El compromiso pendiente con la Libertad
Dejando a un lado las fantasías, las ideologías y creencias personales, lo ridículo y lo triste que supone vivir de tópicos y otras inmundicias mentales, y con mi único propósito esperanzador para un verdadero cambio de principios y valores sociopolíticos que impulse el deseo general de todos los individuos hacia él, que naturalmente, y que dada la realidad última, cada vez es más necesario para la vida cotidiana de las sociedades actuales, preocupémonos pues en aquello que nos afecta y nos da de lleno en el sentimiento, pero especialmente en lo que atañe a la razón, es decir, lo que tiene que ver con las cosas reales y ciertas, esas que se revelan en la vida cotidiana de cada cual.
Sería algo muy loable para cualquiera que, para aliviar el miedo y el desánimo que existe hoy en el intento de procurar ese cambio, mire objetivamente al presente como al pasado, refutando cualquier complejo o temor que inspire vergüenza ajena. Me refiero al poco o ningún ánimo por lo desconocido, esto es, por la innovación de unos nuevos principios sociales y políticos, desánimo que mantiene a la sociedad española estancada en las aguas residuales del franquismo y en un abismo de quietud y pasividad de los individuos ante los sobornos y la humillación que reciben desde el poder establecido mediante cualquier institución pública y gubernamental. A aquellos que nunca fueron partidarios de ningún consejo, por soberbia o indiferencia al asunto, también hagan un ejercicio de moral y mental, para cambiar el rumbo de la tradicional servidumbre y docilidad con la que están relacionados directamente la gran parte de los españoles ante el poder, poder que, cada vez más y por naturaleza del propio Régimen, la forma de gobierno y la esencia franquista que sustenta la forma de Estado que es la Monarquía, carece cada vez más y evidencia la ausencia de autoridad por su nefasta conducta, y es cierto que ya son muchas las personas las que se han hecho conscientes y partícipes de lo que aquí voy a tratar de explicar.
Cuarenta años de dictadura y otros cuarenta de Estado de partidos o Partitocracia, sin romper con ese pasado recalcitrante ni moral ni políticamente, hace, como es evidente, mucho daño en todas las generaciones habidas y por haber y en todos los sentidos de los que se quiera tratar. Hoy, lo peor y a diferencia del periodo dictatorial, donde aún había dignidad, no hay valores, no hay dignidad y se vive en una mentira y confusión intelectual constante; el sentimiento de vergüenza pública que se incrustó en los individuos tras el período de transacción de un régimen a otro estriba en la ausencia de ruptura estricta con el anterior Régimen, y también, surge en las nuevas generaciones un sentimiento de inferioridad con respecto a otras naciones, que emana y es producto del actual Régimen de carácter y esencia socialdemócrata, que deja a la población incapaz de crecer y presumir de talentos o, se empeñan en esconder a los inútiles con su credo totalitario de la igualdad social. Complejo normal en una sociedad donde la corrupción es premiada y la virtud desconocida, dados los decadentes resultados que muestran las instituciones y la estructura gubernamental, su nula transparencia, el fraude que supone unos comicios que impiden la decisión y elección en los asuntos públicos por la ausencia de Libertad Política y democracia y las machacantes ideologías que surgen confundidas entre los más jóvenes.
Estas anomalías y detrimentos sociales son fruto de una semilla que se siembra en el período dictatorial, y que no sólo están en aquellos que vieron pasar los acontecimientos transaccionales del viejo al nuevo régimen, sino que ha germinado en las generaciones actuales por lo anterior explicado.
Es la putrefacción de la moral pública que produjo el ánimo oscuro de convivir en una sociedad donde todos los vecinos se volvieron policías los unos de los otros, controladores supremos de manera inquina del mundo que los rodeaba, hecho tradicional que hoy también sucede y es protagonista en la convivencia vecinal; esa acusación al vecino, de los unos a los otros, que tiene que esconderse tras la máscara del “buen ciudadano”, escondido también sobretodo en la anterior generación más religiosa que la presente; estas sucias mezclas morales de convivencia, atienden más bien al espíritu de la hipocresía integral que tiene origen en la educación de esas sociedades donde el odio, el miedo y la mentira son principios de convivencia entre individuos, esa forma recalcitrante de convivencia, sin embargo, se acoge en tiempos franquistas, y es acogida hoy también, sin pudor por una gran parte de españoles, que viven vigilando y juzgando literalmente y como forma de vida, la manera de pensar o de actuar de los que viven a su alrededor, y lleva a que, inevitablemente, todos los individuos tengan que esconder, por vergüenza o miedo a ser rechazado, por norma y porque la naturaleza de lo humano es de tal forma, sus principales principios morales y su deseo para cualquier acción libre, formal y decorosa, pues el tiempo, sustituye todos estos principios humanos en corrupción y putrefacción moral inevitablemente como la realidad nos evidencia.
Es verdad que antes, en la época de la dictadura, había ignorancia, pero las personas sabían lo que había, lo quisiesen o no, en un grado de acuerdo más o menos acomodados con lo establecido, en cambio, a diferencia de hoy, es un hecho y una realidad que no lo saben, aunque en muchos casos gracias a la sabiduría innata y las composiciones de lugar personales de creer saberlo todo hagan creer que sí se sabe sin saber, hay hoy más ignorancia que había antes, incluso en las mismas personas que aún viven y que vivieron aquel período; los españoles hoy, o una gran parte de ellos, no saben cómo y quién los gobierna; este detalle creo en concreto, que marca para mí el punto esencial para comprender los derroteros actuales.
Hay el mismo miedo, e incluso más, hoy a lo público y lo político que con Franco, y existe en ese miedo un efecto “agujero negro”, que hace que los individuos cada vez se sometan con más facilidad y sean más sumisos y pasivos a cualquier injusticia. Al menos en la dictadura, a pesar del alto grado de apoyo que tenía por gran parte sociedad española, había la esperanza de que, algún día, el Dictador moriría, hoy no hay esperanza de nada.
Siempre es el momento para cambiar y luchar para cambiar, yo al menos lo hago desde que descubrí, de hecho, y me hice consciente, de la gran mentira en la que viví desde niño, el cínico entramado donde nos metieron a todos y haber comprendido de qué se trata gracias a mi estudio y dedicación en los asuntos públicos, algo que espero hacerlo hasta que mis capacidades físicas y mentales no me lo permitan.
Ser consciente de que, todo lo que vemos, en lo que hemos crecido y en lo que hemos sido educados en cuanto a los asuntos públicos es una pura farsa, y que así ha sido para muchos desde que hemos nacido, no es fácil de asumir y de aceptar, cuando esa farsa ha comido día a día en la casa de todos los españoles y se ha participado con ella, cuando el nivel de suciedad es ya tan alto que es insoportable la convivencia entre vecinos y en la misma sociedad, cuando todo se sostiene mediante mentira e hipocresía, es ahí cuando uno, saca valor y coraje y mira a esa realidad cara a cara, lo entiende, lo piensa y ve tal hecho, que es de tal envergadura como que una sociedad y sus generaciones enteras son humillados y engañados a diario, pues entiendo que, a gran número de personas se les quite las ganas de mover un dedo por cambiar un átomo de sitio.
Yo, personalmente, y como siempre fui muy revolucionario en mi pensamiento y mis actos desde que era niño, los que me han conocido desde pequeño saben que esto que digo es cierto, y tales conocimientos de los que me he hecho poseedor, y espero que vayan en aumento cada día más gracias a mi esfuerzo y dedicación en estudiar y conocer más sobre los asuntos públicos y políticos, los utilizo para aprovechar esa esencia revolucionaria que llevo encima y traspasar ese impulso que me mueve en lo personal a lo público realizándolo mediante mi acción política, la que toca directamente con el ciudadano de a pie, la que se escribe y comparte en la calle, transmitiendo tales principios fundamentales de cambio y que es una de las dos acciones políticas que existen, que no es la de la búsqueda de poder, sino la de pretender un cambio sociopolítico mediante la cultura y la conciencia.
Para mí, siempre ha sido algo importante en mi vida que, sean buenas o malas decisiones, esas decisiones provengan de mi libertad para ejecutarlas, y eso lo traslado, y de hecho es lo que hago hoy, a la vida pública. Ese sentimiento de libertad que ha venido conmigo siempre, encuentra en mí un sentido único y real, para mí primeramente para poder transmitirlos a los demás, e inmediatamente, cuando se da uno cuenta como algo inevitable de que, esa Libertad, que mí libertad, para que sea real, no será un hecho verdadero si no lo es en la vida de los demás, cuando se es consciente de que esa Libertad se constituye a través de todos los conciudadanos siendo indefectiblemente Colectiva y no individual, es cuando el pensamiento de uno se activa de facto y se pone a funcionar, y a consecuencia su acción e integridad pública da un vuelco radical de ciento ochenta grados. Por eso, mi esfuerzo, muchas veces vano, y otras no tan vano, en difundir este principio real y realizable tan valioso y grande, a la vez que inexistente en la historia de la sociedad española, como es el de la Libertad Política Colectiva, y que a muchas personas les causa horror y pavor al enterarse de que sólo puede ser colectiva, no me cansaré de llevarlo conmigo porque sé, y soy muy consciente de que lo que hago algún día tendrá fruto, hoy ya lo tiene para mí, naturalmente, ese día, al igual que ha sucedido en otras naciones, llegará a la Nación española.
Salir de la confusión en la que viven generaciones enteras de españoles durante más de cuatro décadas será un trabajo muy engorroso, por el carácter pasivo y de rechazo al consejo por la misma sociedad y por la propia confusión y escepticismo en el que se vive, pero también será algo que, con el viento a favor de la realidad contemplable de los hechos y la pésima naturaleza de estos, la erradicación de gran parte de esa confusión y la llegada de un cambio, servirán de vela para impulsar a esa parte de la sociedad, inteligente, valiente y honesta que se dé cuenta de ello y actúe en consecuencia, algo que tenga que caer algún día por su propio peso.
Lo que sí tengo muy claro es que, algo que ya apesta a sucio, que no es que esté podrido, como el funcionamiento público de la sociedad española, todas sus instituciones y su régimen gubernamental, sino que está obviamente muerto, no puede durar mucho tiempo funcionando tal y como lo conocemos.
Es esa Libertad Colectiva, que muchos se niegan a entender y se empeñan en esconder y distorsionar, es ciertamente la única salida real para dirimir la gran crisis sociopolítica que hay en origen y permanente desde el final de la Dictadura y hacer a los individuos protagonistas de los asuntos públicos. Es la única medicina que mediante el antídoto de la verdad última contemplable como contraria a la mentira, mencionada constantemente, pone en evidencia al mentiroso, alivia la impertinencia social y su soberbia para debilitar y romper los lazos de sangre que unen a la sociedad actual moral y materialmente con su pasado recalcitrante, que aún y por lo anteriormente explicado no se ha hecho todavía. A lo que traen estos hechos ciertos y reales aquí escritos y la indiferencia que muestra el pueblo español hacia ellos, es que la degeneración en los asuntos público y político serán en cualquier grado, situación y momento, naturalmente y cada vez mayor.
Antonio HR, a 5 de mayo de 2022.
Está claro que es imprescindible un cambio de conciencia tan brutal que nos aterra y nos da pereza, tal y como se dice a lo largo del artículo. Lo que más me espanta es cómo nos mostramos ante cualquier injusticia… sumisos, pasivos e individualistas… Si el partido o sindicato de turno no convoca aquí parece que no hay nada que hacer, así es tal y como nos lo han enseñado, lamentable y muy patético. En España existe la censura, la libertad dada en monodosis y el miedo a ser “revolucionario” en cierto modo tras cuarenta años de un régimen de partidos corrupto y amoral. Me apunto a ese cambio sociopolítico mediante la cultura y la conciencia, tal y como nos enseñó Jesús Candel Fábregas and company. Enfoquémonos a dar esperanzas y dar a conocer a nuestros hijos que un cambio es posible desde La Libertad Política Colectiva a través de un Movimiento Pacifico Revolucionario. Excelente artículo.
Gracias por su comentario. Así es, suscribo todo lo que ha dicho. Al igual que al estilo platoniano, donde la ley es el atributo inamovible de la costumbre, en España se traduce en la costumbre de la obediencia, eso pasa en la sociedad actual, eso que vienen a llamar algunos partidos en su propaganda “el imperio de la ley” para meter miedo a los españoles. La obediencia ciega a los decretos de Estado, sean lícitos o no, siendo todos ilegítimos y nulos de pleno Derecho. Y es que el miedo a lo público y a la política, en España, es una tradición que viene arraigada tras casi un siglo de gobiernos autoritarios, es normal pues la servidumbre y la resignación a cualquier fechoría de cualquier chalado.