Los pactos son la esencia de la Partidocracia

 

No es de hoy, no es nuevo y no es puntual o casual; es originario, es característico y es fundamental, en el Régimen del 78′, que después de las votaciones, donde nadie elige nada ni a nadie, donde se refrenda al poder mediante unas listas de partido que confeccionan los jefes de los mismos partidos (órganos del Estado), surjan los pactos, a espaldas del votante, que definen los gobiernos en lo municipal, en lo regional y en lo estatal, en detrimento del elector, que siempre será traicionado. No puede haber, en ningún momento y situación en este Régimen de partidos, otro resultado distinto tras las votaciones, que no sea la traición y el engaño al elector, ya sea con la indiferencia por parte de los partidos estatales a sus programas electorales y campañas, como por el carácter y la forma de todos y cada uno de los pactos que determinan el poder en cualquier ámbito, estatal, regional o municipal, siempre quedando dentro de la esfera del Estado, ajeno absolutamente a la nación y a sus intereses en las urnas. 

 

 

No es cuestión de un mal gobierno, es cuestión de que en España no hay Democracia porque no hay elección de candidatos, sino reparto de poder entre órganos del Estado mediante la ratificación de esas listas de empleados de partido o funcionarios del Estado. Es decir, el acto de ir a votar ya sea en nulo, en blanco o a alguna de las facciones estatales, es dar permiso y aceptar esas reglas de juego que impone el sistema electoral de proporción de listas y la propia forma de gobierno de la Partidocracia, basada en el consenso político entre los que ostentan el poder que son los partidos estatales. El que vota, legitima el juego sociopolítico del Estado de partidos, le da fuerza, ya que el voto es únicamente fuerza, y respalda unos resultados que están aniquilando, no sólo materialmente en lo económico, sino todos los valores y facultades mentales y la moralidad de los españoles, lo que nos lleva a razonar, para aquellas personas sensatas y sin ninguna voluntad ni ambición personal de poder, fama o dinero, que es un suicidio y una manifestación expresa de fracaso para el que ejerce el sufragio. Sabiendo o no sabiendo las consecuencias, consciente o inconscientemente de lo que implica el acto de votar, se está apoyando a la corrupción, se está participando en ella y de ella. 

 

 

No es Sánchez, ni mucho menos, pues, Sánchez hace lo que, dentro de sus facultades como presidente de gobierno en funciones, puede hacer, igual que lo han hecho los demás, porque pueden; además, cuando llego Sánchez a la presidencia España estaba ya hecha trizas; y lo que haga cualquiera de los presidentes que pasen por ahí, en el Estado de partidos, estará respaldado por todos aquellos que, indiferentemente del color de su papeleta, hayan ratificado las reglas de juego político establecidas en la urna. Aquellos que dicen que Sánchez es el punto de mira de todos los males están haciendo demagogia, están apoyando indirectamente a la propaganda del Régimen, esa que, animando a votar “a los otros”, produce e induce a la creación de la indignación popular, pasto para el poder, génesis de la oferta política para el sostenimiento en el poder de los partidos. El embrollo institucional y gubernamental que existe no se arregla ni se puede arreglar votando a “los otros”, aunque luego después de votar pacten entre ellos, porque ese es el bucle infinito dentro del laberinto de la partidocracia, como si fuera cosa de un solo hombre o de manera casual y fortuita los detrimentos políticos de una forma política que carece de separación de poderes y representación del elector. Votar es apoyar el reparto del poder entre todos los que ya lo tienen. El poder en España, no se elige, se negocia al margen del elector ¿Eso es democracia? Eso votan los españoles, el reparto de su dinero y del futuro de sus hijos ¿Esa es la reconciliación y la concordia? No, todo emana del valor principal que es característico cuando existe una oligarquía de partidos dentro del Estado, como ocurre en España, llamado consenso político. 

 

 

La llave de gobierno, hoy, la tiene Puigdemont, pero anteriormente la tuvo Puyol, Arturo Mas, la tuvo Arzalluz, y la tuvieron personas ajenas a los partidos más votados. El poder en España no depende de los electores. Los españoles deben de meterse ya en la cabeza, si lo que pretenden es obtener resultados benévolos fruto de su responsabilidad política, que lo único que hacen votando, sin democracia y con esta forma de gobierno, es RATIFICAR listas que no han elegido ellos y corroborar el reparto de escaños y poderes en la escala entre los partidos estatales que son los que ostentan el poder político en España. Es decir, votar, es apoyar y alargar la corrupción de todo lo público. Sea a quien sea. Sólo el hecho de votar legitima el reparto del poder. Ejemplo: una persona que haya votado a VOX el pasado 23 J ayuda, legítima y está diciendo que está de acuerdo con que Puigdemont sea ahora el que decida la legislatura. Recuerdo que el sistema proporcional de listas no es para elegir, no sirve ni para la elección ni para la representación, es más, la elimina. Así es como, creyendo elegir, el votante siempre, en esta forma política y con este sistema electoral, sale medrado y traicionado. Los pactos, en el Estado de partidos, son fundacionales, fundamentales y funcionales. La Partidocracia nace de pactos. Pactar es la esencia, es elemental, es la sangre de la Partitocracia

 

 

La ABSTENCIÓN, al contrario de lo que se cree o se piensa, lo que produce es una caída de la autoridad y la legitimidad para que se den esos pactos y ese elenco de poder y de dinero, así como de empresas públicas, entre órganos del Estado. Más abstención, menos reparto. A menos tocan; una prueba es la desaparición de múltiples funcionarios/diputados muy significativos en determinadas facciones de alto calado estos últimos meses tras las votaciones. Muestra evidente de que, el Estado de partidos, el Régimen del 78′, está en su ocaso político. La cuestión es lo que usted se quiera creer, pero la verdad, esa que habla por sí misma, simplemente está delante, no está escondida. El que vota es cómplice de la corrupción, factor fundamental y esencial, al no existir separación de poderes, es decir, una constitución, para que esta forma de gobierno de la Partitocracia pueda funcionar.  

 

 

El consenso es el valor principal de toda institución y gobierno en España, porque es el vínculo de vida que mantiene a los oligarcas y a la clase estatal en el poder a precio de traición permanente al elector.

 

 

“Si usted vota, o ha votado este último 23J, ahora no se queje”.

 

También en el Número de septiembre de 2023 de la Revista Libertad Politica.

 

Art. redactado por Antonio HR, lunes 21 de agosto de 2023.

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