Del cambio de conciencia y de la moral de lo individual a lo colectivo como valor principal de revolución.

 

En términos de psicología, para que una persona experimente un cambio de moral y de conciencia, es decir, otra reacción diferente sobre la concesión de lo ya tiene percibido o conocido, se tiene que dar un paso individual de la mente del sujeto. Dicho esto, la única manera, como la vida misma, de hacer ver al obcecado algo que no quiere ver es remover su conciencia, revolviendo su moral. Considero pues, dos factores muy importantes para que se produzca ese cambio: la muestra de la realidad contemplable, lo real y lo cierto, los hechos clarividentes y la evidencia de sus consecuencias son algunos de esos factores, y como también ayuda imprescindible es el conocimiento y el saber, la cultura en el sentido intelectual. Estos dos incisos en el reconocimiento de las cosas que nos rodean, producen naturalmente un pequeño shock en el interior de la mente para que empiece a reflexionar, y, a consecuencia, una variación de la conciencia. La cultura y la experiencia son la semilla del cambio mental y moral que de manera colectiva en una sociedad produce una revolución sociopolítica. Si no hay shock, no hay cambio, la conciencia es la misma, ese individuo no dará el paso, lo podrá disimular cambiando de colores su estampa social, pero nunca su actitud en su ejercicio político o público, seguirá siendo un siervo del poder y seguirá perdido en ideologías y sensacionalismos ficticios y confusos, como pasa hoy generalmente en España a una gran parte de la sociedad a la hora de concebir la realidad política o pública.

Empecemos por hacer un ejercicio sumamente necesario, el de llamar a las cosas por su nombre. Desde tiempos remotos, el significado de las palabras está reconocido en cualquier rincón del planeta con la misma significación, esta ciencia de estudio lingüístico se denomina Semiótica que es una rama de la lingüística que proviene de la Semántica y es la que estudia el significado y el origen de las palabras, lo cual, es absurdo y es demencial dar un significado a lo que vemos en peso de nuestra opinión personal o nuestra ideología. Es profundamente una anomalía de la mente, lo primero que no se sepa usar el lenguaje nativo y no se reconozca la definición o la descripción de una palabra porque cada uno tenga una opinión diferente de las cosas, y lo segundo y es la consecuencia de lo primero, que no se sepa considerar ni percibir realidades ciertas ni entenderlas como son verdaderamente sino como a uno le venga en gana.

Otro paso que considero ciertamente necesario es decir la verdad y aceptarla, porque si de lo que seguimos hablando son de opiniones ante hechos reales y verdaderos, contribuimos a un atraso en el pensamiento, una manera retrógrada de asumir la realidad única, que es la misma para todos. Cuando se trata de asumir un error, se precisa de valor, de conciencia, de reconocimiento personal, eso está claro y no hace falta decirlo ni explicarlo, pues sucede igual en el terreno público, a la hora de aceptar que se ha vivido en una mentira, que se ha participado en un fraude, en una estafa institucional y gubernamental. Por mucho que se apoye unas ideas u otras, el resultado es el mismo, la verdad sigue siendo la misma.

Hay que bombardear las conciencias, de tal manera que, sea la reflexión personal el resultado final sobre lo que se está haciendo y para qué fin les vale hacerlo. A una persona la puedes enseñar lo que sea, le va a dar igual, sea verdad o mentira, de hecho, generalmente se cree que la mentira es la verdad, entonces por lógica cualquier cosa que se muestre, el resultado en el pensamiento y la conciencia será escéptico, relativo o subjetivo, es decir, en peso de si es acorde a sus creencias, sentimientos y emociones, que dirán si es o no verdad, sino, en el mejor de los casos te van a decir que “esa es tu opinión” o que son datos falsos.

Si reconocemos esta verdad que nos señala la ciencia, y es que los humanos, cuando pertenecemos a una sociedad determinada, compartimos un espíritu que de una u otra manera nos une, de igual manera que cuando observamos un banco de peces o una bandada de pájaros sincronizados en una formación perfecta, podemos darnos cuenta de que todo el universo es igualmente coordinado por algo que no se ve pero que es real. Esa verdad, en la coordinación de todos los individuos en una sociedad, se llama Libertad Política Colectiva, como fuerza motriz e inteligencia moderadora y organizativa de dicha sociedad. Solo sabiendo que la libertad de uno mismo la constituyen los demás se puede entender lo que es la Libertad Política y por consiguiente la democracia, fundamentada en el principio de libertad como digo, posible y alcanzable naturalmente.

Sobre la demanda de libertad, manifestaciones populares y otras efervescencias sociales que traen naturalmente consigo los gobiernos autoritarios en España, se pueden añadir entonces reflexiones obvias y ciertas; pero ¿qué esperan, si en España no hay democracia?, si hay un Estado de partidos como forma de gobierno; cuanto más se vote, a cualquier órgano faccionario del Estado, más consentimiento moral se estará dando a la autoridad, al Estado, para que exista más coacción, más represión y más esclavitud, además de dar más amplitud de reparto de los poderes, cargos y riquezas, que es el resultado real y verdadero, hecho que sí podemos ver y apreciar con absoluta claridad.

“Entre el pueblo y el poder siempre se interpone una representación, la clase de orden político para que exista democracia o no viene determinada decisivamente por esa representación.”

(Carl.J.Fiedrich, político y educador alemán, 5 de junio de 1901- 19 de septiembre de 1984)

 

El darse cuenta de que el problema no es el gobierno de turno, no son los gobernantes, no son jugadas de gobierno, que no son las ideologías, sino que el asunto se refiere a las propias reglas de juego, es decir, que la falsa Constitución de los partidos políticos, la Carta otorgada del 78, la Reforma de las leyes fundamentales del Reino franquista, documento jurídico que nunca estuvo en vigor, que no lo está ni puede estarlo, es un hecho que a todos nos debería de trascender, hecho cierto que debería de ser el objetivo principal y exquisito para ponerlo en el punto de mira ante toda la sociedad como motivo y razón coherente para un cambio (documento jurídico que en su ejercicio político no es constitución porque no separa los poderes del Estado, Ejecutivo y Legislativo, y no garantiza los derechos de los ciudadanos). Porque si lo que sucede es que este hecho se ignora, solo bastaría con informarse, pero si de lo que se trata es de que se sabe y se es indiferente, entonces solo se puede tener en cuenta como problema la idiocia generalizada que lo permite. La docilidad en la obediencia, debida principalmente porque no se entiende a qué tipo de autoridad se atiende y se obedece, hace que sean pocos los casos en los que se es consciente de quién y cómo nos gobiernan para que así se le da la atención e importancia pertinente al hecho político o público de reacción de los individuos ante el poder; esta confusión generalizada es de hacerla mirar como factor decisivo para el cambio. 

El día que los individuos se den cuenta en España, de que en el Estado de partidos o partitocracia como forma de gobierno que hay establecido, todos los partidos son estatales y no miran por los intereses de la Nación sino por los del Estado, porque es quien los paga y los mantiene principalmente, ese día habrá un cambio, ese día será una maravilla. Ese día que las personas se den cuenta de que todos los partidos al ser estatales son todos exactamente lo mismo, órganos permanentes del Estado, atados en consenso al mismo Régimen de poder monárquico y de origen franquista, que la izquierda y la derecha no existen, que los colores son el teatro y la ficción como fuerza motriz que mueve al Régimen (acción de la que se encarga de tapar la prensa y demás instituciones estatales como actores protagonistas y herramienta del mismo poder), que no hay libertad de pensamiento porque el consenso lo impide e impide también y evita que exista la política, que en España la política está prohibida; y que votar sin democracia no cambia absolutamente nada, ese día, el cerebro nacerá otra vez y la conciencia dará un giro de 180 grados. Hoy, las consecuencias y los efectos de la propaganda estatal después de más de cuarenta años ha sido secar las mentes y la voluntad de los individuos en la acción política.

Saber que el voto y la participación es legitimidad, es autoridad moral, y si se entiende que ir a refrendar las listas de diputados que elaboran los jefes de las cúpulas de los partidos estatales supone apoyar y ser amable con las reglas de juego, y supone que las formas no cambien nunca ni puedan cambiar, es un aliciente que debe de ser reconocido con perentoriedad por los individuos, por eso, cuanto peor sea la situación menos hay que refrendar lo que hay, que en el Estado de partidos se traduce en el reparto de poder y su legitimación por parte del pueblo en su ejercicio político mediante el sistema de votación de proporción de listas.

Lo peor de todo son esas pobres personas, los indignados, es decir, los desconocedores de la realidad política, porque si supieran de verdad sobre las causas verdaderas de lo que hay y sus efectos en las personas, no se indignarían, sino que pondrían soluciones ciertas, están ahí como “carne de cañón” para la picadora del Estado; ellos, los indignados, crean la demanda política, y fruto de esa indignación en forma de demanda, las facciones estatales, que son los partidos, crean la oferta política para que la rueda de la corrupción y la putrefacción de todo y de todos siga mediante el ejercicio en la urna de los individuos.

Nos muestra la experiencia, tras más de cuatro décadas de partitocracia, las consecuencias de la realidad última, que es la trayectoria sociopolítica de este periodo, que votar sin democracia es un suicidio, es de ignorantes o de oportunistas, y que los resultados no hay que ir a buscarlos en la metafísica o en lugares incognitos, están delante de nuestras narices. Más de 4 décadas para darnos cuenta de que votar en este Régimen, sin democracia y con partitocracia, no vale para nada más que para fracasar.

No son los “gobiernos de turno” las causas de la degeneración, la causa de esta decadencia imparable y cada vez más avanzada sólo la podemos encontrar en las reglas de juego, es decir, en la forma de Estado o de gobierno, es decir, en la Constitución. Y para que haya una verdadera constitución debe de haber habido previo un período de Libertad Constituyente, dando paso a la conquista de la Libertad Política Colectiva del pueblo; sin esa conquista, no hay Libertad Política y no habrá Democracia de ninguna manera. Esa conquista dará al pueblo gobernado la facultad de elegir formas de Estado o de Gobierno y a sus gobernantes, y dada la condición y cualidad de permanencia que tiene la Libertad, los individuos de manera colectiva, tendrán siempre en su mano la Libertad y la fuerza (no la soberanía como se suele confundir generalmente) para controlar al poder y a la autoridad. Si no hay Libertad Política Colectiva no habrá democracia, todo lo que suceda dependerá de uno o de unos cuantos que lo dictan así, por supuesto y por la naturaleza del poder, que, con la legitimación del pueblo, el consentimiento moral y la ratificación de la autoridad, queda sellada en las urnas.

Por eso, cualquier manifestación pidiendo derechos es inútil y ridícula sin Libertad Política Colectiva, porque no son los derechos ni libertades individuales los que crean la Libertad, es totalmente lo contrario, es la Libertad Política Colectiva la que garantiza esos derechos y libertades individuales y los crea. La Libertad Política Colectiva es eso que no se ve pero que es real y es de todos, y, o es de todos o no es de nadie.

 

Antonio HR, a 21 de diciembre de 2021.

4 comentarios de “Del cambio de conciencia y de la moral de lo individual a lo colectivo como valor principal de revolución.

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