El silencio es consecuencia de la corrupción moral

 

Temas: Sociedad. Consenso politico. Legitimidad. Actualidad

 

Después de los tormentos y las tribulaciones que fueron protagonistas en muchas de las ciudades de toda la nación española para manifestarse en contra de lo que los propios votantes legitimaron en la urna, un reparto de poder y un Estado legislador, ese mismo Estado que legisla en favor de los indultos por delitos de secesión, como es la famosa “Ley de Amnistía”, tras la investidura del mismo presidente que gobernaba en la anterior legislatura, Pedro Sánchez, el presidente que les han impuesto a los españoles que han ido a votar y que llega a la presidencia en virtud de diversos pactos tras cuatro meses en que la clase estatal baraja los acuerdos de resolución, legalmente, a lo que muchos cínicos llaman democracia; así como en lo personal, también en lo social y lo público, tras un golpe de mano político, otro más del presente Régimen, emerge un estado de shock, de parálisis, un camino pedregoso y desconocido, tanto de aceptación de los hechos como de regreso al estado normal o natural. Este tránsito popular vivido en España, donde la indignación es el fuego que lo alumbra y lo templa, es decir, el objeto es la ignorancia propia del indignado, en su desarrollo, pasa por momentos de rabia, impotencia y desazón en las calles, y que es promovido por los mismos órganos estatales a la vista de todo español. Situación donde el espíritu está revolucionado y el alma se contiene quebrantada, debido al desconcierto y la ira de los sentimientos, que más allá de la ausencia de aliento, en los lares de la afonía y la mudez, aguarda a la espera de la calma y la quietud, cayendo en el agotamiento, para dar paso en la mayoría de los casos a la desidia y la rendición, cuando aún no se ha hecho el ejercicio de asumir las causas de la tradicional indigestión política.

Todo este recorrido, en virtud de la conciencia, único espacio verdadero entre lo vivo y lo muerto, entre lo gobernante y lo gobernado, pasa por el Tribunal de la verdad, del examen personal y de la reflexión, que la razón vierte como condimento sanador y auxiliar de esa alma desamparada. Estar sin ser, y seres sin estar, hasta que la verdad coloca en su lugar todos los elementos infecciosos y perturbadores, influyentes y causantes, que suelen estar en manos de la represión, de una mentira o de una traición. En el ámbito de lo personal y también en el ámbito de lo público, que es en el que se desarrolla este artículo, esto sucede de igual forma, a diferencia que, en lo político, que es lo público, existe un precedente de convivencia y relación con otras personas que comparten esas mismas causas, que son exactamente las mismas para ambos, para unos benignas y para otros perjudiciales, al margen de cada uno de los intereses sociales.

¿Quién puede hablar hoy sobre asuntos públicos o políticos en España? En principio nadie, no solo porque nadie alude a las causas, reglas de juego, sino a su ideología, a la verdad parcial; o lo que es lo mismo, nadie que haya votado el 23 de julio, no porque no tenga derecho, sino porque, o bien es digno de la impotencia y la rabia, o bien es víctima de la traición y la mentira. Por eso, es difícil que podamos oír o escuchar durante el próximo año 2024 que nos recibe, a muy pocos, o más bien a nadie, en España, hablar de ningún tema relacionado con la política. Irónicamente, o más bien con tinte exasperado, en España, en ese momento no le interesa hablar de política a nadie, en cambio, se obedece a todo lo dictado, hasta a lo que viste a una persona de infame; o lo que es lo mismo, nadie quiere pasar por el Tribunal de la verdad, así pues, es mejor cerrar la boca y seguir obedeciendo a lo que sea y manifestarse en favor o en contra de no sé qué. Ese es el demencial y fantasmagórico derrotero.

El estado actual de la cosa o res pública en España, y para sosegar con un somero acercamiento a las causas políticas de esa fatiga de la que empecé hablando, no puede tener otra causa que no provenga del propio ordenamiento político, es decir, del poder, es decir, constitucional o de la ausencia de esta. De la forma de gobierno o de todos los elementos variables dentro del Estado, y esa forma no es, por razones palmarias y reconocidas, la democracia, sino, el Estado de partidos o Partidocracia. Una forma de gobierno que constata, por necesidades de las relaciones entre órganos del Estado, como son los partidos estatales, el valor supremo del consenso, estrangulando a las mayorías, que es la base moral y funcional de la democracia, para guardar un equilibrio de las estructuras y legitimidad del poder. Son normales e inherentes a esta forma de gobierno los pactos entre órganos que residen y controlan las instituciones estatales para constituirse, sin necesidad de acudir a la sociedad que lo padece, en el poder. Una prueba más de que no existe democracia y de que el consenso es un obstáculo para que la haya. Pero aquí solo quería esbozar algunas de las causas que a todos afectan, políticas, tanto a los beneficiarios como a los reprimidos, que son la inmensa mayoría.

 

 

Pero cuando se habla de consenso, de pacto, de convite, se habla de principios, que no pueden ser otros que los morales, ya que estos son la expresión máxima de la política. Y no solo está invadida y atada la moral, sino su resultado, que es la forma y la manera de pensar y las relaciones entre individuos sociales, que acaban siendo falsas, nulas o ininteligibles. Es por esto que, cuando hay consenso, inevitablemente, debido al coto legal permitido, exista y predomine una degradación de la moral y una extinción del pensamiento, el cual, sin capacidad de alternativa que no provenga de ese coto, no puede ser materializado, dando lugar a manifestaciones o expresiones fantásticas en los actos sociales, que viven al margen de los elencos cortesanos que habitan en el Estado y a las verdaderas causas que prenden esos tumultos de extraviados.

El modo de dominación, pues, el Estado de partidos, es legal, y es ilegítimo porque el poder no lo constituyen los gobernados, que son a quienes atañe esa potencia gubernamental, que se constituye por imposición de consensos. Es legítimo entonces, en virtud de la calidad de ciudadano, que las potestas (legislación) no lleguen a ser obedecidas, ya sea por motivos de índole racional o moral. Las leyes son impuestas por pactos. No se puede obedecer ni regir la vida social mediante el Derecho porque ya no existe, no puede haber jurisdicción porque hay consenso y no hay nada que cumplir, no hay un ordenamiento jurídico, no hay un fin que no sea el de la perdurabilidad de una clase estatal dentro del Estado. No existe Justicia legal. No existe, siquiera, en virtud del principio de jerarquía de los cargos, ningún órgano de control y supervisión de tal manera que las capas inferiores puedan tener el derecho de recurrir o alegar al superior.

Dicho esto, como advertencia en base a un criterio organizado y coherente, si hay obediencia, ya no es a los propios partidos, al colorido faccionario socialdemócrata del Estado, a quien se va a obedecer, sino, aludiendo al sentido de dominación weberiana, en la creencia en la legitimidad del poder, que es uno de los motivos posibles por los que pueden llevar a los hombres a obedecer a otro o a otros, y que en España, esa autoridad moral, que solo puede dar la parte gobernada, sin muchos saberlo, está dirigida y orientada al consenso del que, luego después de los resultados, se reniega. Se cree y se atiende el hecho de pacto de unos con otros, no al partido en sí, que para tener poder no le queda otra alternativa que la de consensuar con otros. El ser o no de un partido, en España, y ya desde hace años, ha terminado por ser una absurda postura social, inerte, cínica, que, fáctica y verdaderamente, no tiene la más mínima relevancia política, una de ellas, por ser órganos del Estado obligados a pactar, sin embargo, en cuestiones de la moral, la carga de prejuicios y la consecuencia de una traición al elector permanente la mantiene infectada de cinismo y penuria. El voto no puede ser otra cosa que un acto perverso y enfermizo.

¿Qué es lo que se obedece en España? Se obedece a los pactos entre una clase estatal que no puede representar al gobernado, se obedece a los intereses de poder ajenos a la sociedad civil, se obedece a la corrupción, por consiguiente, las leyes, ilegitimas al ser dictadas por el poder Ejecutivo (B.O.E) y nulas de pleno derecho, al ser dictadas con mandato imperativo del “Banco azul” prohibido en la Carta otorgada de 1978, y atendiendo al jurista alemán Rudolf von Ihering, estas, al ser un conflicto de intereses, es palmario que no pueden obedecer ni ser dictadas nada más que en favor de unos intereses que solo se pueden dar legalmente dentro del Estado, en virtud de poderes fácticos como la Banca, aseguradoras, multinacionales etc…, o incluso, si nos salimos del territorio nacional, de la oligarquía europea, que es quien gobierna desde Bruselas a España, y no en la sociedad civil gobernada. ¿Cómo no se van a sentir inferiores los españoles con respecto de otras naciones, si lo primero que tienen que sentir los españoles es ser miembros una misma nación, al contrario de lo que sanciona la Ley fundamental de 1978? Es normal que reine el silencio y la mudez, cuando no queda vergüenza que vista las voces de la más mínima decencia. Reflexión para niños de primaria. Si has votado, ahora tienes lo que tú has querido.

 

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También en el Nº XXII de enero de 2024 de la Revista 2023 Libertad Política

 

Art. Redactado por Antonio HR, domingo 31 de diciembre de 2023.

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