(En la imagen, “El engaño de Max Ernst o sus aparentes disparates”, Paris, 1938, es la explotación sistemática de la coincidencia casual, o artificialmente provocada, de dos o más realidades de diferente naturaleza sobre un plano en apariencia inapropiado y el chispazo de poesía, que salta al producirse el acercamiento de esas realidades).
Los medios y los fines, “La revista”, escritos de abril de 2022, N II
Todo pueblo que desee tomar parte en cualquier cambio de carácter político o público hacia el terreno de la idea, permanente en todo momento y Nación, de la Libertad Política Colectiva, no puede estar subyugado a la esencia de lo que precisamente quiere cambiar, no puede constituir ni conformar los propósitos a los que en ese momento está atado. Sin adquirir, como primera condición, una consciencia y un grado intelectual de la naturaleza del poder o del Régimen al que está sometido, todo intento de lucha o manifiesto será fallido, e incluso, como solemos ver habitualmente, hasta puede resultar ridículo, porque, al no tener el fundamento de la verdad causal política determinada que lo acompañe, se convertirá automáticamente en demanda política de cualquier facción habida o por haber. Por consiguiente, cualquier manifestación o reunión social que quiera defender a cualquier órgano estatal o relativo al Estado, como son los partidos estatales o sindicatos del Estado, o se quiera reivindicar desde su inútil indignación la falta de derechos o de democracia y representación, o cualquier otra practica donde, de manera suplicante, se lloren a gritos deseos de mejora y otros intereses del pueblo, como nos dice la experiencia en este periodo partidocrático, será indefectiblemente inútil y no tendrá ningún resultado positivo o en provecho; será perder el tiempo de facto y alimentar lo que tanto se quiere sembrar desde el Estado, una sociedad indignada por los malos gobiernos.
De tal manera que, sin un conocimiento básico de las características del Régimen de poder y una conciencia verdadera de cambio, de oposición y contraria a lo establecido, será imposible comenzar cualquier movimiento e intención de moción por parte de los individuos. Y como siempre es un mal gobierno por necesidades inherentes al Régimen, como la corrupción es un factor de gobierno para que se pueda gobernar, como sin corrupción no se puede gobernar, como no hay democracia, en España, no hay ningún momento en que los deseos de las personas que conforman la sociedad se atiendan de manera eficaz y pertinente, a no ser que por necesidades de asuntos electorales y propagandísticas tengan que regalar, como cebo para el voto, cualquier petición por parte del pueblo en algunos asuntos necesarios.
Quiero señalar dos principios veraces y esenciales para que, todo lo que vemos, pueda funcionar: uno es la participación, la legitimación del pueblo, el apoyo moral a ello, la autoridad espiritual desde la conciencia individual con la esencia del Régimen, la sumisión irracional al fraude legislativo, llevado a cabo por el Estado, y esa participación ilícita unida a la falta de dignidad en la intención de acudir a las urnas, votando a partidos que están marcados con el sello de la corrupción, y que forman parte y dan fuerza a un Régimen de naturaleza corrupta; segundo, por otro lado, compartir la mentira y el engaño que va adherido y hermanado con el mismo Régimen, seguir hablando de democracia, de constitución, de representación y de elecciones, porque, para que se pueda hablar en dichos términos, se tendría que andar en unos lares donde, los deseos y propuestas de los individuos, se vieran reflejadas, en mayor o menor medida, en los resultados políticos y sociales, y eso, lamentable y desgraciadamente no ocurre ni puede ocurrir, ni ha ocurrido nunca en el Estado de partidos, porque así, de esa manera, estaríamos hablando de la mayor de las fantasías (como aquellos que hablan de que el periodo de la partidocracia ha sido el periodo más próspero y democrático que ha tenido España), otra forma más de acompañar a la propaganda y a la mentira abandonado la evidencia de que todo cada vez está más muerto. Es en la verdadera oposición donde la verdad toma su papel más importante, como principio y herramienta para recortar la autonomía de la gran mentira en la que vive desde hace más de cuatro décadas el pueblo español, sedado gracias a la propaganda estatal imperante en los medios, que ha conseguido hacer “opinión pública” su contenido, evitando el libre criterio y pensamiento individual natural de las personas. Ya el hecho de corroborar y seguir a tales medios, en mi opinión, es un acto de corrupción moral de uno mismo, atendiendo a lo que es tradicionalmente una evidente mentira a gritos.
Señalar la verdad, como contraria a esa mentira necesaria y reinante, es el principio básico para que exista algún día Libertad de todos, siendo realmente un ejercicio imprescindible y perentorio en este momento de locura social: primero para la formación de una sociedad que sabe en qué terreno se mueve, sensata y segura de sí misma, con un grado intelectual suficiente como para no ser engañada ni humillada, que es lo que sucede hoy; segundo porque la mentira, que está en todo momento y situación tiene límites, tal margen está allí donde la verdad se dice, se muestra o se señala. Esta práctica de la verdad como contrario a la mentira, que debería ser algo natural de lo que no habría que sentir temor ni vergüenza, ya que es la defensa de lo que nos oprime que es el Estado, se desarrolla en el ámbito de la esperanza de Libertad, en la consciencia de la acción en lucha verdadera, esa que erradica cualquier conato de corrupción y de participación impía en los asuntos sucios, especialmente los de los partidos y lo que atienda a la atención a estos. Muestra inequívoca de valor y de honor, de dignidad como persona, como ciudadano libre, como ejemplo para otras personas, que por miedo o por falta de costumbre, no saben o no conciben esa idea de Libertad.
Con estos incisos, que en mi consideración, son extremadamente necesarios y hay señalar y poner en movimiento para la conquista de la Libertad Colectiva, hoy en manos de las facciones que conforman el Estado y la Monarquía de origen franquista, no como reacción o ideología, sino como acción contraria y oposición real a lo que hay, con el único propósito de frenar la evidente decadencia en todos los aspectos públicos presentes y ciertos, esos que abrazan la vida cotidiana de los españoles, que sin querer, sin imaginárselo siquiera, ellos mismos están cortando las vías respiratorias y desechando sus organismos vitales, físicos y morales, para enfrentarse a esta situación imparable y cada vez más de evidente deterioro de todo. No es inadecuado entonces, que revolvamos las conciencias en nuestros lugares donde nos movemos, con la única intención de despertar del letargo y de la pasividad social ante la injusticia, porque es verdad que una conciencia y una moral conexa creciente entre individuos, resuelve el problema del miedo o el temor ante la presión del Estado y sus brazos coercitivos y de potencia; No se trata tampoco de hacer masas ingentes de personas, se trata de que, esa parte inteligente y organizada en los ámbitos vecinales, sea la guía y un aliento para otros cuando el momento lo requiera, un momento, dada la insostenibilidad y el grado de putrefacción de todo en el Régimen del 78, cercano y, quizá, más próximo de lo imaginado.
Antonio HR, a 15 de abril de 2022.