El lenguaje amorfo del Régimen de 1978

 

Temas. El lenguaje. El consenso. 

 

Dando una vuelta por el funesto proscenio de las lecturas autorizadas y la textografía del retrato socialdemócrata oficial, uno no puede dejar de sentir impotencia como de pensar y preocuparse por el magno grado de confusión al que pueden llegar a tener todos aquellos quienes atienden y toman en serio cualquiera de esos artículos o manifiestos, que embargan los cerebros con los mitos que deambulan y germinan en boca de los estandartes conservadores más recalcitrantes del actual Régimen, los jefes y sus predecesores oligarcas de los partidos estatales.

En una constante alternancia entre el fingimiento y la zalamería, el espectáculo teatral de la gran mentira política oportunista y la enfermiza ansiedad de quienes buscan el favor del poderoso y un hueco en los medios oficiales, el hedor insoportable que desprende la fraseología del Régimen revela el estado decesado al que ha llegado el ethos que lo envuelve, en un vil esfuerzo constante de estos rufianes portavoces que se empujan unos a otros, como parásitos en simbiosis de un cuerpo infectado, para deleitar a sus jefes secretando la bilis lingüística partidocrática a su imagen y semejanza y para mantener una roñosa y artificiosa animosidad social perdida materialmente en la actitud pretenciosa, el “tiempo libre” y el “dinero”, y moralmente en la fábula, la desesperanza y el hastío.

Se pueden observar, en esos artículos de la gran aureola de no pocos nuevos “intelectualillos”, que parece que han salido de la nada, y otros tantos catedráticos mediocres, junto con los veteranos de la Gran mentira que perduran anclados como clavo en un ataúd a la corrupción que recíprocamente los mantiene vivos, auténticos disparates y atrocidades conceptuales que, dichas por una persona que es ajena al conocimiento y la materia sociopolítica, nos haría ver el grado de ingenuidad o de cinismo de la sociedad, pero dichas por individuos que se suponen ser los “comunicadores” de la cultura y la instrucción, no estaría yo exagerando en definir este vertedero de vacua palabrería como terrorismo cultural y como barbarie intelectual que de hecho es. No sólo es escrita, quiero decir, la pestilencia de la sustancia comunicadora y comunicante de la Partidocracia, que no es ni dialéctica porque no tiene significado y porque no puede existir juntar palabras al libre albedrío, también se encuentra en la jerga vocal del Régimen, entre esos “intelectuales”.

Los hechos sucedieron durante una conversación entre catedráticos, y he querido destacar, entre multitud de esperpentos lingüísticos allí dispersos entre las miradas expectantes, las dos siguientes expresiones, que por haber llegado a presenciar con mis ojos y a escuchar con mis oídos, he querido soltar aquí. Procedo. ¡Atención con la jugada!:

”Consenso democrático de los Derechos constitucionales” (No existe ningún consenso democrático, es un contrasentido porque el consenso es la UNANIMIDAD y la democracia un sistema de poder basado en las mayorías, si hay consenso nunca puede haber democracia. Es la constitución la que garantiza los derechos mediante la separación de poderes); y: “partidos representativos del gobierno del pueblo elegidos por la soberanía popular” (los partidos no pueden representar a nadie, son las personas físicas las que pueden representar políticamente, el gobierno es del Estado no de la nación y la soberanía está en el Ejecutivo nunca en la nación) 》. 

¡Dios mío! ¡Vieron a la virgen en ese mismo instante! ¡Se hizo la luz!

Estoy hablando de personas que se suponen o creen cultas. Personas con una carrera (la del galgo). Que es lo deprimente del asunto. Aunque a mí me llamó más la atención, por la gravedad que conlleva, cómo miraban los allí presentes alrededor de estos “apóstoles de la política”.

Daría para una biblioteca entera, de retahílas y monsergas, ya desgastadas por su inutilidad y falsedad, que, en la vivencia y experiencia de una forma de gobierno, el Estado de partidos, que sólo admite la decisión soberana legislativa, ejecutiva y judicial del que es presidente en funciones, realmente para cualquier persona que, ya no que piense, sino que sienta, serían como pesadillas monstruosas, espacios muertos, inexistentes o huecos, pero que, aun siendo auténticas aberraciones culturales, en cambio, son la materia y alimento para el comentario, la conversación y el pensamiento de los españoles sin que ello provoque el más mínimo sobresalto. Es más, acogen dichas expresiones como dignas de la mayor erudición. Es increíble el aspecto ridículo y grotesco que coge en directo un debate tal, al son de la imbecilidad, y la sensación que da de pobreza y miseria para las siguientes y futuras generaciones.

Parece como si ya no hubiera capacidad psíquica para hablar bien, normal, utilizando las palabras correctas, sintiendo el verdadero significado de cada vocablo que se dice o escribe. Es más, es un hecho, visto y comprobado, que la inutilidad no es solo para hablar bien, sino para poder escuchar un lenguaje correcto. Es el rechazo y la animadversión a lo correcto lo trágico de lo que aquí quiero manifestar, el aprecio por lo deforme y complicado y la condena de lo simple, sincero y sensato. El vicio, ya no por la mentira incrustada en las venas de la sociedad española, sino su pasión por las cosas sin significado. Su adhesión por lo estéril y lo amorfo.

 

(Imagen principal). Esta silueta del hombre de la foto, creo, es aquel espectador expectante de toda esta amalgama de charlatanes.

 

Redactado por Antonio HR, domingo 5 de mayo de 2024.

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