La sociedad perdida. Cap. VIII. La incapacidad de rebelión y las aguas estancadas del franquismo.

 

Más que aprender de las consecuencias empíricas que ofrece esta forma de gobierno de Estado de partidos, y así, naturalmente, rebelarse y poder defenderse de los abusos e injusticias sociales, millones de españoles prefieren seguir buscando la solución al problema político durante el extenuante recreo y agobiante espectáculo dentro del patio donde siempre ha perdido la partida y nunca ha encontrado nada, más que corrupción, cinismo y humillación; esto es, que millones de españoles siguen atendiendo a la propaganda, indignados, y confiando en las listas de empleados que ofrece el poder, que son las facciones del Estado, que son el motivo de tal indignación, las cuales, anormalmente, apoyan en la urna. Y como la educación y el aprendizaje, en cuestiones públicas, solo puede venir, con la experiencia personal, de la mano de la Libertad Colectiva, porque sin Libertad Política un pueblo no puede madurar, los españoles generalmente permanecen así en una infancia y un estado cándido y pueril profundo, y como en España no ha habido un cambio de Régimen político desde la Guerra Civil hace ochenta y cuatro años sino que actualmente se vive en una Reforma de lo que existía antes, sin ruptura moral ni política, la mayoría de españoles se ven impotentes y exhaustos, realmente exánimes, sin herramientas para protegerse de los golpes que inevitablemente produce un poder corrompido como el que hay en España. Y como no ha cambiado la forma de pensar, como no ha cambiado la moral de servidumbre, como persiste el miedo característico a desobedecer y a los asuntos políticos heredado de la Dictadura, como toda la educación política de los españoles, unas veces por tendencia y otras por tradición que inevitablemente se ha transferido de padres a hijos, dos tercios de los españoles aproximadamente votan, o tienen la intención de hacerlo, a sus verdugos en las siguientes votaciones porque quieren creerse aún que ahí está la salida, como digo, exactamente igual que lo hacían sus padres y sus abuelos en la Dictadura, sin Libertad Política ni Democracia. Es decir, sin querer madurar.

El pensamiento público de la sociedad española no ha salido del recalcitrante patio de la servidumbre voluntaria y del miedo, de la represión mental, por consiguiente, viven con un pavor y un retroceso o complejo en las consideraciones de más calado en su vida pública acompañado por un enaltecido sentimiento de culpabilidad y rencor. Es normal que los españoles no crean ni tengan ilusiones ni esperanzas puestas en nada, ya que no creen ni en ellos mismos. Lo único que ha variado para la sociedad española ha sido que, sin cambiar las estructuras de poder durante el tránsito de un Régimen a otro de manera legal, sin haber hecho tampoco una ruptura moral con la Dictadura desde la Transacción política a la muerte del General Franco hasta la fecha, y en virtud de una Ley fundamental que no ha estado en vigor nunca ni puede estarlo y no condena los crímenes del Régimen dictatorial, la corrupción moral, y tras de ella, la institucional y gubernamental que genera el consenso político entre las facciones que se apoderan del Estado en el periodo de un Régimen a otro, es el motor de la relacion gobernado-gobernante, gobernado-gobernado y gobernante-gobernante. Esta corrupción en que las generaciones actuales han sido educadas en su máximo exponente, es algo que no conocían antaño, y que hoy se ha convertido en factor, no solo para poder gobernar, sino de convivencia social para las generaciones actuales, que a diferencia de las generaciones que vivieron el anterior Régimen, que no conocieron la Libertad, al igual que no la conocen aún hoy, pero en cambio, no era la corrupción por sistema un factor de vida política y social. Esta corrupción es aprobada y compartida hoy por una mayoría de españoles cada cuatro años en las urnas. Estos ejemplos de natural evidencia, esta forma de pensar y moral de las cuales empezamos hablando, en España encuentran el equilibrio en el cinismo, la mediocridad y la indecencia pública ya por costumbre.

La razón de vida para cualquier ser humano es la de su seguridad personal y su disposición social, su evolución y progreso, su triunfo en lo personal y colectivo, la creatividad y el desarrollo del talento, y como los efectos del Régimen de partidos impiden tales objetivos en las personas, hoy, cualquier rebelión social o individual tiene un cometido curativo, que va directamente relacionado y se origina en la conciencia para encaminar a la moral y darla oxígeno; y sirve también para dar ejemplo al vecino. Rebelarse u oponerse, no dar legitimidad o autoridad moral al poder corrompido siguiendo sus programas y matrices de conducta, o lo que es lo mismo, su propaganda mediática, política y social, es sano, es viable, robustece el alma y es en este momento necesario. Encontrar una persona así decidida, es sin duda un apoyo moral y de ánimo para aquellas personas honestas que se ven acorraladas por la corrosión de lo público y no sienten ya ningún interés en arreglar sus vidas porque no tienen ni las ganas ni la confianza en que pueda ocurrir un cambio; hoy esas personas nos encontramos rechazados y en muchas ocasiones estigmatizados por una sociedad de un único pensamiento. 

Si no hay una respuesta lógica y natural de oposición a la constante degeneración de lo público que originan desde 1978 las facciones estatales, en virtud de la realidad social empírica, lo que hay entonces es soberbia y cerrazón, hay desidia y pirronismo moral, hay constante decadencia. No se puede vivir por encima de la realidad, ni por debajo tampoco; no se puede vivir ignorando el presente de corrupción; no se puede obviar el continuismo del legado de Franco mediante esta Monarquía putrefacta de corrupción puesta por el Dictador mismo; no se puede estar viviendo como si no pasara nada, en la inopia, o en la opinión y juicio personal, porque, lo que pasa, que son los hechos que están a la vista pública de todos, no tienen otra causa última y originaria que esa realidad insuperable por las generaciones de españoles actuales. Para el enfermado con la fiebre del consenso político, a quien las capacidades de su cerebro se han visto inutilizadas y atrofiadas a consecuencia de la prohibición de pensar, que es el resultado propio del consenso político, que son los efectos de su enarbolada reconciliación y concordia donde encuentran siempre su justificación política, la cura es el escepticismo y subjetivismo, conducidos y educados en la agonía del relativismo en cualquier ámbito y asunto del que se trate. El hecho de tratar a todo como si fuera una opinión y no un criterio verdadero es un síntoma inequívoco de una anomalía mental cuando se trata de describir algo o cuando hablamos de hechos ciertos y reales. Ese retraso es, no sólo mental en el sentido intelectual o psicológico, sino una anomalía y degeneración de la moral de los individuos, ya que no se puede tratar ya nada como verdad, de tal manera que la nación española ha tomado verdaderamente un aspecto propio de un centro psiquiátrico y un panorama de verdaderos seres enfermos, incapaces, de la mente puramente desquiciados. Sin cordura, sin sentido común y sin moral. Se vive con rencor, con ofuscación y con soberbia. Cualquier asunto se hace incapaz y se vive sin vergüenza. Se vive impotente.

 

Antonio HR, jueves 2 de marzo de 2023.

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