ni mucho menos poder tener aspiraciones de carácter noble y honorable en cualquier ideal, es decir, lo que viene a ser tener esperanzas por algo; cuando no se cree en nada es imposible adquirir un mínimo rango en la consideración de nadie, ni siquiera venida de uno mismo, de ahí el complejo. Todo este conjunto de valores constituye realmente un bucle interminable reconducidos entre sí, en un circuito de actitudes y conductas, a la impotencia y la prepotencia, a la vesania y a la rabia, por consiguiente, a la desesperación, la locura y al desquicie. 

Dicho de otro modo, y para añadir una de las principales causas de esta deficiencia de la moral y el pensamiento, una cosa es hacer algo sabiendo que no es lo que se dice que es, que sería un autoengaño, y otra muy distinta es creer que lo es sin querer o ser capaz de plantearse siquiera la posibilidad de que no lo sea, que es la mendicidad moral. Lo que ocurre a una gran mayoría de los españoles son ambas cosas. Palabras de William Faulkner: “se puede luchar contra la ignorancia, contra la intolerancia y contra el fanatismo… por separado. Si vienen a la vez, y si se quiere conservar el pellejo, lo mejor es poner los pies en polvorosa”. Es únicamente la muestra de una moral totalmente corrompida esencialmente por el consenso político, uno de los factores de fracaso de la sociedad, donde ya nadie cree en nada, donde se desconoce el respeto el cual es sustituido por la práctica de la tolerancia y donde la moral ha caído en los lares de la indolencia; es por eso que predomina y es usual la mentalidad del esclavo, del acomplejado, del derrotista y del fracasado. Es ese consenso que, sin ser partícipe de la cuestión de valores entre lo bueno y lo malo, sin ser ni siquiera propio del reino animal, mucho menos del humano, en cambio, reconduce permanentemente a la idea del consentimiento entre partes de principios opuestos, por lo tanto, a la perversión de la moral y la anulación de pensar, que da lugar a una consecuente esquizosis y desquicio. Resumo: el consenso anula la capacidad humana de pensar, que es previa a la conciencia moral, que es la que ofrece la reflexión o el diálogo personal con uno mismo; y distorsiona, por ser una transgresión de principios, la propia moral. Es normal entonces que, cualquier mamarrachada, cualquier vulgaridad o absurdo, que suceden cotidianamente en sociedades corrompidas, como es la en la vida pública y social de los españoles, sea objeto de justificación argumental, o se quiera defender con la retahíla propia de un extraviado mental.

También en Número XIX de la Revista 2023 Libertad Política de octubre de 2023.

 

Art. redactado por Antonio HR, domingo 24 de septiembre de 2023. 

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *