La sociedad perdida. Cap. V. Indigencia moral
¿Ustedes no saben que hay consenso, que hay unanimidad de todos los partidos, y sindicatos, para estar juntos en el poder, que es un reparto de los poderes del Estado que dejó el Dictador, que no existe oposición política como tal ninguna, que no hay izquierda ni derecha, eso lo llegan ustedes a entender? Me refiero a los que votan o tienen intención de hacerlo. ¿Les quedan a ustedes fuerzas para aguantar la inmoralidad e indecencia pública que implica atender a los asuntos del Estado como son los órganos o facciones que lo componen (partidos políticos y sindicatos)?
La falsedad que se manifiesta en una persona con la intención de corroborar y corroborando en el juego sucio al votar a cualquier facción estatal con excusa de tal o de cual o en nombre de quién o de qué, el poco o ningún espíritu de quién ya no le importa nada en la vida de participar en un fraude electoral sabiendo que sí lo es por la ausencia de representación y facultad de elección por parte del elector, es la mayor de las miserias morales que ha podido germinar en la humanidad de la mano del Estado de partidos. Un espíritu social que se mantiene hoy, y tras más de cuatro décadas, a base de golpes al propio votante, que vive, sabiendo y sin saber, apoyando y legitimando la mentira y la corrupción sistemática del Régimen que lo somete, dándole legitimidad, apostando por órganos del Estado que no le representan, solo por interés ideológico, ideologías que son obsoletas y son utilizadas únicamente para excusarse en son de la participación. Un rebaño de individuos, muchos de ellos indignados, apoyan la corrupción diciendo que, otro rebaño de individuos, que también legitiman la corrupción con su voto, están equivocados de ideología o de “bando”. Los votantes tienen un espíritu que se sustenta otorgándose la autoridad moral y arrogancia de presumir de la mejor ideología, y sin existir ninguna ideología política, son todos ellos partícipes y cómplices de la corrupción generalizada.
La cobardía y el deterioro de la moral es de tal grado, que el votante español jamás tendrá valor a mirar a la cara la verdad pública y política. Una putrefacción del alma y el espíritu empujado por la soberbia y la postura de obcecado irracional, fanático de la locura premeditada.
Una modo de vida pública desorientada por la falsedad y la cobardía, que se aleja de la verdad política a golpes de indigencia moral e impostura hacia el suicidio de la sociedad. El apoyo a la corrupción con el voto utilizando la excusa de combatirla. La infantil y estúpida lloradera de la expresión “y el otro más” ante la inútil cuestión de la partitocracia de quién es el más corrupto, siendo el Régimen partitocrático del 78 un Régimen que sólo puede funcionar con corrupción, siendo este factor de gobierno.
Le interesa votar al corrupto, al cobarde y al fanático, o al enterado, interesa porque de otra forma implicaría reconocer la verdad pública ante los demás, por eso, tantos cobardes hablan de política a base de opiniones y de escepticismo, porque conviene torcer la realidad única para seguir compartiendo la corrupción, porque son incapaces de desprenderse de su inmoralidad pública. No hay otra manera posible y además pacífica que no sea la de abstenerse, ya sólo por el mero hecho de guardar la dignidad de uno mismo. No hay manera, desde dentro del Estado, de cambiar un átomo de lo que hay, esa excusa, no le vale más que al cobarde que no quiere cambiar nada. Son las facciones precisamente las que se han apoderado del Estado, los que lo componen, quien no lo van a soltar ni van a renunciar a él, nadie servirá al oponente que es la Nación en contra de sus intereses de partido ni de intenciones personales honestas; incluso si nadie los votara, aunque no haya más que miseria y degeneración. La clase estatal anclada en el Estado ha hecho de un servicio público una profesión, y eso es lo que los votantes legitiman, alimentan a un monstruo sin control en manos de personas que nadie ha elegido para estar ahí.
Realidad política que no reside en ideologías, ni tampoco en opiniones ni modos de ver las cosas, pues estas opiniones no tienen valor ninguno al ser personales, no está tampoco la realidad de los españoles en la economía ni en las clases sociales, no está en la igualdad social o democracia material, tal idea es una utopía naturalmente. La realidad política se puede ver muy bien y de manera sencilla en los resultados políticos reales, los que sí se ven y están a la vista de cualquiera, donde cualquier persona sea responsable objetivamente y se mire al espejo y se diga así mismo si está representado políticamente por una persona que hable por él y por sus convecinos ante el poder, es decir, si elije a una persona en concreto para esa función y reconozca quién es, y si verdaderamente hay separación de los poderes del Estado, es decir, si hay constitución o no la hay. Todo lo demás que se diga es falso y es mentira, como podemos ver tras la experiencia y los hechos fehacientes, porque es en lo que se sostiene la excusa del cobarde y de la mentira.
El juego de la Partitocracia ha superado el hecho moral de la servidumbre voluntaria de quién se somete voluntariamente a un amo, eso ha quedado atrás, el asunto es más horrible porque, tal participación, depende del rencor personal y el odio ideológico al convecino, no se cree ya en el acto de votar, se hace por despropósito; de la indigencia moral, una conciencia podrida instalada y sujeta en aquellos que, sin pudor ni vergüenza ninguna, ni siquiera con la más mínima responsabilidad cívica, presumen de su color faccionario haciéndonos creer a los que no votamos a la corrupción por dignidad, que ellos son la solución al problema, sabiendo y siendo conscientes de la única verdad política anteriormente citada, que no hay Libertad Política Colectiva, lo cual no hay democracia y que no hay constitución ninguna en vigor. La cobardía se ha hermanado mediante los votantes a España, que se sostiene mediante la mentira y la inmoralidad pública. No se quejen entonces ustedes si cada vez todo es peor, se toque donde se toque.
Y es verdad, que los gobiernos tienen los pueblos que merecen.
Antonio HR, a 22 de abril de 2022