(En la imagen, La reina doña Juana la Loca, recluida en Tordesillas con su hija, la infanta doña Catalina. Francisco Pradilla y Ortiz (1848 – 1921) Óleo sobre lienzo, 1906. Madrid, Museo Nacional del Prado)

 

¿Hasta cuándo van a seguir sometiéndose los españoles?

 

No caben juicios personales para justificar el hecho y la acción anormal y corrosiva que implica la participación en una urna donde el individuo se dedica a apostar su futuro y el de su familia, como en los verdaderos Casinos y Salas de juegos, por unas etiquetas (da igual cual color), formadas por unas listas de personas que no tienen exactamente un átomo de vínculo con el elector. Ese hecho real ya implica de facto en la acción de ir a votar la convivencia con alguna superchería o artificio en conciencia. El acto de ir a votar, siendo consciente de lo que aquí escribo, implica verdaderamente una anomalía, no sólo en la mente, sino en la moral de la persona.

Que ésta, no tenga posibilidad en la urna de elegir personas físicas y poder controlarlas una vez elegidas, no sólo hace del votante participar en una mentira o una ficción, sino que implica en él una moral enervada y corrompida. Es un rechazo a la dignidad de la persona. Para ser sincero con uno mismo, no sólo hay que reconocer el verdadero fraude público que conlleva este tipo de prácticas engañosas, ridículas a la vez que peligrosas, sino aceptar la mentira para liberarse de la ponzoñosa atadura que produce la identificación personal con unos colores que la razón, la sensatez y el análisis objetivo los aparta totalmente de la realidad profunda y los problemas verdaderamente importantes de la vida pública. 

Atendiendo a la razón, a lo cabal y a lo sensato, y también a la responsabilidad tanto personal como cívica, lo que una persona en su sano juicio haría, y atendiendo también al estado paupérrimo de las cosas, es no votar a ningún partido del Estado. De hecho, cuanto peor esté la situación política, al contrario de lo que generalmente se cree por ignorancia, menos hay que votar. Quien atiende y cree en tal corrosivo ejercicio de votar sin Democracia, es decir, sin control a sus gobernantes, manifiesta públicamente su deseo de fracaso constante, que no puede terminar de otra forma que no sea en el delirio, la demencia y la locura. (En la imagen, “El juicio de Salomón” ).

Votar en un Estado de partidos es apoyar un reparto del botín del Estado, por lo tanto, natural y consecuentemente, se apoya y se es cómplice de la corrupción también. Ello en base a un sistema de votación proporcional, y no de elección, que impide radicalmente la participación del gobernado en los asuntos públicos o políticos. Esto se sabe muy bien. Perfectamente. Y aun así se vota o se tiene las intenciones de hacerlo. Sin elección de nada ni de nadie, sin representación del elector, sin la elección directa del presidente del gobierno en una urna y la de tu representante en otra urna diferente, sin ninguna garantía de cumplimiento de programa electoral, como el que se tira sin paracaídas al vacío, sin control al que se le da poder, sin puente de unión entre gobernados y gobernantes, sin separación de poderes Legislativo y Ejecutivo, es decir, sin constitución, siendo todo una farsa y una mentira como ofrece la evidencia, el que vota en España es verdaderamente un enfermo mental o un sinvergüenza que desprecia su dignidad como persona y sabe que está apoyando la corrupción. Que es más su fanatismo ideológico que su vergüenza pública. 

No hay excusas para ir a los cepos de las urnas del Estado de partidos. Acepten ustedes, los que pretenden ir a las urnas sin Libertad y sin Democracia, que los han engañado toda la vida. En España nunca hubo Democracia ni Libertad, desde 1978 hay un Estado de partidos o Partitocracia vulgarmente hablando como forma de gobierno; una oligarquía de jefes de facción que se reparten el dinero de los españoles dependiendo de la propia sinvergüencería de los propios españoles de participar en el fraude; una sociedad impotente que vive con la espina de la mentira y el miedo, culpable de su propia ruina. Ese hecho es el asunto y eso es lo que hay que tragar. El hecho de no participar en una sociedad infeliz, mordida y arrumbada como es la española, cómplice en la urna del crimen de Estado y de la corrupción, ya hace a un individuo, al menos, vivir de pie. 

Aún hay esperanzas, hay alternativa, y aunque los acérrimos a este Régimen degenerado y putrefacto se cieguen en negarlo, será la Libertad Política Colectiva, la Libertad Constituyente, hecha realidad material en la institucionalización de una Democracia formal o representativa como forma de gobierno y sujeta a la forma de Estado de la República Constitucional, la que dará a los españoles la facultad y el poder de elegir las formas de Estado y de gobierno, donde elegirá a quienes les han de gobernar pudiendo deponerles en caso necesario. 

¡Voten sin democracia hasta sangrar!

 

Antonio HR, jueves 9 de febrero de 2023.

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