(Imagen principal, Mural “Liberacion”, Palacio de Bellas Artes, Ciudad de Mexico).
La sociedad perdida y el camino hacia la hegemonía cultural.
El hecho fundamental que precisa, para todos aquellos que deseen un verdadero cambio sociopolítico, llegar a una conciencia y conocimiento cultural colectivo político en una sociedad, es conocer la propia sociedad, costumbres, hábitos y sobre todo carácter. Quiero enfocarme en este escrito principalmente a la sociedad española, que es mi patria natal y donde yo he crecido. Prestando atención a las consignas tanto políticas como sociológicas, un referente irrefutable que podemos señalar como protagonista de la vida de los españoles es la apariencia. No sólo referente sino también valor personal e individual, en el momento en que cualquier persona sale por la puerta de su casa, y en el ámbito político porque, el sistema requiere de ello; primero por la ausencia de Libertad Política y, a posterior, en el momento en que existe y se instala el consenso político; todo lo que vemos a la vista en los medios es una apariencia de que exista democracia o simplemente que exista la política o, que sea real y cierto todo lo que vemos, y es que el consenso es la negación para que haya política. La política es una lucha constante por el poder, una relación de poder, el consenso precisamente, es una transgresión de principios para un acuerdo en conciencia y así evitar esa lucha, liquidar esa disensión necesaria para que exista la política. Entonces, todo lo que veamos en el campo político en España es una apariencia cuando hablamos de política por que no hay Libertad Política y hay consenso. Eso se traslada también a la vida pública, es decir, al campo social. La apariencia, marca un valor tan importante a modo personal que, a la hora de estar seguro de uno mismo, se ha dado una importancia elevada siempre a aquello del “qué dirán”, en cualquier lugar donde otras personas, conocidos y no conocidos puedan presentarse y conocerse, convirtiéndose incluso para algunas personas en un complejo. Todos sabemos, a parte de los estudios sociológicos y de psicología que disponemos en cuanto a las personas y sus relaciones con sus iguales, que a los individuos o las cosas las conocemos según y dependiendo de cómo nos las presenten, cuando y dónde, así ese recuerdo o esa identificación con esa cosa o ese individuo, será relacionada con el conocimiento de uno mismo según la impresión y según la apariencia de la que venimos haciendo referencia anteriormente, de aquel momento de haberlo conocido.
Con esta reflexión he querido enfocar el mensaje principal del tema del que habla este texto que quiero exponer, se trata de la hegemonía cultural. La palabra hegemonía en términos de filosofía y sociología viene del griego eguesthai, que significa conducir, ser guía, ser jefe y, también, del verbo eghemonero que significa guiar, conducir, de lo que deriva comandar o estar al frente; este vocablo en términos generales, podríamos definirlo, como el poder o la dominación de la sociedad, culturalmente, que prevalece en un momento histórico determinado. Un poder que impone sus reglas y deseos de que debe ser más fuerte que cualquier otro poder. Término que, hasta la obra de Gramsci, (en la foto), el filósofo italiano, no se empezó a usar en el ámbito cultural. Un concepto que se usará como sinónimo de dirección cultural, además de política, y que su conquista y desarrollo, según el filósofo italiano, se tiene que desarrollar, no desde el poder establecido del Estado, sino desde el seno de la sociedad civil. Para el filósofo italiano, lo que implica adquirir en una sociedad la hegemonía cultural es modificar y cambiar el orden en la intervención del poder en cualquier ámbito sobre la vida cotidiana de los individuos de esa sociedad y la trascendencia de este en todas sus esferas que son relaciones de dominio. El concepto de hegemonía se extiende en un campo mayor que el de cultura en una sociedad por su insistencia en relacionar el proceso social con la distribución del poder y la influencia en él. Lo que sucede en el concepto de cultura es que no aparece la distinción entre clases ni el poder de influencia entre ellas. Sólo se puede enfocar en el plano abstracto el hecho de que los hombres definen y configuran sus vidas; como en una sociedad existen ciertas desigualdades específicas en los medios y, por lo tanto, para llevar a cabo este hecho, lo que sucede en España es, que no existe hegemonía cultural de ningún tipo, porque es una oligarquía, son los partidos quien tienen la hegemonía de poder, tambien electoral, sobretodo los dos partidos más trascendentales, pero no poseen hegemonía cultural; pues los partidos se molestan en la propaganda y no en la instrucción de lo que realmente es carente la sociedad intelectualmente. Existen tres tipos de hegemonías, cultural, de poder y electoral, en España, y siguiendo el descubrimiento de Gramsci, aunque no es aplicable la obra del filósofo italiano en España, pues esta dirigida al período previo de los fascismos en Europa y no al sistema electoral de proporción de listas que es el que hay en España, Gramsci se dirige al sistema parlamentario; anoto este pequeño detalle por si hay alguna confusión de querer aplicar la obra de Gramsci en España. Como digo, siguiendo la tesis de Gramsci, la lucha para adquirir esa hegemonía cultural, como dijo el pensador italiano, se tiene que dar desde el seno de la sociedad civil, ¿y qué sucede en España?, que todo es y pertenece al Estado, los medios de comunicación y todas las instituciones y, por esa razón, no puede existir hegemonía cultural, porque la radio, la televisión y la prensa y todas los centros de enseñanza como escuelas y universidades son y están politizadas por los partidos estatales, que luchan sólo y exclusivamente por uno de los tipos de hegemonía que hay que es la electoral.
Lo que realmente marca el objetivo de la hegemonía cultural es una forma de sociedad más creativa, y capaz intelectualmente en lo que respecta al conocimiento necesario para poder solventar los problemas que la acontece y para su futuro incierto en el terreno político y social. Si lo que se pretende es cimentar y plantar una hegemonía cultural alternativa a la que el poder dominante establecido mantiene en este momento, es necesario y preciso, establecer una oposición o una guerra de posiciones, cuyo objetivo es cambiar los valores y conocimientos establecidos, crear una nueva conciencia colectiva inevitablemente, no de todos, pero si de un mayoritario número de personas y, así, encaminar a esa sociedad a un nuevo modelo y orden social. Partiendo de esta base y siempre desde movimientos de la sociedad civil, se trata de la creación de un nuevo intelecto asociado con la misma sociedad civil, que parte de la base de los mismos individuos de esa sociedad con nuevas propuestas y demandas. Me refiero, no sólo a una clase o estatus de una sociedad, sino promovido e incluyendo a todas las clases. La única intención y objetivo que tiene este mensaje es concienciar y señalar a la sociedad y no la manera de pensar y sus ideales, pues eso estaría en el terreno personal, pero sí unos principios básicos y conocimientos en el campo de la política que, al menos, hoy en día, en España son desconocidos, manipulados y mal usados, generalmente en peso de la clase estatal en el poder. Tampoco se trata de llegar al poder y dominar, se trata adquirir un resultado significativo en el producto de la acción social y sus relaciones en el ámbito público, mucho más importante que llegar al poder incluso, porque esta conquista hegemónica cultural no sería un fenómeno temporal momentáneo si no que garantiza la continuidad de conciencia pública de la sociedad.
Toda conquista o cambio nos lleva inevitablemente a un proceso. El proceso de conquista de la hegemonía cultural pasaría, no sólo por situaciones diferentes naturalmente gracias a los acontecimientos, sino por determinadas fases. Proceso que, por la naturaleza de este, trae consigo una alta dificultad de difusión dado el carácter tan complicado que tienen los asuntos políticos y de la sociedad para su entendimiento; de cualquier manera, considero adjetivar tal proceso desde el principio de la voluntariedad ciudadana, es decir, que no sea la cultura algo que se tenga que vender, inculcar o hacer creer como si fuera una ideología o una antigua religión, en cualquier caso, ha de ser una revolución a conciencia y paciente. Para hablar de hegemonía cultural, uno de los principios que tenemos que encontrar en las personas durante la difusión es voluntariedad, hablamos de interés. También otro valor principal, el de la responsabilidad, de tal manera que ese interés por conocer sea la semilla de la creación de la misma conciencia individual, que mediante las relaciones entre los individuos y el período de difusión y conquista se haga colectivo. Nadie puede ser forzado a aprender nada de lo que no esté en disposición de su voluntad, como pudo ser en las dictaduras del siglo XX en Europa y en España en el Régimen franquista, a no ser que sea su interés personal el que lo lleve a conocer el contenido de cualquier materia; igual que nos pasa, naturalmente, voluntariamente y en conciencia cuando queremos conocer a una persona o no. Tanto en el conocimiento en las relaciones entre personas como el conocimiento intelectual, es un hecho intencionado de la mente del ser humano, que deja que esos conocimientos y saberes entren en su mente y le hagan conciencia, y se conozca más o menos sobre ese contenido dependiendo del interés que se muestre. En resumen, considero tres principios para que esa conquista de carácter revolucionario y cultural se puedan dar: la disposición, que es un tercer valor principal que hace referencia a la aptitud tomada ante lo que se pretende instruir, la voluntariedad y la responsabilidad. Un ejemplo que quiero poner para que nos sirva para entender lo que quiero decir con voluntariedad, disposición y responsabilidad, lo tenemos en aquel niño en la escuela, que reniega de aprender, de adquirir conocimientos de cualquier materia, ya porque no le guste la materia o simplemente porque no quiera estudiar, por mucho que se le fuerza, incluso provocaremos el efecto contrario, no esperemos que ese niño adquiera conocimiento ninguno y, mucho menos conciencia de la materia. Porque de no ser voluntario y con disposición de la persona a adquirir ese conocimiento, considero que sería un tanto impuesta, forzada u obligada y también lo podríamos calificar como un convencimiento artificial, que se podría confundir incluso con propaganda de cualquier asunto, pues una cosa es la propaganda y otra la cultura y el saber; hablo de que el individuo tiene que tener una predisposición para el aprendizaje, dice el filósofo estadounidense Humboldt, que las puertas de la mente se abren desde dentro.
¿Podríamos decir que hoy existe hegemonía cultural en la sociedad española?, no, no podemos decir que existe hegemonía cultural, hoy eso que se puede llamar hegemonía cultural en España, pertenece a los periódicos más trascendentes y conocidos, los documentales de la televisión y los programas de “prensa rosa”, lo que podemos percibir en los medios no es cultura, se llama propaganda estatal. Ni siquiera en ninguna institución, colegios, universidades y escuelas, tienen el objetivo de mantener o crear una hegemonía cultural, puesto que son instituciones estatales, controladas y dominadas por el Estado, politizadas, y como dijimos al principio, debe de ser una revolución desde la sociedad civil y no desde ningún órgano o institución estatal. Ni siquiera internet podríamos decir que es un medio donde podamos conseguir una hegemonía cultural, no es un lugar propicio ni para la reflexión ni para el estudio, pues desde siempre y cada día más, es un vertedero de contenido variado confuso, un noventa y cinco por ciento manipulado y falso. No sería un lugar para dar con la verdad ni descubrirla ni para adquirir conocimientos, pues la verdad precisa de reflexión, de pensamiento y atención personal, de meditación, e internet, es un lugar de paso e inmediato, no es un lugar donde nos pongamos personalmente a reflexionar sobre nuestros conocimientos. Internet, es un medio hoy en día, donde lo podemos usar de entretenimiento, un lugar para conocer personas, curiosear y como mucho, encontraremos algún lugar o espacio cultural, como este, donde podamos consultar y aprender algo formalmente.
Volviendo a la sociedad, uno de los objetivos principales sería adquirir en una gran parte de los individuos un conocimiento homogéneo de los mismo conceptos y términos básicos en política, es decir, que cualquier palabra y significado no sea explicado de diferente manera por cada individuo, fenómeno que sucede entre las personas de la sociedad española muy a menudo con ciertos términos y conceptos políticos, o más bien con casi todos. Hablar entonces de hegemonía es hablar de un imaginario cultural social compartido, y, además, donde todas las clases están implicadas. Dirigiéndonos más específicamente a la sociedad española, las personas, la calle, como hemos explicado en otros artículos y como podemos apreciar a lo largo de los acontecimientos históricos de los últimos casi cien años, sobre todo desde la Guerra civil, es un pueblo sometido a regímenes autoritarios, sin saber y tener un conocimiento de lo que es elegir ni decidir absolutamente nada en el ámbito político; todos podemos observar, que es una sociedad que ha tomado una personalidad de obediencia ciega y dependencia directa del poder que la somete, un estado de servidumbre, que se hace voluntaria en el momento en que cualquier ciudadano se acerque a una urna a ratificar la estructura de poder que le domina. La oficialidad del Estado, del señorío individual de las distintas clases en sus poblaciones basado en la apariencia, de esa apariencia de la que hablábamos al comienzo del artículo basada en el complejo y el miedo al “qué dirán”. Una sociedad que, a la vez de venir de un pueblo antiguo y forjado en su larga vida cultural, de costumbres y acontecimientos históricos, en cambio hoy en día, y tras tan longeva historia, se ha convertido en un pueblo mentalmente duro de roer, con una mente cerrada y las ideas fijas. Solo es la obediencia a las instituciones y medios que sostienen el poder, y entonces sí, desde ahí el pueblo español se muestra servil y obediente, pero nada curioso con todo lo que esté al margen de lo que marque el Estado. Un ejemplo que podríamos señalar en cuanto a hegemonía cultural en España es la que, mediante la iglesia, el Régimen franquista, inculca y desprendía el conocimiento a los individuos, hoy, como anteriormente hemos dicho, la hegemonía cultural ha desaparecido prácticamente, no hay cultura de nada. No puede ser la cultura hegemónica de nada, pues es una sociedad que no vive ni tiene realmente conocimientos culturales colectivos o generalizados, entre otras cosas y principalmente porque es una sociedad que vive de creencias, tópicos y composiciones de lugar individuales, personales y particulares; donde se vive de la opinión y no del criterio ni de la definición y descripción, es decir, que cada individuo cree o piensa diferente e independientemente sobre la descripción o definición de cualquier concepto, sobre todo de ámbito político. Por eso, no puede ser la cultura hegemónica, porque para que lo fuera, el mismo concepto y término, debería de ser igual descrito por una gran parte o una mayoría de los individuos, siendo además conscientes de ello. Imaginaros entonces, si la dificultad que tiene encaminar y pretender que ese niño que no quiere estudiar o no le gusta el tema, lo aprenda, qué tan complicado será hacer conciencia intelectual de manera colectiva, en una sociedad con la mente totalmente cerrada, sierva y sometida al poder, a la oficialidad del Estado, saturada de vasallaje y corrupción, mermada moral y mentalmente, y con la obediencia por bandera de lo que se dicte desde el poder dominante por aquello del “qué dirán” como la sociedad española, que para que adquiera un conocimiento intelectual público o político, es decir, de lo que a ella misma le atañe, generalizado y lo admitan y, que acepten el hecho de que es algo de su necesario aprendizaje hoy, ahora de nuevas, es una tarea arto de complicado, pero no imposible. Una sociedad que lleva cuarenta y tres años violada por sus gobernantes, saqueada, sometida y, que, como acabamos de ver últimamente con los acontecimientos de las alarmas virales, con el uso de las mascarillas y los confinamientos exagerados e innecesarios, hasta tal punto que es una sociedad que prefiere arrodillarse ante el poder que la somete, antes que salvaguardar su negocio o su trabajo; esto es un hecho, pues de hecho es que miles de negocios, de todos los sectores, han cerrado este último año.
Estamos hablando, como muchos de ustedes saben de una revolución, de un cambio, precisamente cultural, pacífico, puesto que es la cultura el arma de lucha para hacer conciencia, especialmente de algunos términos en política desconocidos, como son la Libertad política y la democracia. (En la foto una imagen conocida de la Revolucion francesa). Conceptos los dos desconocidos, manipulados y mal usados, sobre todo en peso de la clase estatal y la propaganda partidista del Régimen, no sólo en sus mítines preelectorales, sino en todas las instituciones y medios de comunicación estatales, la que se pretende difundir en la sociedad española, ya que, el conocimiento real en cuanto a esos términos, es la llave y el camino, primero hacia esa hegemonía cultural, segundo la revolución cultural y tercero una conquista física del hecho que traen consigo dichos términos, tan extraños para la sociedad española; cuarto llegar a la capacidad de control de los gobernados a los gobernantes mediante el ejercicio de la Libertad Política y por medio de la forma de gobierno de la democracia. Hoy, esto que estoy escribiendo para el pueblo español, según aquellos que no lo entienden, o no lo quieren entender, es algo utópico e irrealizable, pero tan sólo es una excusa barata para que nunca se cambie nada y nunca haya ni Libertad Política ni democracia.
Otro de los factores que predomina en la sociedad española, a parte de los que hemos señalado anteriormente, es el de el miedo. Provocado tras décadas de represión y de ausencia de libertad, se ha incrustado en la sociedad, formando unas raíces sólidas y de género constitutivo de sus costumbre y hábitos; es el miedo un factor que ha ido regando el pueblo español tanto por parte de los gobernantes hacia los gobernados, como por parte de la propia sociedad para consigo misma. Este es un tema, que necesitaría un artículo aparte, y que sólo quiero anotarlo porque es real y para decir que es el miedo y la cobardía a lo desconocido que los individuos, naturalmente en el ser humano, le impiden dar un paso adelante y descubrir horizontes nuevos y otros objetivos. Por eso se precisa necesariamente una revolución cultural, y alcanzar una hegemonía cultural, porque es un arma sólida y eficaz contra lo desconocido y para combatir ese miedo. Una vez adquiridos esos conocimientos, con lo cual una conciencia de ellos en el terreno público, ahora sí, es el momento de lanzarse y dar el paso a lo desconocido, a la conquista de la Libertad Política, que hoy, está enterrada bajo los temores y la confusión de los términos y conceptos de la sociedad española. (En la imagen, la hegemonia cultural, los estereotipos y el trabajo humano).
La tarea de difusión y de instrucción para llevar a cabo una revolución cultural y así llegar a una hegemonía intelectual, tiene hoy en España algunos inconvenientes, pero entre ellos quiero señalar dos de ellos que son los más relevantes; será un cometido harto de difícil sobre todo cuando se trata de difundirlo en una sociedad que voluntariamente y sin ningún tipo de criterio se encuentra sometida a los medios y la propaganda estatal, tanto de partidos políticos como de instituciones oficiales del Estado, radio televisión y prensa; es transmitir el contenido para que millones de personas cambien de parecer en cuanto al funcionamiento político y su realidad desde la precision de la ciencia y de la filosofía y, hacer adquirir a los individuos nuevos conocimientos de carácter desconocido hasta día de hoy, siendo además términos y conceptos tan unidos y relacionados con la propia moral y personalidad del individuo como son aquellos de ámbito político. Reconozco que si no fuera consciente de que es posible y no confiara en ello, no perdería un segundo más en la causa. Otro impedimento e inconveniente para que esa lucha y conquista de la hegemonía cultural salga hacia adelante es la condición del régimen y la estructura de poder. Me refiero a la funcionalidad del sistema político, que arrastra tras de sí a toda la población a la obediencia y sometimiento de la oficialidad del Estado. No hay ninguna institución, ni la radio, ni la televisión ni la prensa que no dependa del Estado, pues son herramientas de este para la pura propaganda de los programas electorales de los partidos estatales del Régimen. Tampoco son los colegios ni universidades, que ya no se dedican ni se preocupan de facilitar ni allanar el camino de la cultura, hoy ya no se enseña en los centros de enseñanza, se adoctrina y se pretende educar, algo que pertenece al campo familiar y espiritual; toda la información está redirigida y no hay opción libre de aprendizaje, ni tampoco se fortalece el talento ni la inteligencia de aquellos que la tienen en las diferentes materias. Otro inconveniente, este, más a modo personal, es el curioso fenómeno de la sabiduría innata, ese individuo que a pesar de su incultura y desconocimiento en la materia, cree saber de ella, o de cualquier tema que se exponga y sea pues imposible que esa persona abra su mente para adquirir nuevos conocimientos y sabiduría. El creer en tópicos, creencias y composiciones de lugar personales sobre lo que nos ocurre y atañe en el día a día en la vida política, es una anomalía, una enfermedad, que podríamos asociar muy bien con un complejo, un defecto llamado síndrome de Dunning Kruger (recreacion pintoresca en la imagen), que consiste en la creencia de saber más de lo que realmente se sabe, ese hecho, hace que la persona esté convencido de que lo que dice sea cierto, es decir, cuanto menos se sabe, más se cree en saber. Tratar de explicar algo a este tipo de personas puede resultar un caos y un esfuerzo sobremanera, pues la mente es algo de uno mismo y el querer saber y conocer, como decíamos anteriormente, corresponde al interés y voluntad personal; si lo que estamos pensando es que ya lo sabemos, la disposición, es decir la aptitud para saber, la estamos eliminando de facto. Hablaré también, sin dejar de lado otro fenómeno inconveniente a la hora de abrir la mente e instruirse en el saber, ese es el miedo, miedo que, esparcido y propagado por el Régimen y sus brazos institucionales, padece la población ante todo acontecimiento político. La sociedad española se ha creído ser libre con libertades y derechos otorgados, es costumbre padecer miedo, es habitual tras las tantas décadas, casi un siglo de represión mental, que sufre el pueblo español bajo regímenes autoritarios. Ha sido el miedo el protagonista del día a día de los individuos en España, hasta tal punto, de que en la actualidad sufre como nación un gran malestar de una sociedad infeliz y la pérdida de su propia identidad como nación, arrastrado por las ambiciones partidistas que no son de su incumbencia, pues estas pertenecen y se deben al Estado y no a la Nación; y el miedo a lo desconocido, la sociedad española, como dice ese antiguo dicho, prefiere lo malo conocido que lo bueno por conocer, un auténtico despropósito que solo puede llevar al fracaso y a la servidumbre voluntaria de los individuos.
Naturalmente y, tras la experiencia política en la que sumerge España y el resto de Europa, los acontecimientos y trayectoria de los últimos 50 años atrás, todo lleva a que se tiene y se debe de dar un cambio necesaria e irremediablemente, aunque las personas no lo sepan, no les interese hablar de ello, les parezca utópico e incluso lo nieguen. Sólo tras un conocimiento y estudio riguroso de la historia y de los hechos, y sobretodo desde la revolución francesa hasta nuestros días, se podrá percibir que el cambio y la revolución hoy está más cerca de lo que podamos creer y es que, cuando un régimen como por ejemplo el del 78” en España, está roto, podrido de corrupción, destrozado porque no soporta más los temblores de la mentira que lleva consigo y esa infinita corrupción de todas las instituciones y personas dirigentes de la clase estatal, acompañado de una corrupción moral del pueblo que lo ratifica en las urnas, y no solo hablamos de corrupción material, sino moral, el cambio se debe de dar inevitablemente tarde o temprano; los españoles al menos, lo deben de saber y ser conscientes de ello, y estar también preparados e instruidos para cuando llegue ese momento. La hegemonía cultural no es algo que se llegue a ver de la noche a la mañana, ni puede ser un fenómeno que sea impositivo, recordamos los tres principios que señale anteriormente, voluntad, disposición y responsabilidad, por mucha necesidad que traiga el cambio, todo cambio lleva un proceso; a no ser que sean dictaduras u otros regímenes autoritarios como el que tenemos en España, que mediante la represión y el miedo, le sirven de carburante para el funcionamiento de toda la estructura gubernamental y la promoción de sus ideas y planes intelectuales para la sociedad, en la dictadura se hacía por la fuerza, y hoy, en el Estado de partidos que hay como forma de gobierno desde hace 43 años, se lleva a cabo mediante la mentira y la confusión mental del ciudadano.
Como hemos señalado al principio del artículo, si hablamos de hegemonía cultural, debemos hablar de voluntariedad, que la mente se habrá intencionadamente para adquirir tales conocimientos; es imprescindible también la disposición, es decir la aptitud del individuo, para que la instrucción y la adquisición de ese conocimiento no sea confusa y llegue de manera clara y sea entendible sin tener que ser un erudito; y la responsabilidad, para que pueda ser precisamente hegemonía y se guarde como una cultura colectiva, de la nación, del pueblo, y así pueda llegar a ser conciencia también.
¿Qué podemos hacer o cómo podemos llegar para alcanzar una hegemonía cultural?, yo digo, no precipitarse, estudiar y atender a los acontecimientos, a lo que nos rodea, a la naturaleza de las cosas y de los fenómenos que influyen directamente a la sociedad y al individuo.
(En la imagen Barrabas guiando a las masas de Jerusalen que mostraban indiferencia a Cristo, representa la falsa enseñanza y la falsa propaganda y el oportunismo que trae la ambición de fama, poder y dinero, en ese momento de cambio, eran habituales los falsos mesias)
“El producto de una falsa y equivocada lucha por la Libertad es la confusión, la tergiversación, la corrupción y la adulación de falsos mesías que nos llevarán al fracaso”. Un error garrafal en el que caen algunas personas a la hora de entender lo que es la hegemonía cultural y llevar a cabo la difusión de la materia es la precipitación. La hegemonía cultural precisa de un proceso, un período de tiempo en el cual, las poblaciones, pequeños municipios y localidades, alcancen por sí solas ese interés por conocer y ser conscientes de lo que quieren cambiar. Esas comarcas o barrios y zonas del territorio nacional, y no todos al mismo tiempo, serán quienes irán adquiriendo mediante los vecinos de estas, de casa a casa, de vecino a vecino, de oreja a oreja, ese conocimiento y así reconocerlo e identificarlo y cuadrarlo en su mente. Debe de ser un hecho de confianza mutua entre los convecinos de esa localidad, un plan en común tras la experiencia y vivencia de los acontecimientos políticos y sociales. Es otro error, considero también imprudente, el hacer entender o intentar explicar de manera profunda y explicativa a cualquier transeúnte de la calle, todo puede quedar generalmente en una simple charla de barra de bar, y más si reconocemos y somos conscientes de la pésima situación social generalizada que hay de hecho, todo puede terminar cuanto menos en una discusión ideológica o en esos derroteros, aunque siempre puede ser que hay alguna excepción de algún transeúnte interesado en saber de qué se trata, pero nada más, pura curiosidad temporal; la hegemonía cultural hemos dicho que lleva consigo disposición y responsabilidad. Otra típica forma, errónea e informal es la pregonada callejera, el griterío y el anuncio con megáfono de la idea y causa; niego rotundamente tenga fruto esta forma tan impertinente, escandalosa y molesta de mostrar e informar al individuo un conocimiento y un saber cultural, es la forma de presentar la idea lo que más nos tiene que interesar, como decíamos al principio sobre la apariencia, vamos a rescatar ese concepto, la presencia y apariencia de uno mismo, esas manifestaciones y movilizaciones callejeras con altavoces, que sólo inducen y producen romper la tranquilidad de la calle, tranquilidad que por la naturaleza del momento, brilla por su ausencia. La situación, si tan solo prestamos atención al momento y situación que tenemos en España, tras los pasados confinamientos y recortes de libertades individuales y derechos, el que sale hoy a dar un paseo a la calle, ya sea a diario o en tiempo de descanso, es para hacer sus planes, tomar el aire, respirar al aire libre tranquilamente y disfrutar de su tiempo, aunque últimamente lo de respirar algunos voluntariamente han tomado la decisión de no hacerlo llevando en su cara un trapo o una ridícula mascarilla. Volviendo al asunto, quiero volver a recordar sobre las formas y modales para presentar la causa. No se trata de dar una lista de puntos a seguir, porque no se trata de un tema simétrico y mecánico, sino que coge el aspecto como una fórmula de carácter químico, pues cuando se trata de personas y de la moral e interés de estas, mezcladas con la llegada de nuevos acontecimientos sociales, podremos determinar el resultado de la disposicion para la difusion de ideas y la predisposición al conocimiento dependiendo de la reacción de esta mezcla; lo que aún más no debe de importar es primero la forma de presentar lo que queremos y conocer la naturaleza del lugar donde lo vayas a hacer, es decir, conocer el terreno, las personas y premeditar la reacción de estos ante la idea. De forma cuidadosa, formal y atenta a esas personas que serán las que se interesará o no, dependiendo mucho de como se lo presentemos. Al igual que los humanos, las personas conocemos a otras personas según el lugar y los modos de cómo nos los presenten, así nos marcará en un futuro la relación con tal individuo, en el campo de las ideas pasa y sucede lo mismo. Imaginaros, que un día de descanso cualquiera, cuando casi todos o una mayoría de los individuos de la zona está descansando, se presentase un grupo de personas con altavoces y megáfonos y se pusieran a vociferar en los aledaños de la zona, gritando quién sabe qué, que quizás el mensaje sea cierto, pero las formas y maneras, y más cuando se trata de mostrar y enseñar algo tan relevante en la vida pública como es la Libertad en mayúsculas y en singular, pongo en duda y me extraña, que esos individuos de la zona, presten la más mínima intención de voluntad para saber ni siquiera de que se trata el asunto, al igual que cualquier transeúnte, aunque siempre puede ser que por curiosidad y no con responsabilidad y disposición, que son principios básicos para la hegemonía, puedan prestar al conocimiento de la causa; y todo sea, que no se le cruce el nervio a algún convecino y tengan que salir corriendo con megáfonos y bártulos incluidos, o simplemente que cualquier agente de policía les cuartee la broma. Romper la paz y tranquilidad de un lugar, no es acción, no es lucha, no es nada más que provocar el rechazo a la causa y así su difusión e imposibilidad de que, al menos, en ese lugar tenga ya o vuelvan a tener interés por cualquier idea, es decir, se provoca un efecto de rechazo e indiferencia de lo que se pretende informar.
Lo que quiero señalar para que mi mensaje y reflexión lo pueda entender cualquiera, es que debemos atender al momento y, así, obrar dependiendo de, el momento, las personas y la situación del lugar; son factores para estudiar previamente antes de lanzarse a cualquier movilización o manifestación en lugares públicos. Si lo que estamos diciendo es que no hay hegemonía, entonces debemos tener en cuenta que no hay conciencia de la causa, no está identificada ni mucho menos por una mayoría, entonces, cualquier manifestación a modo callejero, es inútil en este momento de no conocimiento y de incultura de la idea y conceptos que se pretende mostrar, es decir, no es identificada la idea, ni será posible que ese mensaje pueda llegar a ser entendido por casi nadie. Lo cual, puede provocar efectos contrarios como decíamos, el rechazo, la indiferencia, la no disposición, la confusión, la tergiversación de la idea del movimiento y sea confundir más de lo que ya se está previamente, o simplemente se confunda y se equivoque con otra causa que no es la que se pretende señalar.
¿Es el Estado algo que cualquier movimiento pueda subestimar?, no lo creo, y menos en estos momentos de decadencia de su funcionalidad que provocan por necesidad de la naturaleza misma de las instituciones y el ámbito gubernamental, en una situación pésima como la actual, el fuerte abuso y represión del pueblo, empezando con recortes de libertades y derechos y la coacción y fuerza desde los agentes de la autoridad, policía y Guardia civil. Como es una conquista, y es una conquista al margen del Estado, porque es precisamente del Estado del que nos debemos de proteger, ser conscientes de que la causa perjudica como es obvio al Estado; no se dude pues, que muchas manifestaciones sean disueltas, confundidas o manipuladas por los medios en el acto. Como digo, no es del todo eficaz luchar por una causa cuando se trata de luchar con un poder mil veces superior. En cambio, cuando hablamos del cuándo y el momento y, si hablamos de que se ha adquirido un mínimo de conocimiento, no en todos los lugares, pero si sea notorio este fenómeno, allí donde lo haya, puede ser fructuoso la idea de salir a la calle y manifestar, haya donde la causa e idea sea identificada, no por todos, pero si por una mayoría notoria. Se precisa de un reconocimiento del contenido del manifiesto por una parte del pueblo, para que no produzca rechazo ni confusión; cuando hay un mínimo de conciencia de lo que se pretende enseñar, entonces sí podríamos empezar a hablar de salidas y manifiestos en la calle. No pretendais, aquellos ilusos, que una manifestación de unos cientos de personas provoque o estimule conciencia de algo, pues lo que provocará será quedar en ridículo ante los medios del Estado.
Tras haber señalado algunas de la precauciones que, a mi juicio, se deben de tomar a la hora de traer a una sociedad la hegemonía cultural, la de la Libertad Política y la democracia en este caso y, atendiendo el carácter de la sociedad española, ese carácter rudo y firme de sus ideas, ideas venidas de la costumbre servil del pueblo ante el Estado, atendiendo a la situación actual tras más de un año de confinamientos y recortes de libertades y derechos y una represión social alterada, quiero señalar, a parte de las formas y el momento, también la naturaleza de las formas; me refiero a la confianza vecinal. Que la idea se presente entre convecinos de poblaciones pequeñas, allí donde todos se conocen, bloques vecinales, urbanizaciones y barrios, familiares y amigos de la vida cotidiana, de manera que sea la voluntad del individuo la protagonista del hecho, de ninguna de las maneras puede ser la causa la bandera, sea cual sea la idea, porque entonces estaremos hablando de que sea o no aceptada. Esa mezcla la podemos determinar mediante hechos reales como: la pura voluntad e interés, la predisposición, que de manera también en un cierto grado de discreción, la formalidad de los actos, la realidad del saber y del conocimiento, la necesidad de la causa, la reacción a los acontecimientos y la disposición individual, la llamada a la presentación, la virtud en el tiempo del momento, la no precipitación, como digo, son factores y valores necesarios para hacer frente a este cometido de la hegemonía cultural. No tanto somos los revolucionarios de la Libertad Política Colectiva y de la democracia formal como forma de gobierno, los que tenemos que ir, sino dejar que vengan los voluntarios e interesados, con predisposición personal, para adquirir el saber de esta. Pensar en el cómo se presente la causa, tan necesaria como sabemos y somos conscientes los que la conocemos, para la sociedad, así se aceptara por el pueblo o no, en este laberinto de confusión, miedo, soberbia y desconocimiento y, la presencia de creencias y tópicos que no llevan a ninguna parte. Se puede entonces encender una luz en cada rincón, por muy pequeña que sea para ir viendo. Quiero recordar que, en los momentos más difíciles y finales, nos encontraremos falsos mesías pregonando la libertad, oportunistas del momento decadente, para llevarse consigo tajada de lo que queda de la tarta de aspecto carroñero. Predicadores y reveladores de la verdad, anunciadores de la buena nueva, o simplemente nos podremos encontrar una ambición por la fama y reconocimiento en la lucha por llegar a la hegemonía cultural, de hecho, la revolución cultural que se pretende.
Antonio HR, 1 de mayo de 2021.
Excelente artículo. Esta revolución cultural es imperativa ya que nos avalanzamos al desastre. Todo lo que esté en mi mano para difundir. Gracias por esta estupenda web que sirve de guía para quienes necesitan saber. Un saludo Repúblico.
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