(En la imagen, más de cien mil personas se reúnen en Canarias tras salir Trevijano de la cárcel en julio de 1976 y convocar las más fervorosas manifestaciones por toda España con el cartel que él mismo elabora: “AMNISTÍA Y LIBERTAD”, aun cuando ya se sabía que la ruptura era imposible por la traición de todos los partidos sin excepción a la causa revolucionaria de la ruptura democrática).

 

El punto de encuentro para la revolución por la libertad, la Junta Democrática de España

 

Temas: Revolución. Ruptura democrática. Junta Democrática de España. Libertad Política Colectiva.

 

Los cauces de la Historia siempre han dado a las naciones la oportunidad de ser libres, de protegerse y de manifestar su genuino carácter. El estado de guerra ha sido, y es, siempre condición humana, solo los imperios y el poder de los estados han logrado, allí hasta donde llegaron los límites de su soberanía, encontrar temporalmente la causa de la paz. Pero en el momento en el que, andando el tiempo, degenera su autoridad, el poder de sus leyes se abruma y la razón de cohabitación ha perdido todo su vigor original y originario, las costumbres y tradiciones que lo sujetaron han fenecido, consecuentemente, la desesperación que provoca el atrofiado espíritu de la res pública agita a la parte más activa e inteligente, que son la minoría, a salir del torbellino enloquecido que suponen aquellos poderes que han perdido su identidad o su fisonomía, la revolución ha sido siempre el viaducto de la esperanza de los pueblos para salir de la órbita de dominación a la que estaban sometidos. En política, al igual que en la ciencia, si se quiere avanzar, es únicamente mediante rupturas de paradigmas, como explicó de manera excepcional el filósofo de la ciencia Thomas Kuhn, y la revolución es su corolario, la que aparta el tapón de las ollas a presión que contienen a las personas enloquecidas dentro de los regímenes de poder desgastados y degenerados, tiránicos o corrompidos. No hay otra salida.

Cuando el ser humano se dio cuenta de que la vida pública tiene algo que ver con la libertad de las personas, que el poder político no viene de la Providencia, sino que es un espacio hurtado por una ínfima minoría a esa libertad con la que venimos al mundo, se dio lugar la primera vez en la historia de la humanidad la primera revolución por la libertad, al otro lado del Océano Atlántico, en las salvajes campiñas de Norteamérica, donde habitaban unos cuantos cientos de miles colonos ingleses, que ante el trato abusivo y depredador de la Metrópoli, y gracias a una moral y espíritu de libertad, supieron conectar sus conciencias para imponerlas por encima de la soberanía que les ordenaba la vida pública. Dieron la vuelta al orden del poder, cambiaron el paradigma político y constituyeron ellos mismos la primera y única Constitución que hasta la fecha existe en el planeta Tierra. Nunca más, en toda la Historia del ser humano, se ha vuelto a realizar tal proeza humana, donde fuese el hombre y su conciencia que tumbara al soberano y él mismo creara su sistema de dominación. Todas las demás revoluciones nunca fueron tal o fracasaron, fueron movimientos sociales, de clase, que nunca lograron cambiar las consignas del poder, que terminaron en reformas de lo que ya existía, sin variar el orden politíco, que buscaron una utópica igualdad en virtud de eso que nadie ha sabido explicar llamado “la voluntad general”, invento de nuestro querido amigo Rousseau, y que siempre terminaron en consulados, guerras mundiales, dictaduras y tiranías y revueltas sociales extraviadas mermadas a base de violencia y sangre. 

 

 

Desde entonces, en este viejo continente, siempre se ha pensado con la desamparada consideración de las personas sobre los asuntos públicos, que las reformas serían la solución para los problemas políticos, y lo que son conflictos sociales irresolubles, la lucha de clases, sería siempre confundido con lo que es un problema político, que no puede ser otro que la ausencia de libertad para canalizar civilizadamente ese conflicto innato y natural entre los hombres. Lo que lleva a muchos regímenes de poder a la Guerra Civil. El fracaso del comunismo es un ejemplo, y la actual ideología o modelo actual en Europa de la Socialdemocracia es otro, que pretende meternos por los ojos que todos seamos iguales. Las revoluciones por la igualdad serán un fracaso absoluto de aquí y hasta que quede el último hombre, porque la desigualdad está en la naturaleza. No así en el caso de la libertad, la Colectiva, la única forma de libertad que existe, la que hay solo dentro de las fronteras norteamericanas, que es la única revolución posible y realizable, y la única que puede, una vez conquistada, garantizar la igualdad de derechos y oportunidades a los habitantes de aquellas naciones que la conquisten.

Entonces, surgió en España, en las postrimerías del franquismo, un movimiento tal. Es raro leer esto porque nunca nos lo contaron, y cuando nos lo han contado nos lo han contado mal y equivocadamente. El origen se llamó Antonio García-Trevijano, artífice, coordinador y promotor del concepto de ruptura democrática, es decir, de una revolución por la libertad política de los españoles. Esa andadura, siempre fue destinada a terminar con toda estructura, todo símbolo y toda personalidad que representara a la dictadura del General Franco, comenzó con el asesinato de Carrero Blanco, y tras un proceso unitario, que fracaso, surgió del carisma, la experiencia e inteligencia en la acción de su propio artífice, súbitamente, en julio de 1974, la única revolución política por la libertad sin precedentes en la historia europea, que llevaba por nombre la Junta democrática de España. No hubo, desde su fracaso, otra cosa que el régimen heredero y reformista de la dictadura, que es el actual Régimen de 1978, nada más prioritario de ser el punto de mira, lo que al poder más horrorizó y de lo que más se encargó de esconder, silenciar o confundir, que el espacio vital de la Junta Democrática de España, la cual su propio triunfo, fue la causa de su fracaso. 

 

 

Todo lo que se ha contado sobre la Junta Democrática de España responde a una Gran mentira, que es la que ha forjado el actual Estado de partidos. Esa mentira está incrustada en el espíritu de los españoles por haber sucumbido al engaño de sus verdugos; por parte de los herederos de Franco la traición a los principios de los vencedores en la Guerra Civil, y por parte de la oposición a la dictadura, aquellos que siguieron los pactos inmorales y degenerados de quienes les traicionaron. Todos hoy traicionados en eso que llamaron el consenso político, pintorescamente reconciliación y concordia. El complejo oportunista y reprimido que existe hoy en la mayoría de los españoles por compartir esa Gran mentira, la posibilidad que hubo de alcanzar la libertad y la democracia política en España, constituye hoy esa moral degenerada y desesperanzada que fehacientemente podemos apreciar, un espíritu amargado absolutamente y una voluntad decadente, incapaz de expulsar por la boca la evidente realidad liberadora que les ofreció la Junta Democrática de España; los españoles estuvieron a punto de conquistar la primera libertad política europea. Siguiendo el engaño y la traición de los jefes de partido, que no quisieron avanzar el paso que faltaba para la conquista de la libertad, asegurándose con los pactos sus cargo y poderes sin dejar que la libertad Colectiva de los españoles le pusiera a cada uno en su sitio, después de haber usurpado todos los partidos sin excepción la proeza de la Junta, que fue agrupar a toda la oposición a la dictadura y sacar a la calle a multitudes en toda España a diario durante dos años, hoy nadie quiere hablar de aquello, y esas ideas y acciones se las apropian precisamente aquellos quienes traicionaron a millones de españoles por la ruptura. Hoy se vive como si el hecho de la revolución no hubiera existido, como si se pudiera pasar de una dictadura a una democracia sin haber efectuado una revolucion política, silencio contenido e irritante, que acumula la natural angustia que sienten los hombres cuando quieren hablar, pero su hastiada conducta y consideración cívica se lo impide.

 

El espíritu de la Junta Democrática está hoy más vivo que nunca, en aquellas personas que, sin buscar el poder, la fama o el dinero, buscamos para la nación española una liberación moral y política para hacer justicia aquellas almas que dejaron su vida, su tiempo y su afán en la revolución por la conquista de la libertad política Colectiva de la nación española.

 

También en el Nº. XXVIII de julio de 2024 de la Revista 2024 Libertad Política

 

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Artículo redactado por Antonio HR, domingo 18 de julio de 2024.

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