El ostracismo de la libertad 

 

En el Estado de partidos, todo lo que se vota y se apoya en las urnas, de manera plebiscitaria y nunca electiva, no es otra cosa que la corrupción institucional, que es fundamental para que pueda funcionar todo su mecanismo, corroborando y poniendo así en magna evidencia la peor de todas las corrupciones, que es la corrupción moral de quien participa de ello. Y que, una vez apoyada la causa partitocrática, la del colorido faccionario estatal, que es el único lugar donde reside el poder y la soberanía en España, el sufragio plebiscitario mantiene legítima la degeneración de todo lo público, de lo político y social, refrendando la injusticia legal que, paradójicamente, es aprobada por los mismos que la sufren, indignados por los efectos que producen las mismas causas que ellos han ido ratificar en la urna. 

El modo de marchar en una forma política sin libertad Colectiva, como el Estado de partidos, traerá consecuencias que siempre e inevitablemente serán las mismas, aquellas que los españoles conocen muy bien empíricamente. La desolación. Para votar en España y querer funcionar e ir concorde a un Régimen que nace ya torcido, envenenado y manipulado, no puede ser de otra forma que no sea con artilugios y residuos mentales, como por ejemplo, hablar de reformas o regeneraciones internas del Régimen como fatuas excusas para ir a votar. Un verdadero “toma y daca” entre dominantes y dominados de perversas intenciones, feas manías y costumbres y de una iniquidad moral inigualable. 

Cualquier persona que haya sido arrojada en esta desvencijada e infeliz sociedad, que es la española, no le quedan más opciones que, o se pudre moralmente y se baña en el cinismo característico y funcional de todo lo público y personal, que es de la única manera que todo puede proseguir como hasta ahora, en permanente desgaste y languidez; o vive al margen, en un orbe aparte, marginado, observando cómo se ofuscan y deshilachan las vidas de los españoles en su día a día, que buscan la salida en las celdas partidistas sin puertas ni ventanas. Una persona que no se quiera regalar la mentira así mismo, en España, tiene que andar evitando siempre la manera de estar implicado en los modos que predominan. La vanguardia liberadora en España está condenada y estigmatizada por la retaguardia de infectados con la enfermedad moral y racional, casi irreversible, de la impotencia, de la rabia y de la demencia furiosa, característica propia de los efectos del consenso político oligarca, devastador del pensamiento libre, del impúdico Estado de partidos

 

 

La libertad no se trata de una ensoñación ni de una utopía, no es una verdad parcial que aplaudan los oídos agradecidos, no es populista ni es libertinaje, no es paraíso terrenal, aunque responde a la naturaleza de los que la tienen. Tampoco es Anarquía. La libertad, la Colectiva, la hay o no la hay. Y cuando la hay, es la luz en la oscuridad, es el orgullo creador, original y originario, por lo tanto, es esperanza; es la verdad, sin verdad no hay libertad, porque verdad sólo hay una, y la libertad se debe a la verdad de la misma forma en que la verdad invoca libertad. Las consecuencias inherentes a la naturaleza de la libertad no pueden traer más que virtudes, honor y dignidad, porque la libertad es madurar, es respeto a uno mismo y al semejante. La Libertad Política Colectiva es radicalmente opuesta, por su naturaleza, a lo estéril, porque es brutalmente innovación permanente, imprevista e imprevisible, no hay libertad si no hay ELECCIÓN y REVOCACIÓN, por consiguiente, es vida, por eso la gran mayoría la tienen terror y prefieren vivir en la quietud característica de los muertos. Es control, por eso es responsabilidad y responsable con ella misma. 

La libertad no es igualdad o justicia social, porque la igualdad social es una utopía naturalmente, la libertad es igualdad de Derechos y oportunidades para corregir los defectos de la naturaleza. Sin libertad Colectiva no hay ni puede haber Democracia. Puede haber, sin Democracia, Derechos y libertades individuales otorgados por el poder mediante leyes, como hay hoy, y que igual que son otorgados pueden ser retirados por los mismos que los dieron. La libertad garantiza esos Derechos y libertades individuales porque los funda y los crea, y nunca es a la inversa. Un Derecho no crea ni da libertad jamás. Por eso luchar hoy por unos Derechos sin tener libertad es abrumadoramente inútil, ridículo y absurdo. Es de redil.

Menos valdrán las excusas de los cobardes, los argumentos arduos de entendimiento de los pedantes y los que presumen de erudición, los tópicos teoremas filosofales que no explican ni dicen nada, que el sentido común, el pensamiento simple y la sencillez de las cosas. El principio de libertad, que lleva implícito estos tres valores, como también el de respeto, es totalmente realizable y no es que sea incomprendido, la libertad sólo puede ser conquistada, lo que hoy se puede observar, y se ha observado durante la Dictadura y durante los últimos cuarenta años de oligarquías de partidos en España, es que la libertad es temida, rechazada e ignorada. Su retroceso en España es justificado con dinero, con pusilanimidad, y, ojalá fuera hipocresía, no, es mucho peor, se entierra con cinismo y confusión.

Los votantes en el Estado de partidos son la lacra y la vergüenza de cualquier sociedad que se considere decente y responsable. Si hay alguien que ha apoyado el empobrecimiento de la Nación española, de su ruina y de la infamia que la cubre es el que vota a facciones estatales sin democracia ni libertad, ya sea en blanco, nulo o lo haga a algún órgano del Estado. Son personas que apuestan en su juventud a la senectud perpetua. Y España lleva viviendo en un ocaso permanente y angustioso desde hace más de cuarenta años, apoyado y resguardado por el interés oportunista, la ignorancia irresponsable y el vago valor. Si decimos pues que la sociedad española es cómplice y culpable de su propia miseria no está fuera de lugar. Es merecedora del lugar lúgubre y hediondo en el que se encuentra. Es garante de él.

Ahora, condenen estos textos al ostracismo, ignórenles y repitan conmigo: “no creo absolutamente en nada ni en nadie, solo en el dinero, y voy a votar a las facciones estatales porque soy un sinvergüenza sin escrúpulos”.

(Moral de la sociedad española)

 

Este artículo lo puedes encontrar en el Número XIV de abril de la Revista Libertad Política.

 

Antonio HR, martes 14 de marzo de 2023.

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