De la realidad de los ideales a la ficción de las ideologías

 

Desde la aparición de las ideologías durante el periodo revolucionario en Francia, el análisis político objetivo del conjunto de elementos que conforman el mundo político, queda doblegado por la propuesta ideológica que sosiega las inquietudes políticas entre las distintas partes de la sociedad a gusto de consumidor. Son los partidos societarios, de después de la Revolución francesa, originarios en la sociedad civil, quienes materializan esas orientaciones políticas, formando grupos sociales que exponen sus hipótesis ideológicas dentro de la balanza en la lucha por el poder. Era Marx, quien decía que: las ideologías son una veladura para no ver la realidad política; aunque toda ideología necesariamente tiene que tener al menos una parte de verdad dentro de la forma sociopolítica que inspira, con relación a la verdad total y objetiva dentro de lo que realmente marca la experiencia de lo que se vive. En su definición, una ideología, es una verdad parcial que en virtud del logo se propaga como universal. Las ideologías trascienden, debido en sus orígenes en la Revolución francesa, a una ruptura en moral de los gobernados que surge gracias a la eliminación de elementos políticos que, en un estado normal de la res pública o cosa pública, median entre el individuo en sociedad y el poder en el Estado, produciendo una divergencia en la conciencia individual, conciencia de lo social y conciencia de lo político. Esta ruptura de la conciencia en la vida de un individuo en su modo de ser social y su modo de ser político da causa a otro desacuerdo de la visión del pensamiento sobre la realidad del hombre en el mundo. Las ideas, que se producían naturalmente de la visión del contraste entre la acción de poder y la experiencia real de los individuos, pasan a transformarse en ideologías, verdades parciales propagadas que trataban de convencer a una parte de la sociedad para arrebatarles la conciencia natural de lo que realmente está sucediendo, desplazando así a las ideas, propias del natural pensamiento de los hombres para poder solucionar lo que realmente está ocurriendo objetivamente, dando a la propia realidad una apariencia hipotética relacionada a la conveniencia de la opinión pública de cada uno. Es por eso que hoy, todo pensamiento se haya vuelto escéptico y relativo y no se pueda describir nada como verdad objetiva; de aquí aparecen las creencias y las opiniones, que suplen al examen y al criterio respectivamente. Este es el origen de las ideologías, que, una vez el siglo XX las paseó por el mundo con el estandarte de la barbarie y los totalitarismos, las consumió a todas ellas dejando su falsedad en evidencia sin Libertad Política. Pero, tanto la propaganda de las facciones del Estado, que las consume en la charlatanería, pero no en la acción política, como la sociedad actual del espectáculo, de la mentira y de la ficción, las restriegan con afán ganador ante el evidente fracaso del Régimen socialdemócrata de la partidocracia, en lugar de lanzarse a poner en la picota la verdad última de las verdaderas causas de sus penurias, que son: la ausencia de Libertad Política y de Democracia. La sociedad española ha recuperado de manera reaccionaria estas absurdas e inútiles orientaciones de la moral y el pensamiento, hoy obsoletas, en España, de la “Izquierda y la Derecha”, que tuvieron lugar en la Revolución francesa, y tuvieron su ocaso en Europa en el final de la Guerra fría, y en España, a la muerte del Dictador Franco, con el consenso entre antiguos enemigos con los llamados “Pactos de Moncloa”. (En la imagen, los límites del pensamiento dentro de las consignas del consenso político).

 

 

Tras la Reforma de la Leyes fundamentales del Reino, el franquismo en España se ha fusionado en una amalgama de ideologías reaccionarias promovidas por el interés activista necesario que precisa la propaganda al servicio del Estado. En el escenario de lo social, el hecho de que la tolerancia haya suplido al respeto propio entre las personas, en el desarrollo de la película partidocrática, da lugar a una sociedad sumisa y acallada ante la corrupción y los abusos del poder; ya no se trata de llevar a la práctica unos ideales o unas ideas para un fin público que resuelva estos detrimentos o sea para atender las necesidades reales de cualquier localidad o región, la aptitud y la actitud en los asuntos públicos de los españoles se determina en una subyacéntica psicológica y romántica de lo inexistente, a un activismo ideológico que no responde en absoluto con la realidad de sus vidas ni con el escenario de lo político. Un activismo totalmente ignorante de sí mismo y que prescinde de la causa real de la decepción política y la degeneración. Este asunto le es indiferente a la sociedad española y a las pruebas me remito, me refiero a la servidumbre voluntaria de seguir apoyando a ladrones y criminales en la urna. En el escenario político, no quiere tampoco saber nada de la realidad pública y del verdadero problema existencial en España, que es la ausencia de Libertad política y de Democracia, es decir, de representación política del elector y de separación de poderes en origen. La paradoja que aquí tenemos, es que, a esas ideologías, no se abrazan los individuos por simpatía o afinidad a ellas, tampoco por un sentimiento altruista con los demás por alcanzar un cambio positivo, ni en absoluto creo, dada la corrupción de la moral de millones de españoles que apoyan en las urnas a facciones del Estado bañados en la corrupción, sea por una responsabilidad cívica, más si vemos lo que la evidencia nos muestra, es, en lo personal, la carencia de sentido de la vida, o más bien yo haría referencia a una desembocadura en la idiocia, lo absurdo y la imbecilidad de la sociedad y de todo lo público, lo protagonista en una sociedad donde el consenso ha aniquilado la capacidad de pensar, donde el elector no está representado y donde el pueblo gobernado no puede participar en absoluto en los asuntos públicos ni de la Corte. Al igual que en una dictadura, pero, en cambio hoy, viven con la tranquila conciencia y confusión en la consciencia, pensando que de tal modo de obcecación y de mentira se trata la Democracia

 

 

De alguna manera, lo que inspira al individuo a la reacción en las ideologías, es decir, de volver a un pasado ideológico que no existe, sean del tipo que sean, es: por una parte, la justificación de su complicidad con la corrupción y culpabilidad de la decadencia y languidez de los asuntos públicos, votando a facciones estatales corruptas, y por otra, la necesidad de dar un sentido a su existir en medio de la mentira y del bochorno, ya sea de cualquier espectro social, que, dominados por su cerrazón o su fanatismo ideológico (representado en la imagen) recalcitrante, terminan hastiados y depresivos ante la impotencia que causa la ausencia del común y fundamento político que es la Libertad Política Colectiva, y, a consecuencia, la continua decepción de uno mismo; para con los demás vecinos, solo queda ya desconfianza. Los protagonistas morales de este juego de ideologías que no existen son: la enervación social, la desesperación y el hastío personal, de confiar en entes abstractos (facciones estatales) que no son responsables de dar cuentas a nadie de sus actos y no corresponden con tales ideologías ni con la división social en el escenario que ofrece lo real y lo práctico. No hay más irresponsabilidad cívica y política que arrogarse el título de “los buenos”, sin representación del elector y sin Libertad que lo confirme y lo pruebe. Mas es propio de un carácter corroído por el egoísmo y lo inquino en el terreno de la convivencia vecinal, cualquier romanticismo con cualquiera de estas reacciones que no corresponden con la experiencia de lo que se vive públicamente.

 

Art. De Antonio HR para la revista Libertad Política, domingo 30 de octubre de 2022. 

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