¿Todavía crees que en España hay democracia?, atento a lo que te voy a contar…
… se muere toda España…!, porque el Régimen corrupto del 78′, la falsa Constitución de los partidos políticos, que van de la mano con un sistema de votaciones proporcional de listas, está expoliando a todos los españoles desde hace 42 años. Un apunte antes de comenzar, mientras los españoles sigan pensando que votando arreglarán algo, da igual a quien en este Régimen, esto seguirá a peor y el efecto será siempre contrario o distinto a las intenciones de los votantes; la experiencia de estas últimas más de cuatro décadas nos muestra con evidencia que cada vez que viene un cambio nuevo de gobierno lo hace peor que el anterior. Además, si el sistema proporcional de listas, las votaciones y no elecciones, no permite ni está concebido para que nadie elija nada sino que es un sistema hecho para el reparto proporcional de poderes, como bien dice su nombre, el convite de cargos y riquezas (entre otros empresas y fondos públicos) quedan, mediante consenso, únicamente dentro del coto legal del Estado, es obvio entonces y es la prueba, que, a la Nación, al pueblo español, nada ni nadie nos pueda representar ni mucho menos mirar por los intereses de cada individuo si no les hemos dado previamente nosotros la facultad de representarnos y de gestionar nuestras inquietudes específicas, distintas de cada cual de los diferentes lugares y comarcas del territorio nacional. Esta es la causa principal de que el panorama sociopolítico en España se vea cada vez más en un aspecto decadente de forma descarada en todo sentido, se trate de lo que se trate y se toque donde se toque; el aumento del paro; la destrucción de la enseñanza pública; la degeneración del lenguaje por necesidad del consenso político; la corrupción del sector sanidad; sectores como la industria, el comercio, la construcción, la agricultura y la ganadería y como hemos visto recientemente la aniquilación en cuestión de días del sector de la hostelería y el turismo; que los pueblos estén desapareciendo y se esté perdiendo todo, tradiciones y costumbres, monumentos e infraestructuras, y un largo etc. que no hace falta señalar mucho porque ya todos somos conscientes de ello, son muestras de que, a poco que se considere de manera honesta, a razón causal de este destrozo de España, se debe a que el motor del Régimen, la Constitución del 78, no funciona ni ha funcionado nunca. La falta de atención a las causas verdaderas de que todo este desmán sociopolítico suceda es también causa de que el poder se corrompa y siga haciéndolo cada vez más, pues la causa no la encontramos buscando la solución en el gobierno de turno, porque si así fuera, haciendo un balance del trayecto partitocrático, podríamos haber visto una mejora o un equilibrio al menos del marco social, económico o político, algo que jamás hubo ni pudo haber; con lo cual, no es para eruditos el pensar, que no son los partidos que se rotan cada cuatro años en función de gobierno los que, en este Régimen de poder, sean responsables de la decadencia, pues estos se aprovechan de la situación de crisis de Estado constante y desde la muerte del Dictador; las causas las podemos observar con claridad en la manera y las formas en que se constituye toda la industria política del 78, una Constitución sedada y estéril, que carece de todos los fundamentos formales y materiales para ser constitución: que no separa los poderes del Estado, Legislativo y Ejecutivo, es decir, la Nación del Estado, de ahí la incesante, imparable, infinita e ignominiosa corrupción cotidiana; y, que no garantiza, no ha garantizado ni puede garantizar de ninguna manera los derechos de los individuos, ningún individuo está amparado en ese papel de segunda mano compuesto por leyes orgánicas y fundamentales.
Una broma de muy mal gusto, a la vez que una realidad aceptada con mucho gusto, valga la redundancia, y es que nos hicieron creer que en España había Democracia, que había una gran monarquía parlamentaria, que teníamos un texto sagrado llamado constitución, un Rey de lo más campechano y cordial, el del discurso amable y enternecedor de las Nochebuenas españolas, ese que, los que crecimos en los años 80, veíamos encima de cada pizarra en las aulas de enseñanza; resulta que, la gran mentira responde a algo muy sencillo de ver y de entender, tanto es así, que habiendo entendido lo anterior escrito y sabiendo que lo que hemos vivido es mentira, a nuestro alrededor y desde ese momento, todo cobra un tono auténtico y genuino; es cierto y sabido que, todos los españoles, esos de bien y los de mal también, hemos estado viviendo en un Régimen de partidos estatales que sucede a Francisco Franco continuándolo mediante tal Monarquía de partidos, que tras el asalto al Estado mediante la elaboración de una Constitución en secreto (ya que una indiscreción de la prensa de ese momento nos da la evidencia de ello, más en concreto Pedro Altares, de “Cuadernos para el diálogo”), el poder del dictador es repartido en cuotas dependiendo de los votos captados. Arrebatada ya la Libertad Política del pueblo y su posibilidad de elegir la forma de gobernar y a sus gobernantes, y más en concreto impedir y evitar la elección de unos diputados a Cortes Constituyentes en elecciones directas de personas, sabiendo quien son cada una de ellas, para que, de manera formal, estas trabajasen en el desarrollo de esa Constitución, el pueblo es totalmente desinformado y engañado sobre los acontecimientos del momento de inauguración, queda rotundamente fuera de cualquier decisión política, y lo que debería haber ocurrido que era la Ruptura democrática con el Régimen anterior no ocurre; y tras la Reforma de lo ya habido, la crisis de Estado de ese momento perdura y se arrastra hasta nuestros días y haciendo mella cada vez más tras más de cuatro de décadas de mentira, este queridos lectores es el ladrillo a tragar (foto).
Resulta que, como no existe Libertad Política, como la tienen secuestrada todos los partidos que residen dentro del Estado, nadie puede elegir ni decidir nada, tampoco impedir el engaño de quien gobierna, sea quien sea el que lo haga, ni tener en ningún caso una medida de control al poder, por eso votar en un Estado de partidos o Partitocracia no sirve para nada, sirve para apoyar lo que no es democracia nada más. Lo que está permitido es refrendar lo que otros ya eligieron sin el consentimiento de nadie, con la sagrada esencia de que el pueblo jamás puede elegir ni decidir sobre quien le gobierna, tal y como estaba establecido en la Dictadura del Régimen anterior. Hoy se vota, igual que se votaba con Franco, para legitimar el poder, nada más. Se aprecia y se mantiene en conciencia la servidumbre voluntaria, que es la protagonista en los debates y conversaciones entre los individuos, de a qué amo elegir, quién será mejor, quién es el menos malo, qué discurso alegra mi oído, conversaciones banales basadas en la ficción ideológica de una izquierda y una derecha que no existen políticamente, que son absolutamente falsas puesto que hay consenso entre los jefes de partido que forman la oligarquía que hay dentro del Estado. Este valor, el consenso, es el fundamento de todos los órganos o partidos estatales, y dado que hay consenso prohíbe el hecho de que haya política, por consiguiente, impide que haya una verdadera oposición política como tal entre partidos; nos dejan un teatro de colores sólo y exclusivamente para simular esa falsa oposición que no hay mediante la llamada a las emociones o sentimientos populares, aparentar que hay democracia y que parezca que hay política allí donde no la puede haber. La servidumbre voluntaria en las urnas es la que sustenta la incesante corrupción, es la llave para abrir la puerta al que ya viene corrompido en conciencia y preparado para participar del fraude en la industria política establecida desde el 78 en la clase estatal; es una caricia amable del pueblo a la clase dominante en su empeño de dar la cara por ella e imitarla para que esta se corrompa hasta el infinito con el consentimiento de cada siervo en la urna, diciendo sí a la corrupción y no a la dignidad y la democracia.
Si estas creyendo que alguien vendrá para cambiar lo que hay, permíteme decirte, te equivocas; el que viene es para echar leña a la lumbre para que no se apague nunca el fuego de la corrosión y la degeneración, pues corrupto nació y corrupto seguirá hasta su muerte, el asunto es tan de sentido común como, aquel árbol que nació torcido y jamás habrá nadie que lo enderece.
Los enemigos de la Nación, de quien se tiene que proteger la sociedad civil, son aquellos que se encuentran en los lares donde la Nación no tiene ni puede llegar, nada más que se puede dar esa conexión en las condiciones cuando el pueblo tiene en sus manos el control de cada situación y acontecimiento sociopolítico, y además, cuando los partidos residen y permanecen en la misma sociedad civil y no en el Estado (como sucede hoy y desde aquel asalto del que hablamos al principio), es decir, si hubiera una forma de gobierno democrática y no una partitocracia como está establecido desde el 78; mientras tanto y en lo que se atienda a la urna sin democracia, ese enemigo, que es el Estado, será el látigo cotidiano de cada individuo.
Antonio HR, a 12 de octubre de 2021.
Mensaje claro y sencillo que no penetra en muchas mentes pero que a fuerza de tenacidad llevaremos a todos los rincones mientras nos queden fuerzas para decirlo. No hay otra opción.
Tiene razón el artículo en cuanto a que impera un sistema totalitario de partidos y que la C-78 puso las bases para ello y para la ruptura “legal” a largo plazo de España en distintas naciones. Lo que no se explica es como se puede conseguir que una mayoría de gente (pensantes y no pensantes) no vote.
En efecto, a la muerte de Franco quedó todo “atado y bien atado”.
El acto de no votar, es un simple acto de responsabilidad de uno mismo en no mancharse en ese hecho totalitario y en no legitimarlo, porque, votando, usted no elige nada en el Estado de partidos de hecho, usted esta legitimando de que esto continue de tal forma, ya que el voto es fuerza. Abstenerse es un medio de cambio, no un fin. Por eso, no votar, como Derecho, igual que de hacerlo, conduce y es un manifiesto personal de no estar de acuerdo en las reglas de juego.