(Reflexión a la imagen de portada. Caricatura mexicana del gobierno durante el siglo XIX. “El humor corroe, desacraliza, expone y exhibe a los hombres de poder. La caricatura del siglo XIX mejicana es una lente de aumento que permite ver en su textura y en sus contradicciones a los actores políticos que al paso del tiempo se convirtieron en estatuas y procéderes de la patria”). 

 

Los medios y los fines, “La revista”. Escritos de abril de 2022, Número II de la revista Libertad Política

 

Temas: Sociedad. Acción política. Cultura política. Corrupción moral. Indignación social. Medios y fines de la acción. Oposición política.

 

Todo pueblo que desee tomar parte en cualquier cambio de carácter político o público hacia el terreno del ideal, permanente en todo momento y nación, de la Libertad Política Colectiva, o Constituyente, no puede estar subyugado a las consignas de lo que precisamente quiere cambiar, y no puede contribuir a conformar una conciencia nueva de libertad, la que no hay, estando atado a los propósitos que garantizan la permanencia de lo actual. Sin adquirir, como primera condición, una consciencia y un grado intelectual de la naturaleza del poder o del Régimen al que está sometido, todo intento de lucha o manifiesto será fallido, e incluso, como solemos ver habitualmente, hasta puede resultar ridículo. Al no tener el fundamento de la verdad causal que lo acompañe, se convertirá automáticamente en demanda política creadora de la oferta política por quien ostenta el poder. Será inevitablemente zarandeado por el poder y sus brazos coercitivos. 

A este fenómeno de irritación social, el cual ya se ha experimentado en España (movimiento del 15-M) en un intento de cambio, inútil y fracasado por desconocer dichas causas, le sostiene la indignación, propia de la ignorancia de esas causas, que tanto ayuda al mantenimiento del poder establecido. Por consiguiente, cualquier manifestación o reunión social que quiera defender a cualquier órgano estatal o relativo al Estado, como son los partidos estatales o sindicatos del Estado, cualquier reivindicación de indignación por la falta de derechos, democracia o representación, o cualquier otra práctica donde, de manera suplicante, se llore a gritos deseos de mejora y otros intereses de los gobernados, como nos dice la experiencia en este periodo partidocrático, será indefectiblemente inútil y no tendrá ningún resultado de cambio. Una acción de indignados será siempre un fracaso absoluto. Será perder el tiempo de facto y alimentar lo que tanto se quiere sembrar desde el Estado, una sociedad indignada por los malos gobiernos.  

De tal manera que, sin un conocimiento básico de las características del Régimen de poder, acompañado de una conciencia verdadera de cambio, de oposición y contraria a lo establecido, será imposible comenzar cualquier movimiento e intención de moción por parte de los individuos. Y como siempre es un mal gobierno por necesidades inherentes al Régimen, como sin constitución la corrupción es un factor de gobierno para que se pueda gobernar, como sin corrupción no se puede gobernar, como no hay democracia, en España, no hay ningún movimiento jugador con las reglas de juego vigentes en que los deseos de las personas que conforman la sociedad se atiendan de manera eficaz y pertinente. Es una evidencia del despropósito la que proviene de la atención a la propaganda, aquella que, por asuntos electorales y propagandísticas, el poder regala, como cebo para el voto, cualquier petición o ruego para calmar las almas de la excitación opresora, y así muchos, vayan a votar en un intento desesperado. 

Quiero señalar dos principios veraces y esenciales para que, todo lo que vemos, pueda sostenerse: el primero tiene que ver con la participación, es decir, la legitimación del pueblo, la connivencia con la tesis oficial y la autoridad moral que desde la conciencia social garante de las urnas sin democracia mantiene la esencia del Régimen. La sumisión irracional al fraude legislativo, acatando leyes que son contrarias u opuestas a los intereses de los gobernados, por no ser conducidas por una cámara legislativa nacional, sino dictadas por un poder ejecutivo del Estado, es propio de un pueblo atrasado y resignado. Tanto la obediencia ciega de la que hablamos y esa participación ilícita en las urnas, tiene que ver en la mayoría de los casos con la falta de dignidad y decencia en la intención de acudir a las urnas votando a partidos que están marcados con el sello de la corrupción, y que forman parte y dan fuerza a un Régimen de naturaleza corrupta.  

Por otro lado, el segundo factor de sustento de lo actual se refiere al cinismo. Es el principio de la verdad objetiva. Contraria a la mentira, en cambio esta se comparte sin pudor, siendo inherente al mismo Régimen. Seguir hablando de democracia, de constitución, de representación, separación de poderes o de elecciones, son ejemplos de dicha impostura. Para que se pueda hablar en dichos términos se tendría que andar en unos lares donde, los deseos y propuestas de los individuos, se vieran reflejadas, en mayor o menor medida, en los resultados políticos y sociales, y eso, lamentable y desgraciadamente no ocurre ni puede ocurrir, ni ha ocurrido nunca en el Estado de partidos. Dicha conducta se trata de argüir en base a la mayor de las fantasías; se puede oír así frases atronadoras por su cinismo como: “el periodo de la partidocracia ha sido el periodo más próspero y democrático que ha tenido España”; abandonado la evidencia de que todo cada vez está más muerto. 

Es en la verdadera oposición a lo que hay donde la verdad toma su papel más importante, como principio y herramienta para recortar la autonomía de la gran mentira en la que vive desde hace más de cuatro décadas el pueblo español, sedado gracias a la propaganda estatal imperante en los medios, que ha conseguido hacer “opinión pública” su contenido, evitando el libre criterio y pensamiento individual natural de las personas. Ya el hecho de corroborar y seguir a tales medios, en mi opinión, es un acto de corrupción moral de uno mismo, atendiendo a lo que es tradicionalmente una evidente mentira a gritos. 

 

(En la imagen, “El engaño de Max Ernst o sus aparentes disparates”, Paris, 1938, es la explotación sistemática de la coincidencia casual, o artificialmente provocada, de dos o más realidades de diferente naturaleza sobre un plano en apariencia inapropiado y el chispazo de poesía, que salta al producirse el acercamiento de esas realidades).

 

Señalar la verdad, como contraria a esa mentira necesaria y reinante, es una conducta básica para que exista algún día libertad de todos, siendo realmente un ejercicio imprescindible y perentorio en este momento de locura social. Primero para la formación de una sociedad que sabe en qué terreno se mueve, sensata y segura de sí misma, con un grado intelectual suficiente como para no ser engañada ni humillada, que es lo que sucede hoy. Y segundo, porque la mentira, que está en todo momento y situación tiene límites, tal margen está allí donde la verdad se dice, se muestra o se señala. Esta práctica de la verdad como contrario a la mentira, que debería ser algo natural de lo que no habría que sentir temor ni vergüenza, ya que es la defensa contra lo que nos oprime, que es el Estado, y se desarrolla en el ámbito de la esperanza de libertad, es conductora a ella y de ella. Sin verdad jamás puede haber libertad. 

En la consciencia de una acción de lucha, esa que erradica cualquier conato de corrupción y de participación impía, especialmente la que tiene que ver con los partidos estatales, no puede haber ningún intento de revuelta dentro del juego partidocrático. El cambio no puede venir desde el interior de este, debe de ser un movimiento desde el exterior, desde principios y con herramientas fuera de la legalidad vigente. Muestra inequívoca de valor y de honor, de dignidad y ejemplo de ciudadano libre para aquellas personas que, por miedo o por falta de costumbre, no saben o no conciben esa idea de libertad. 

Con estos incisos, que en mi consideración, son extremadamente necesarios y hay señalar para poner en movimiento una acción verdadera de conquista de la libertad Colectiva, hoy en manos de las facciones que conforman el Estado y la Monarquía de origen franquista, no como reacción o ideología, sino como acción contraria y oposición real a lo que hay, se atiende al propósito de frenar la evidente decadencia en todos los apabullantes aspectos públicos presentes, esos que abrazan hoy la vida cotidiana de los españoles, que sin querer, sin imaginárselo siquiera, ellos mismos están instigando a que así sea en las urnas sin democracia. La indiferencia, el cinismo y la confusión, obstruyen las vías respiratorias de la democracia y la libertad, desecha cualquier posibilidad de que la haya algún día. Pero estos factores, no solo impiden el cambio, lo peor es que ofrecen la consumación del espíritu público de la sociedad, desgarran la moral y la pierden. 

Es arduo y pesado, a la vez que digno de la decencia y dignidad, enfrentarse a esta situación imparable y cada vez más evidente del deterioro de todo. No es inadecuado entonces, que revolvamos las conciencias en nuestros lugares donde nos movemos, con la única intención de despertar del letargo y de la pasividad social ante la injusticia, porque es verdad que una conciencia y una moral conexa creciente entre individuos, resuelve el problema del miedo o el temor ante la presión del Estado y sus brazos coercitivos y de potencia. No se trata de hacer masas ingentes de personas que no saben hacia dónde se dirigen, se trata de que, esa parte consciente e inteligente y organizada en los ámbitos vecinales, sea la guía y un aliento para otros cuando el momento lo requiera, dada la insostenibilidad y el grado de putrefacción de todo en el Régimen del 78, cercano y quizá, más próximo de lo imaginado. 

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Redactado por Antonio HR, viernes 15 de abril de 2022.

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