(En la imagen “El rapto de las Sabinas / The Rape of Sabine Women” Peter Paul Rubens, Óleo sobre lienzo, 1640).

Sociedad Desorientada

Del concepto de sociedad y libertad

Son muchos los términos que son ignorados, mal utilizados o directamente manipulados, los que nos encontramos en nuestro día a día. Uno de ellos es el de Sociedad; utilizado constantemente, parece que se ha desgastado hasta el punto de ser irreconocible su significado. En este texto trataré de reflexionar sobre él, para, en la medida de mis posibilidades, resaltar su relación directa con la libertad.

Desde que Aristóteles acuñase la descripción del hombre como animal político “zoon politikon” Siglo IV AC (casi siempre mal aplicada a un supuesto interés por la política), son muchos los pensadores que han escrito sobre la vida en sociedad y el origen de la misma. Tras la definición de Aristóteles hay un pensamiento complejo y un desarrollo de la idea que conviene traer a este texto. Para aclarar lo que este filósofo nos plantea debemos empezar por la palabra “politikon” que emplea para definir al ser humano como un ser social. “Polis” raíz de la anterior, significa ciudad, que entenderíamos hoy por sociedad. Decir que el Hombre es un animal social no parece decir nada que no sepamos, pero por qué. ¿Qué hace a los hombres vivir reunidos y no individualmente? Aunque parece evidente, la respuesta no es tan sencilla, sobre todo si se tiene en cuenta los estudios de Freud que apuntan a la dificultad y mala adaptación a la vida en sociedad de los seres humanos. No parece que el hombre esté capacitado para amar a sus semejantes. Si el hombre no está animado por la inocencia y la buena voluntad, sino que son sus impulsos el motor de sus actos, hacer cohabitar a los hombres es juntar fuerzas adversarias. La sociedad obliga al hombre a reprimir sus impulsos si quiere vivir en comunidad. Siendo esta su naturaleza ¿por qué vivir en sociedad?

Aristóteles nos da como primera razón, la necesidad de los demás para sobrevivir. El clima, los animales y otras amenazas se tornan así más fácilmente afrontables. Un hombre solo no puede hacer una construcción de gran tamaño por no poder mover los materiales necesarios. Un ejemplo extremadamente simple, como muestra de que esa necesidad, esa interdependencia de los individuos es lo que les conduce a vivir en sociedad. Y es esa interdependencia la que hoy parece perderse en la vida social de las tecnologías, el espectáculo y el consumo. La asociación de individuos les convierte en mucho más capaces en su conjunto, que la mera suma de sus miembros. La asociación pues, es una ventaja evolutiva. Ser un animal político quiere decir que el hombre está condicionado a vivir en sociedad para sobrevivir.

La palabra “animal” con su calificativo “político” separa al hombre de los demás animales, expresando que su condición social les distingue de los demás animales. Pero la cooperación existe en muchas especies animales y la vida en grupo se extiende todavía a un número mayor de especies. Aristóteles nos dice que la distinción del hombre está en la herramienta que este usa para la cooperación, que no es otra que el lenguaje. Un lenguaje que le permite comunicar su pensamiento. Un pensamiento que habilita a establecer reglas, establecer leyes y normas de comportamiento que son indispensables para la coexistencia humana. Un lenguaje que le permite crear realidades abstractas y culturales que se superponen a las realidades físicas. (Alegoría de la torre de Babel).

Aristóteles formula esta frase, que en su versión completa es “el hombre es, por naturaleza, un animal político” para reflejar que la propia condición del ser humano le empuja a asociarse, pues, por su propia naturaleza, necesita de los demás para completarse (esta es la segunda razón). No siendo, por este razonamiento, que la sociedad sea un azar histórico sino una necesidad. Los hombres están condenados a cooperar.

Si ya conocemos cuales son los motivos para vivir en sociedad, debemos pasar ahora a la necesidad que se crea en toda sociedad, de un cierto número de miembros, de estructurar una jerarquía para su funcionamiento. Un gobierno, es decir una estructura organizativa. Para elaborar esta idea, nada mejor que traer a este escrito, la brillantísima exposición que Thomas Paine hace en su libro “Sentido Común

“Algunos escritores han confundido de tal modo la sociedad con el gobierno, que hacen muy poca o casi ninguna distinción entre ambas cosas, cuando no solamente son diferentes entre sí, sino que tienen también distinto origen. La sociedad es el resultado de nuestras necesidades, y el gobierno el de nuestras iniquidades: la primera promueve nuestra felicidad positivamente, uniendo nuestras afecciones, y el segundo negativamente, restringiendo nuestros vicios: la una activa el trato de los hombres, el otro cría las distinciones: aquélla es un protector, y éste un azote de la humanidad.

La sociedad en todos casos ofrece ventajas, al paso que el gobierno siendo un mal necesario en su mejor estado en su estado peor es intolerable; porque cuando nosotros sufrimos o estamos expuestos por causa del gobierno, a las mismas miserias que podíamos experimentar sin él, nuestras calamidades se aumentan con la reflexión de que hemos causado nuestros padecimientos, por los mismos medios con que pretendíamos evitarlos. El gobierno es como el vestido, la divisa de la inocencia perdida, los palacios de los reyes están edificados sobre las ruinas del paraíso. Si el hombre obedeciera uniformemente los impulsos de la recta conciencia, no necesitaría de otro legislador; pero no siendo esto así, le es necesario sacrificar una parte de su propiedad para proveer a la seguridad y protección de las otras, siguiendo el dictamen de la prudencia, que le aconseja en este caso escoger de dos males el menor. Por tanto, siendo la seguridad el verdadero objeto y fin de los gobiernos, es consecuencia clara que será preferible a todas, aquella forma de gobierno que pueda garantizarnos tan inapreciable bien, con el menor gravamen posible.

Para adquirir una clara y exacta idea del objeto del gobierno, supongamos un pequeño número de personas establecidas en un lugar apartado y desprendido del resto de la tierra; ellas representarán entonces a los primeros pobladores de un país, o del mundo. En este estado de natural libertad, la sociedad será su primer pensamiento; mil motivos inducirán a ello: las fuerzas de un hombre son tan desiguales a sus necesidades, y su espíritu tan incapaz de una perpetua soledad, que muy pronto se verá obligado a solicitar la asistencia y ayuda de otro que recíprocamente necesitará lo mismo de él, en igualdad de circunstancias. Cuatro o cinco individuos así reunidos podrán edificar una mediana choza en medio de un desierto; pero un hombre solo emplearía casi toda su vida en esta faena: cuando éste ya hubiese cortado la madera, no podría levantarla, ni transportarla a su antojo; el hambre entretanto le obligaría a dejar su trabajo, y sus diversas necesidades les llamarían a diferentes tareas. Las enfermedades y las desgracias serían para él todas mortales; porque, aunque ni unas ni otras fuesen graves en realidad, le inhabilitarían con todo para vivir, y le reducirían a un estado, que más bien se puede llamar de muerte que de vida. La necesidad, pues, reuniría en sociedad a estos primeros pobladores, los que permaneciendo siempre fieles a la virtud y a la justicia, vivirían felices sin el apoyo del gobierno, haciendo inútiles las obligaciones de la ley. Pero como la perfección solo se encuentra en el cielo, y los hombres son tan propensos al vicio, resultaría inevitablemente que a medida que fuesen superando las dificultades de la naturaleza, objeto de su unión, se irían desentendiendo de sus deberes, y relajando los vínculos de recíproca benevolencia, hasta hallarse en la necesidad de establecer una forma de gobierno, que supliese el defecto de virtudes morales.

Un árbol les serviría de casa consistorial, bajo cuyas ramas podría juntarse la población entera para deliberar sobre los asuntos públicos. Es más que probable que sus primeras leyes tuviesen solamente el título de reglamentos, y que la única pena de su infracción sería la del descrédito público. En este primer parlamento todos los hombres tendrían asiento por derecho natural.

Pero a medida que la sociedad fuese prosperando, los negocios públicos se irían aumentando igualmente: los miembros de la comunidad se separarían con el aumento de la población; y la distancia sería un obstáculo para que en todas circunstancias se juntasen todos ellos como al principio, cuando su número era más pequeño, sus habitaciones más vecinas y sus negocios públicos de corta entidad. Entonces se conocería la ventaja de consentir en que la parte legislativa fuese dirigida por un número de individuos escogidos en todo el cuerpo, los cuales tuviesen el mismo interés que los restantes, y obrasen del mismo modo que obraría el cuerpo todo, si estuviese presente. Continuando el aumento de la población, sería necesario aumentar también el número de representantes, y para bien atender al interés de cada parte de la comunidad, se haría indispensable dividir el todo en partes proporcionales, encomendando a cada representante un número competente: la prudencia indicaría igualmente la necesidad de hacer frecuentes elecciones, a fin de que los elegidos nunca pudiesen tener un interés diferente del de los electores; pues de este modo, pudiendo aquellos volver a entrar en la clase de estos, serían fieles al público por la imposibilidad de perpetuarse en el mando; y como esta frecuente permuta debe establecer un interés igual entre todas las partes de la comunidad, estas se sostendrían mutua y recíprocamente unidas.”

Queda de este modo establecido el origen natural de la sociedad y la necesidad, por motivos de organización de la misma, de un gobierno que la regule. Cuanto más grande sea la sociedad más fácil será perder de vista estos principios y fundamentos llegando, como apuntábamos al comenzar esta reflexión, a una total ignorancia de los mismos y una desafección de su significado. Fenómeno fácilmente apreciable cuando se visita un pueblo o una ciudad, donde la interdependencia parece no existir. En un ambiente como el segundo, la ciudad, es común observar cómo los individuos se encierran en sí mismos, pues la relación de interdependencia parece no existir en absoluto. Motivo por el cual los asuntos públicos, lo político, se convierten en algo abstracto que no atañe ya a los miembros de la sociedad que delegan completamente al gobierno (Estado) todo asunto que no sea de decisión personal.

Esta desafección de lo político favorece la dominación de los individuos que han perdido toda idea de lo que la sociedad y los asuntos públicos significan para sus intereses. A menor comprensión de lo que la sociedad es y de lo que el individuo tiene en común con los otros individuos, más fácil es mantener la obediencia. Obediencia que se basa, bien en el miedo a la fuerza que el Estado puede ejercer y que es propia de las dictaduras; bien en la mentira que mediante el engaño consigue la obediencia dócil y que es propia de las oligarquías (caso de España hoy) y por último la libertad que es propia de la Democracia Formal o Representativa donde son los individuos, a través de los mecanismos que ofrece dicha forma de gobierno, pueden ejerciendo esa libertad, participar en la elaboración de las leyes que han de cumplir, la elección y revocación de la sociedad política que ejercerá de manera temporal su función de gobierno.

Hoy, sin embargo, se vive en una sociedad donde el individuo está totalmente impedido de toda participación y control del gobierno. Es esta situación, como ha quedado desarrollado en esta reflexión, algo del todo antinatural y que produce en los individuos todo tipo de constricciones en lo que, en su estado natural, sería una asociación necesaria, natural y ventajosa. Vivir en tal sociedad, en la que no podemos participar de forma activa, hace de los individuos seres pasivos y desorientados que sufren consecuencias de las que desconocen sus causas.

Siendo la vida en sociedad una renuncia a ejercer nuestro libre albedrío a cambio de supervivencia, progreso y seguridad cabe preguntarse dónde queda la libertad del individuo. Es la libertad de poder participar de manera voluntaria en la misma y en igualdad de derechos y oportunidades con los demás miembros de esa sociedad, en los asuntos que a todos conciernen, la clave para saber si se goza de libertad o por el contrario se es simplemente un siervo de otra parte de la sociedad, la parte que la gobierna y dirige.

Resulta evidente que sin representación política no puede haber libertad y este es el caso de España hoy. Pero siendo forzosamente miembro de una sociedad sin libertad, aún se puede ser libre y vivir esa libertad. La única forma de experimentar esa libertad es mediante la acción de procurarla para todos los demás miembros de dicha sociedad. Tal y como Spinoza define la libertad en un mundo determinado por la sucesión de causas y consecuencias, es la razón (el descubrimiento de esas causas) lo que nos deja espacio para actuar y actuar es, por tanto, ser libre. Siendo la libertad política Colectiva la que garantiza a cada individuo de una sociedad la capacidad de participar y actuar dentro de la misma, queda claro que, si se desea una sociedad digna, esta ha de ser irremediablemente una sociedad libre.

El título de esta reflexión “Sociedad Desorientada” quiere hacer reflexionar al lector sobre la sociedad en la que vive y sobre la interdependencia de todos sus miembros. La necesidad de revertir la realidad de servidumbre en la que se encuentra y que constituye una forma no natural de asociación. Una reflexión que ha de conducir a la razón (la comprensión de las causas) y necesariamente a la acción que corrija este anormal modo de convivencia.

Para transformar la actual situación es imprescindible que sea el individuo el que experimente el cambio en primer lugar. Ser libre primero para poder luchar por la libertad, libre de actuar para procurar que toda la sociedad sea libre. Una empresa de inigualable valor que requerirá de sabiduría y audacia. Así pues y citando a Antonio Gramsci:

“Instrúyanse, porque necesitaremos toda nuestra inteligencia.

Conmuévanse, porque necesitamos todo nuestro entusiasmo.

Organícense, porque necesitaremos de toda nuestra fuerza.”

 

También en el Número de agosto de 2023 de la Revista Libertad Política.

Artículo elaborado por Daniel Prieto, julio de 2023.

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