“Deja de servir y serás libre” (Etienne de La Boétie) 

 

El “ciudadano de bien”  

 

Hay en España, una vieja y arraigada tradición y costumbre que dice, que los “españoles de Ley” son los “españoles de bien”, que la relación natural que debe existir entre los gobernados y los gobernantes, es decir, mandantes los primeros y mandatarios los segundos al servicio de los primeros, esta citada costumbre, hace que esta relación se convierta en temor y miedo de los gobernados a las autoridades gobernantes cuando se habla sobre política o sobre los asuntos públicos, cuando se recurre a los agentes de la autoridad o cuando los temas de “ley” implican a lo personal. Esa tradición dice que, el deber es agachar la cabeza y que venga los golpes por donde sea, obedecer, obedecer y obedecer, aunque la obediencia sea motivo de ruina, de humillación o de vergüenza, y el que no obedece, será rechazado y tachado radicalmente por el resto de convecinos como “malinquente”, el que no encaja, el “malo” y otros eufemismos tan comunes últimamente como el de “negacionista”. No sabría decir desde cuando exactamente sucede esta realidad que todos podemos reconocer, pero si diera para atrás, digo, que el miedo-pánico a lo político que transpiran los españoles por sus poros, que los hace ser un pueblo de los más gobernables, junto con los alemanes y los japoneses, y acomplejado de su pasado, gregario, dócil y servil per se, parte de manera recalcitrante principalmente de su Guerra Civil y se desarrolla en los próximos cuarenta años de dictadura. Que me remonte a la Guerra Civil, tiene también otra razón lógica para poder explicar que, no solo es el miedo a lo político el resultado de los acontecimientos guerra civilistas y posteriormente el sometimiento en la dictadura, sino que, esta, es el origen del carácter temeroso, a la vez que una actitud desmoralizada y acomplejada junto con la afinidad de la corrupción moral que se curte en el pueblo español hasta día de hoy. Hablo de un estado de depresión profunda de toda la sociedad española.

 

 

La explicación es muy sencilla y la podemos reconocer todos, y es que, los españoles, llevan largo tiempo obligados a esconder o tapar su verdadera realidad pública y personal para poder encajar con el prototipo de “español de bien” anteriormente citado, y eso ocurre por el miedo que siembra la represión de la dictadura por la fuerza. ¿Por qué cuento todo esto ahora? Cuando hoy, en pleno siglo XXI, los españoles siguen teniendo la misma docilidad y el mismo temor a lo político que en tiempos dictatoriales, e incluso más, la pregunta pertinente es que ¿Cómo es posible que, tras decenas de años que han pasado desde la dictadura, ese miedo y ese pavor a lo político siga más vivo que nunca? Lo diré, esa costumbre y tradición, se ha incrustado en los genes de las generaciones que precedieron a la Guerra Civil, y hoy, la sociedad española, vive sin espíritu idealista y sin valores tras los acontecimientos bélicos donde se aniquilaron todos esos valores, inteligencia, idealismo, honor y valentía; hoy la sociedad española no da una peseta por ella misma, nadie confía en nadie, no hay lealtad a nada, habiendo desaparecido el honor, habiendo desaparecido los valores y la dignidad, lo único que le queda al pueblo español entonces, tras comenzar la aventura de la partitocracia, es apuntarse a lo que vemos: a la mentira, la hipocresía, a la apariencia, al dinero, a la corrupción, al disfrute de los bienes y placeres, al carro del oportunismo, y también al permanente fracaso.

Lo que me inspira a ser un escollo entre esta lamentable y terca realidad y lo que se entiende hoy por “buen ciudadano”, es la ignorancia, la insensatez, lo ridículo y la hipocresía que supone, pretender dar ejemplo de “buen ciudadano” y a la vez, atender y obedecer leyes que provienen de un fraude y una mentira, que son todas fraudulentas, nulas de pleno Derecho y que permiten y legalizan la corrupción de quien las dicta, el que esté de turno, como viene sucediendo en España justo después de la dictadura ¿esas son las leyes que obedece el “ciudadano de bien”? Si las leyes son medidas de protección y derechos sancionados en favor de los intereses de los habitantes de una nación determinada, y atendiendo a la realidad de que ningún medio o intelectual se atreve a decirlo ni denunciarlo, si nos vamos a los resultados que todos estamos viendo, entonces, es a la corrupción y la mentira a lo que están obedeciendo hoy la mayoría de españoles. Y lo obedecen como he dicho anteriormente, unos por cobardía y otros por ignorancia, por no mentar la indiferencia a todo lo relacionado con el asunto político, algo también anormal, ya que, lo político, como dice su significado etimológico, es “lo que a todos nos atañe”, y el que diga que nada le importa o miente o es un pobre imbécil sin ningún valor de nada

¿Son leyes acaso, que se dictan en favor de los intereses del pueblo gobernado, o a favor de partidos que se hacen ricos a costa de esas mismas leyes? Lo incuestionable es, que cuando no hay democracia, cuando hay una oligocracia u oligarquía de jefes de partido en el Estado, como sucede hoy y desde 1978 en España, la ley la hace el que gobierna, como sucedía exacta y precisamente en la dictadura, no digamos quien elige a los jueces, es decir, no ha cambiado nada en la estructura política de un Régimen a otro, y eso, una mayoría de españoles lo llaman democracia ¿Por qué quieren los españoles vivir engañados y vivir engañando a sus familias? Lo diré, se llama irresponsabilidad cívica y complejo moral de haber participado en tal magnitud de fraude, hecho que llama otra vez a la cobardía y la hipocresía, que implicaría aceptar y dar la cara para reconocerlo, en este caso ya se hubiera hecho un buen ejercicio de limpieza de la moral y sería un gran paso para continuar, al menos limpio. Si el que hace la ley es el mismo que la tiene que ejecutar, el tonto más tonto del barrio se dará cuenta de que lo hará, no en favor de los habitantes, sino en favor suyo o en favor para los pactos de reparto de cargos, poderes o riquezas con la oligarquía que lo acompaña y lo sostiene, otros lo llaman consenso, y otros, por darle color este asunto indigno e ignominioso, lo llaman reconciliación y concordia ¿os suena verdad? Entonces y por pura dignidad de uno mismo. Aunque reconozco que la verdad de los españoles, la de hoy y la que transcurre en la dictadura y en el cambio de un Régimen a otro es bastante triste y penosa, ¿Por qué no hacemos un ejercicio de responsabilidad cívica y también personal empezando por cada uno de nosotros, a dedicarnos a buscar la verdad, señalando lo que verdaderamente nos ha traído hasta aquí?

Verdad que existe y es real, se puede ver y contemplar y de hecho en el rostro pega al querer uno asomarse para verla, tan real es, al igual de real que se contempla en primera persona los resultados de tal recalcitrante tradición de miedo y obediencia irracional de la que he empezado hablando. Atiendo a la causa de esta realidad directamente, y me voy a las formas de gobierno autoritarias que han impuesto a los españoles en las últimas décadas, y que ellos han aceptado con gran docilidad, que son las causantes de los mismos hechos que aquí menciono; tan reales como las injusticias, la humillación, el vasallaje, la mentira y la corrupción; es tal así de real la verdad ¿Dónde está la verdad?, muy sencillo, en la Libertad Colectiva de los españoles que decidan quién y cómo se les gobierna. Fácil pues de entender, ahí se puede ya hablar de la verdad, empezando por la Libertad, principio realizable, que lleva inherentemente consigo la verdad; esa la verdad la sabremos ¿cuándo? cuando los españoles conquisten su Libertad, y así, se vean los verdaderos resultados de las decisiones de los españoles; hoy, nadie elige ni decide nada en la urna, por eso, cada uno puede decir de ser de izquierdas o de derechas, todo es falso y mentira ¿qué tal si dejamos a la Libertad que nos diga quién es quién? Yo me interpongo, de la mano de esa Libertad colectiva y como rechazo y escollo a esa tradicional docilidad, servidumbre y miedo de los españoles, entre el ridículo y recalcitrante “ciudadano de bien” actual y los resultados a la vista, corrupción y crimen de Estado, para participar con estos escritos en el concurso de la responsabilidad, voluntad y afán de aquellas personas que, por dignidad y por respeto a las generaciones venideras de nuestra patria, se adentren en el complejo y difícil cometido de construir unos principios y valores nuevos de convivencia, constituyendo unas instituciones limpias y controladas por los ciudadanos verdaderamente responsables. Aquellos que quieran romper con el pasado y el presente y fuercen abrir un periodo de Libertad Constituyente que abra las puertas a los españoles para que, en Libertad política, controlen a los que ellos mismos han elegido para hacer, modificar y ejecutar las leyes, que sean los españoles los que decidan y controlen sus asuntos públicos y a quién y qué leyes deben obedecer.  Una gran parte de los españoles que obedecen las leyes, se someten a la corrupción y son tan corruptos como los corruptores, porque los votan y porque los obedecen.

 

 

El “ciudadano de bien” del que todos hemos oído hablar, es un monigote que, o es un ignorante, o es un cobarde o es un bufón de la corte en acompaña del fraude, de la mentira y que vota a la corrupción. Aunque aquí no lo censuraré, pero si lo pondré en evidencia; su actitud temerosa, que le hace ser en ocasiones apuradas un ser peligroso para otros, de este personaje típico en España, son costumbre la soberbia y el afán de ambición poco caritativo, o los celos y envidias con sus semejantes; y porque estos son defectos humanos, los quiero dejar pasar porque, por la naturaleza de estos, no creo que de ellos puedan librarse. Son asuntos de los que nadie quiere ser el punto de mira entre los vecinos, y el “ciudadano de bien”, pretendiendo condenar estos mismos actos en su convecino, son los primeros que se dejan llevar por desordenadas pasiones. El “ciudadano de bien”, que disfraza su espíritu temeroso, soberbio y enervado moralmente, porque sabe que el mismo está participando en la corrupción y el fraude, que todo está podrido, en cambio, con el pretexto del bienestar público y de dar buena apariencia para él y su familia, hace sagrada la observancia de unas leyes fraudulentas que a él mismo lo perjudican. Estimo que nadie debe de vivir así, engañándose a sí mismo y engañando a sus familiares y amigos.

 

Antonio HR, domingo 10 de julio de 2022.

Un comentario de “El “ciudadano de bien”

  1. Daniel Prieto dice:

    Buen resumen de la situación moral de la sociedad española. Necesitamos una revolución en lo personal para llegar a una conquista tan necesaria como la Libertad Colectiva. Seguiremos trabajando en ello pues no hay otro camino.

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