La sociedad perdida. Capítulo I. Sobre la cobardía 

 

Puesto que la política solo puede existir cuando hay una lucha real por alcanzar el poder, que está sujeta al natural disenso entre ideas opuestas irreconciliables dentro de la sociedad para llevarlas al Estado y poder gobernar en virtud de la más victoriosa o predominante, es un error asumir que existe algún tipo de oposición política verdadera cuando el repertorio del sufragio sólo se puede encontrar dentro del Estado en un Régimen que impone a los partidos una legalidad arbitraria, esto es, es posible participar en la política solo para aquellas agrupaciones que están dispuestas a pensar de igual forma, de manera unitaria, aceptando sin ninguna objeción el consenso político, que es precisamente el arma destructora de la política como tal y es la sangre y valor principal de las oligarquías. Hoy la política en España está capada debido a esa legalidad partidista que exige el propio Régimen, y con ella, la posibilidad de una oposición política que, originada desde la sociedad civil, se interponga al pensamiento y al sentir unitario de la actual oligarquía de partidos que hay dentro del Estado.  

La tradicional costumbre de servir voluntariamente al poder heredada de la Dictadura, patrocinada por el miedo pánico de los españoles a todo lo que es política, el pueblo español se encuentra hoy de la misma forma y de igual manera que en la Dictadura del General Franco, sometido absolutamente a un poder incontrolado al margen totalmente de las decisiones de la Corte, a la vez que despreocupado por ello, arrumbado por el despotismo y la tiranía del poder oligárquico establecido desde la transacción política de un régimen a otro; antes se frenaba cualquier conato de oposición mediante la fuerza, hoy mediante el consenso, siendo la confusión y la corrupción institucional de toda la clase dominante el factor que diferencia un régimen de otro. Todo lo demás, hasta la demagogia de Franco, y tanto lo que atañe a la moral pública y las estructuras institucionales, sigue absolutamente intacto. Recuerdo que no hubo “ruptura”, sino una Reforma política, es decir, una continuación de la Dictadura por otros medios.  

La respuesta del pueblo español tras más de cuarenta años de saqueo, humillación y de corrupción es extraordinariamente nula. Igual que sucedía en la Dictadura, donde el Dictador no encontró oposición hasta morir en la cama. Llegamos al siglo XXI en una forma de gobierno que se basa exclusivamente en el abuso de poder, la mentira y que se sostiene esencialmente por la corrupción, y los españoles no son capaces de organizarse en contra de lo establecido, al menos en sus comunidades vecinales, debido como digo al miedo pánico que persiste en los corazones y la memoria al no haber roto con su pasado. Sumisos y pasivos, el espectáculo se traza como ver dar bofetadas a un muerto que nunca se va a levantar para defenderse.  

 

 

En este apartado del primer capítulo sobre la sociedad perdida quiero tratar de hacer una reflexión sobre una característica, me atrevo a decir que casi innata, de la sociedad española, me refiero a la cobardía y el temor que la atrapa ante las expectativas públicas y políticas. No sólo lo podemos apreciar en el rechazo, casi inconsciente, que surge generalmente al entablar una conversación sobre estos temas, que sería una práctica de lo más natural y lo más normal en una sociedad limpia moralmente y sin temores, cuando se expone la realidad palpable de lo que se vive y todos ven. Es insoportable para cualquier adepto al Régimen actual, como lo era en otras ocasiones para los acérrimos a la Dictadura, cuando se delata la Gran mentira en la que viven millones de españoles pensando y viviendo “como si” hubiera Libertad o “como si” hubiera democracia. Se produce una verdadera irritación cuando se denuncia la participación en esa ficción política del “como si” que, para cualquier persona fiel y sincera a sí mismo, solo se podría catalogar como irracional, anormal y desvergonzada; crea verdadero ardor reprochar el hecho de no hacer nada para remediar o poner fin a este despropósito político latente cada vez más, y ese remedio sólo puede venir de la mano de la “NO participación” en las urnas que produzca la apertura de un período de libertad Constituyente para todos los españoles.  

Soy consciente de que sería un tema, a la vez que complicado, extenso, para desarrollar en varios párrafos del presente artículo, el grado de cobardía de los súbditos españoles, pero trato siempre de ser lo más claro y simple dentro de mi humilde elocuencia cuando de lo que se trata es de hablar y entender sobre temas públicos y políticos siempre tan engorrosos y arduos de lidiar. Es normal que de la cobardía se pase casi directamente a la indiferencia por estos temas, porque muchos españoles se les hace todo incomprensible y pesado verdaderamente cuando siguen las consignas y el diccionario político oficial vigente, que no puede llevar a ninguna otra parte que no sea a la confusión y al desvarío mental, en el sentido intelectual, con lo cual a la ignorancia y al pirronismo moral. Este efecto de indiferencia a temas públicos y políticos me gustaría tratarlo y desarrollarlo en otros artículos más detenidamente ya que está muy demasiado extendido, porque son las consecuencias de esa gran confusión en el lenguaje que mantiene vivo al Régimen. Cada vez son más las personas desinteresadas y que no creen en los asuntos que a todos nos atañen, que son los públicos o políticos.  

Lo que sí se puede hacer, a bote pronto, es atender y señalar el origen y las causas del miedo, decir porqué está presente ese absurdo temor a todo lo que es política y seguir unas pautas o directrices para que, al menos, seamos conscientes de ello y de esta manera inspire en el lector una mínima reflexión. Es evidente y natural que el hecho de que hoy el miedo aparezca de manera generalizada entre los individuos en todo lo que atiende a los asuntos políticos, públicos y sociales, no es algo que haya surgido de la noche a la mañana, ni siquiera de los fracasos, golpes y penas sinfín y sin cuento que a lo largo de estas más de cuatro últimas décadas de Régimen de partidos se han llevado los españoles sin que nadie haya movido un dedo por ello. En nuestras espaldas consta la experiencia de miles y miles de casos intolerables en una sociedad decente y digna, vividos en la vida misma de cada uno, y que aquí, en España, anormalmente se dan por normales. Esa actitud pasiva y servil viene naturalmente de hace bastante más, y viene marcada por décadas y generaciones enteras de represión, fruto de una Dictadura que, precisamente, fue el terror uno de los pilares para que durara lo que duró, nada más y nada menos que alrededor de cuarenta años. O bien prestamos atención a realidades y hechos que son, existen y que se pueden señalar o mostrar, o de lo contrario, como exactamente sucede, se tiene que mirar para otro lado por vergüenza y con la más cruda de las soberbias para no aceptar el peso de la realidad. Creo que esto último es más lo que realmente sucede. Resignación pura y dura.

 

  

Tras el miedo, subyace la convivencia con la falta de interés por conocer y saber, de acercarse a una realidad que sea, por su coherencia y sus evidencias, homogénea en la conciencia pública si se atiende a su forma de manera descriptiva para todos, como método natural para el avance y la prosperidad como sociedad, esto es, el rechazo radical a las creencias, composiciones de lugar personales o tópicos recalcitrantes y absurdos que dan lugar a un grado de escepticismo incauto y que hace que cualquier mente termine sedada, psicótica o crispada. La verdad desaparece, todo se vuelve opinión y el criterio y la razón quedan en manos solo del que lo tiene, sin posibilidad de entendimiento ninguno con ningún sujeto cuando de lo que se trata es únicamente de describir algo que tenemos delante, como son precisamente los asuntos públicos. Ahí la verdad es la misma para todos, no es ni puede ser relativa. Este artículo pretende entender ese miedo generalizado en la sociedad como una carencia de valores públicos ya que no sale de la comodidad mental y moral evitando enfrentarse con la verdad social, además de manera consciente, comodidad que va arraigada y a la par en convivencia con esa ficción sociopolítica del “como si” en la que se está viviendo. Vemos, pues, que sucede una evasión consciente del individuo de todo lo que sea el interés o la voluntad de estudiar y reflexionar para poder entender.   

Para poner fin a este artículo sobre “el miedo” de los españoles a todo lo que es público y a la política, que pretendo extender en otros posteriores de la saga “la sociedad perdida”, quiero dejar una pequeña reflexión al lector. Y creo que, el hecho de que exista el miedo en una sociedad ante dictaduras criminales y opresoras me parecería normal, de hecho, en España existe la experiencia de ello, en todo caso, la sociedad tendría que defenderse de igual manera, o, por el contrario, someterse voluntariamente al poder, como sucedió cuando dos tercios de la población española en la Dictadura, que a la hora de participar en las urnas legitimaba el poder del Dictador. Eso mismo, exactamente de igual forma, sucede hoy en esas mismas urnas sin posibilidad de elección y en ausencia por consiguiente de democracia, legitimando el poder del Estado de partidos como forma de gobierno mediante la participación y la ratificación de listas asociadas a organismos estatales que son los partidos, órganos del Estado que componen en cuotas su poder dentro del mismo Estado. Dejo aquí varias cuestiones sobre el miedo que veremos más adelante en otros capítulos, por ejemplo: ¿A qué es lo que se tiene miedo en una sociedad aparentemente libre?, ¿existe el miedo en la clase estatal?, ¿hay miedo al cambio de forma política? ¿de dónde proviene el miedo? 

  

 Art. redactado por Antonio HR, sábado 27 de febrero de 2021

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *