(En la imagen principal, “Job en el estercolero con su mujer y tres amigos”, anónimo).
Resignación y delirio
Temas. Sociedad. Política. Libertad política Colectiva. Constitución. Democracia formal. Representación política y separación de poderes. Ideologías. Reforma política. Corrupción. Derechos y libertades individuales. Legislativo y Ejecutivo. Nación y Estado. Moral.
No es posible hablar de la vida pública de los españoles si no se habla de corrupción. El panorama político en España se explica por la inhesión de los acontecimientos políticos que responden de forma inherente a las necesidades de la naturaleza del motor nodriza que los produce, la Partidocracia. Sin elementos de representación y sin separación de poderes, no solo produce y crea, sino que precisa más corrupción y modelos de esta para encontrar su estabilidad y viabilidad al paso del tiempo, encuadrando cada escándalo en los modos de convivencia pública que la misma forma política impone y dicta a través de su Estado legislador, en virtud de una misma ideología estatal, la Socialdemocracia.
El “Banco azul” sustituye al Trono del medievo; la tragedia es que para unos el fruto de las legislaturas es ideología, para otros poderes o agendas globalistas y para otros pura normalidad, porque no han visto otra manera de gobernar en toda su vida que no sea autoritaria. La libertad y la democracia, en España, al mismo tiempo que estos términos agradan y ceban el lenguaje de la opinión pública a través de la propaganda en los medios e instituciones públicas, son valores nocivos, molestan, porque requieren realidad y formalidad, unas reglas políticas determinadas que en España son desconocidas. Nadie entiende el espectáculo y la ficción de la vida pública y política sin que el término corrupción lo adjetive; nadie vota sin saber que lo está haciendo en base a una dinámica moral enfangada e inmunda, así predomina el voto por desidia y el voto por insidia. No es raro encontrar manifiestos diciendo que “la democracia no existe”, por supuesto, en España jamás, haciendo suponer que lo que hay hoy es el producto de la democracia.
Todo resulta más claro y sensato si reconocemos que sin medidas de control cualquier imprudente puede hablar de democracia, de libertad o de igualdad. Cuando la única función que compete al Derecho político de sufragio universal del gobernado es el plebiscito o refrendo, la participación en las urnas es un delirio voluntario porque carecen de alternativa. No hay elección. Todos los partidos son estatales, no son civiles, son autoridad, y tienen autoridad si únicamente la voluntad moral de los españoles se la da en las urnas. El sistema proporcional de listas no cambia al poder, alterna organismos que obedecen y se nutren del mismo Estado administrativo. Sin unas reglas de juego que pongan límites a los poderes del Estado, la demagogia y la mentira estará siempre reconocida y aceptada por la mayoría de la opinión pública, que es la que vota.
Lo que resulta más difícil de concebir, tras casi un siglo de connivencia moral con ello, es devolver a los agentes de acción política y de producción ideológica, los partidos, hoy organismos de poder en el Estado, a su original y natural lugar de desarrollo, la sociedad civil gobernada, para romper con el propósito que caracteriza a los totalitarismos del pasado siglo y a las formas políticas actuales en la Europa continental que es la integración de los gobernados en el Estado, factor principal de corrupción, y puedan constituir una opinión pública verdadera acorde con la realidad y los intereses fácticos de los españoles y no únicamente como sucede hoy a los intereses del Estado.
La regeneración política es un delirio, es mentira, la reforma, propaganda y conservación. La condición humana no es perversa, son perversos aquellos que son conniventes y se rebajan a las formas perversas. Al igual que se presume de buenas conductas en la vida cotidiana, se podría hacer posible las buenas formas en la vida política, porque si la vida política resulta un desmán, entonces los valores de la primera, la cotidiana, son mentira. Si en el ámbito vecinal el pueblo es juicioso y estricto con sus iguales, en España, en el ámbito político, es un enfermo de los juegos del azahar o un depravado. Si al presidente del gobierno no le eligen los españoles porque le invisten sus empleados de partido, la condición moral actual de los españoles es vil y pueril, propio de los niños malcriados. No hay desinterés en la política, hay resignación ante una tesis política oficial degenerada y falsa que parte la realidad pública en millones de opiniones, tantas como habitantes, sometidos a una sola forma partidocrática perversa de la que no pretenden salir a base de autoengaño; falsas creencias, tópicos recalcitrantes, carencia de criterio propio, rechazo de la realidad, mal uso del lenguaje e intelecto desvariado. El que vota no es un iluso, la esperanza dura hasta que dura la ilusión, cuando ha habido engaño, la siguiente mentira es permitida, lo cual corrupción moral, sin elección ni representación todo fluye, sin confianza verdadera o cinismo, con resignación, el que espera desespera, el que vota es idiota.
(En la imagen, “Job en el estercolero”, 1880, Museo de Orsay. Léon Bonnat, 1833-1922).
Por muy grande que sea el prejuicio, nadie puede negar que la libertad es lo que fundamenta a la política, es el lado opuesto del poder político, de aquello que manda, que nos obliga, que nos impone y nos controla. Es decir, que la libertad es lo único que controla al poder, se impone ante él, le elige, le da forma, le retira o le condena. La libertad individual es una verdad parcial, es por lo tanto ideología, un individuo solo no puede constituir ni controlar al poder político, la fuerza no la tiene un individuo, la tiene la libertad de todo el cuerpo social o nacional. La libertad individual, o Derechos, en términos de propiedad sí tiene un sentido jurídico, que es el Derecho privado, pero es capcioso cuando se interpreta como fundamento de Derecho público, porque es mentira o demagogia, es ideología. La libertad no puede ser más que un asunto colectivo para poder ser tal, es previa a cualquier ideología, como poder constituyente, creador y garante del Derecho público, es decir, del Derecho positivo o Leyes. La libertad es previa al Derecho, no es el Derecho quien da la libertad. Por lo tanto, es, más que una voluntad, un sentimiento, que nace al ser consciente de que la libertad de uno solo puede existir con la libertad de los demás, es el fundamento de la política o relaciones de poder, “tú mandas porque yo te he elegido hasta que yo quiera”, tanto para la representación en una cámara legislativa nacional, como para el gobierno en la gestión del Estado.
En España no hay constitución, no hay reglas de juego democráticas, porque el sujeto constituyente, la nación española, está integrada en el Estado votando y dando autoridad a organismos de este, como sucede en la forma de gobierno de la dictadura. Hay una única urna para el Legislativo y el Ejecutivo. Cuanto más se vote sin democracia, más se impide que haya democracia y más se mantiene la Partidocracia. Más partidos nuevos dentro de la legalidad vigente, más corrupción. Esto es, no hay constitución porque no hay separación de poderes, por lo tanto, es normal y esa es la causa principal de que haya corrupción. No habrá constitución mientras la moral pública no turne y desprecie a los partidos del Estado y deje de votar para abrir un periodo de libertad Constituyente y así poder elaborar una constitución. Porque una constitución no puede venir de una reforma de nuevos o antiguos partidos que ya están en el poder del Estado y pertenecen a él, la libertad es imposible que proceda del poder, una constitución solo puede venir, durante un periodo de libertad Constituyente, de la elección de diputados con actas jurídicas en calidad de Cortes Constituyentes elegidos directamente por el sufragio en virtud de ese sentimiento de libertad Colectiva, para que estos hagan una constitución que determine la verdadera condición de los españoles, y separe las competencias propias de la nación, que son las de legislar y las competencias propias del Estado, que son las de ejecutar lo que la nación le dicte, así como independizar la facultad judicial del mismo Estado de los dos poderes anteriormente mencionados.
En España, la libertad política Colectiva o Constituyente no se puede sentir, porque lo que no se conoce o está confundido no se puede siquiera percibir ni concebir, así se puede explicar que la sociedad española lleve recibiendo golpes durante décadas, porque es una sociedad inerte, no siente políticamente porque no conoce lo que es la libertad, esa que frena al poder, enemiga de los partidos estatales, esa que da vida y genera vida política, esto es, la moral pública, es decir, las costumbres. Si se dice que la libertad nos la conceden los partidos del Estado, es decir, el poder, volvemos a la libertad individual, a los Derechos otorgados, a los Decretos/Ley del Estado legislador del que empecé hablando, al vicio moral de la servidumbre y el suplicio y el absurdo de la súplica que no puede constituir ni elegir nada, porque sin libertad Constituyente, después de dar autoridad en la urna cualquier manifiesto o postulado político, es y será siempre un fracaso, un bucle sin fin, un intento fallido e inútil constante, porque no cambiará ni puede cambiar nada la naturaleza de lo que hay, ya que cualquier tipo de legitimidad que se atribuya permanecerá intacta.
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Artículo redactado por Antonio HR, domingo 7 de abril de 2024.