En la imagen, “El incendio de Troya”. Museo Nacional del Prado, óleo sobre lienzo fechado posiblemente antes de 1634; atribuido a un pintor poco conocido, Francisco Collantes, que pudo haber trabajado en la Corte madrileña en el círculo de hombres ilustres como Palomino o Carducho.
“Quebrantados por la guerra y contrariados por el destino en tantos años ya pasados, los caudillos de los griegos construyen, bajo la divina inspiración de Palas, un caballo tan grande como una montaña, cuyos costados forman con tablas de abeto bien ajustadas”.
(P. Virgilio, Eneida, según edición y traducción de A. Cuatrecasas. Austral 2012).
La sociedad perdida. Cap. IX. A propósito de la cerrazón, la cobardía y la mala conciencia de la sociedad española que vota
No es por error ni equivocación, ni tampoco por inofensiva ilusión, ni mucho menos por lógica si se excluye el oportunismo de muchos, que ustedes, los que votan y participan en las cuestiones políticas, como aquel que acude a votar a facciones del Estado, se apunta a un partido o quiere participar de una u otra forma en los asuntos públicos con el afán y ansia de cambiarlo todo, sufren una enfermedad relativa a la rabia o la ira, que tienen mucho más que ver con los síntomas característicos de la esquizofrenia, lo que sucede es que tienen el cerebro totalmente triturado; y es normal, porque son los efectos del consenso político que ustedes tienen la voluntad, o cerrazón y ofuscación mejor dicho, de acatar. Un mal especialmente contagioso que ha atravesado generaciones enteras y que tiene origen en el período dictatorial, consistente especialmente en el miedo a lo público o político, erigido en la educación y la conducta social bajo el poder autoritario, hoy sujeto al consenso entre las facciones del Estado, y que ocasiona en la comunidad vigilancia y desconfiada al vecino haciendo a cada uno policía de todos; de esa naturaleza y hábitat son la mentira y la envidia, la antipatía y la inquina, que, generalmente, suelen terminar en el complejo que directamente deriva en la calumnia y la difamación u otras “habladurías”. Esto les sonará a muchos, o, mejor dicho, a todos. Este es el modelo de vida social en España que hoy se conoce.
Después de que el poder haya estrujado los cerebros, de haberlos sometido a la coacción y la mentira, de haber humillado durante generaciones enteras inyectando desde las escuelas ignorancia y adoctrinamiento y eso se acepte con toda naturalidad; después de que haya sido el Estado el que interfiera en la natural educación familiar de los niños, barbarie animada por la aquiescencia del profesorado y que hace culpables a todo ese sector, hoy sumido en la putrefacción natural del propio Régimen y de la que todos somos testigos, no hay un español, ni siquiera intelectual, que tenga el valor y la dignidad de decir la verdad. Los españoles están imbuidos y atragantados con el consenso político de la ideología de la socialdemocracia. Son garantes de la nada moral y testigos como culpables de la absoluta corrupción.
Después de que el poder ha hecho creer al individuo de “a pie” que la corrupción sistemática es normal en política, o que “los políticos son corruptos”, en pleno siglo XXI, la sociedad española se ve incapaz de decir o mirar a la verdad de manera responsable para poder constituir unas instituciones que puedan controlar dicha corrupción, verdad de la que todos somos y hemos sido testigos pero que nadie se atreve por nada del mundo decir, que es la ausencia de Libertad Política y Democracia, y es que, los españoles han vivido engañados toda la vida, ese ladrillo hay que tragarlo, se derrumba el ego personal y aparece la verdad, la vergüenza pública, que hoy no hay; eso hay que tragar, que se han equivocado, que están equivocados y que se han criado y crecido a generaciones enteras en la recalcitrante costumbre de la servidumbre, de la mentira y de la inmoralidad. Es difícil aceptar tal empresa, pero no imposible, hay personas que lo hemos aceptado ya y lo decimos, como estoy haciendo yo aquí ahora mismo. Es decir, no se puede salir del leganal donde está sumida la sociedad española sin previamente, individualmente, no se ha hecho un ejercicio en conciencia de reconocimiento de la realidad pública, esto es, de aceptar la verdad y decirla, objetiva y desapasionadamente, sin ningún tipo de prejuicios, obcecación ni romanticismos ideológicos u opiniones personales.
Aquel que se percate y se dé cuenta de esto, puede poner remedio, está a tiempo, puede decirlo también y ser ejemplo, sin complejo. Y todo, por no transigir ante un ridículo reconocimiento, de hacer el mínimo ejercicio de acatar la única realidad social que todos podemos apreciar para poder poner remedios lógicos y viables. La sociedad española vive desde hace cuarenta y cinco años en una mentira y un fraude público. El negarse a asumir una responsabilidad pública de tal calado por cerrazón, por desconfianza o por fanatismo ideológico, provoca con el tiempo la irritación y el complejo interior, una cólera depresiva con uno mismo que termina por ser una verdadera enfermedad, como decía al principio. Termina en las urnas de la corrupción y la desesperación, ahí termina.
Y es que, ese es el peso que tiene la verdad, motor de la Libertad y la Democracia, que es la misma para todos, y las consecuencias de querer vivir en la mentira teniendo la verdad delante. No es casualidad que, en términos públicos, y hasta en lo personal, ya todo sea insoportable. Es como la expiración súbita que provoca la voluntad del suicida, es un hecho. Un hecho que se trata básicamente de valor y sensatez, de cordura, pero que la cerrazón, la soberbia y el grado de imbecilidad, del que se ha hecho la sociedad española garante, que crea el complejo del que anteriormente hablé, priva a los españoles de todo afán por la libertad, de todo orgullo y de toda moralidad; por eso hoy, se presume de libertad, de orgullo y de moralidad, valores y principios que en realidad no existen en España desde hace muchos años, que las generaciones actuales no saben ni sabrán de ellos: “dime de qué presumes y te diré de qué careces”. Y de ahí, de todo esto que acabo de escribir, deviene el cinismo generalizado, por consiguiente, la desconfianza y la incredulidad en todo. Los que pretenden ser responsables e íntegros votando o participando en las cuestiones públicas de este Régimen manifiestan su culpabilidad en la corrupción y su complicidad con la mentira, no es casualidad, es que es donde se han educado y donde han crecido.
La incauta costumbre de creer saber en las aguas de la ignorancia poniendo de escudo la opinión personal para evadir responsabilidades; la apariencia de “hombre de ley” cuando las leyes son las que legalizan la corrupción de Estado; la cerrazón u ofuscación que traen la locura y la cobardía del que no se atreve a decir la verdad para terminar impotente, con la crueldad que eso implica, son algunas de las conductas sociales evidentes que son producto de la constante demagogia y la mentira del poder arbitrario y abusivo y que, tras décadas conviviendo con ellas, muestran hoy sus caras más notables y sobresalientes entre los españoles.
No “hemos ido hacia adelante”, todo lo contrario; ha avanzado la tecnología, los artilugios y utensilios, herramientas, comodidad y ocio los españoles son los primeros, los Midas del tiempo libre, ese tiempo donde muchos dicen que “hay que hacer muchas cosas” para poder presumir y decir que se ha vivido plenamente; pero, en lo esencial, en la vida social, en la vida en común, en la vecindad, en cómo se concibe la vida pública, en los valores y principios, no es que la sociedad española esté atrasada, es que cada día y minuto que pasa en este Régimen marcha hacia atrás, hasta tal punto de que, en épocas antiguas y remotas, tenían y sabían lo que era el valor, la integridad y la dignidad, existía la esperanza aunque sólo fuera en virtud de la fe en una Providencia Divina, el espíritu era limpio, y era limpio porque se decía la verdad y se vivía con ella, existía algo llamado honor; hoy eso solo se puede ver en las puras películas de ficción, algo que hoy evidentemente se desconoce y se ignora en la vida real; hasta la medicina está contaminada y las modas son penosas, destructivas y lamentables; eso no es que sea que el futuro tenga que ser así, eso es que todo está absolutamente degenerado. Lo normal en España es, o ser un pobre imbécil o estar trastornado, de no ser así, sucede que, cualquier persona que piense un poco, probablemente difiera y sea motivo de discordia con su igual en cualquier cuestión que trate de hablar o decir la verdad.
Este ejercicio descriptivo, que no es ninguna opinión, sino que describo lo que mis ojos pueden ver y que está a la vista de cualquiera, como son los asuntos públicos, manifiesta mi afán y mi esfuerzo por destruir esa barrera, casi infranqueable, del miedo, de la ofuscación y de la incredulidad de los españoles, que viven con la rabia y la espina de saber que les han engañado toda su vida pero que, ridículamente, no se atreven a decirlo, lo guardan o lo ocultan, tienen miedo. Pero en cambio, cuando uno vota, sabe muy bien que vota a ladrones, ya no hay ignorancia ni ingenuidad, se sabe y se sabe muy bien cuando uno va a la urna, con la excusa de tal o de cual, el que va, va a corromperse, para ser igual de sinvergüenzas como la clase estatal a la que vota y apoya en la urna; ahí no hay pena ninguna, y mucho menos gloria, ya que, desgraciadamente, cada vez todo está más muerto debido a todo lo que acabo de escribir aquí.
Cualquier sociedad que rechace o se aparte del principio político fundamental de la Libertad Colectiva, está condenada a la muerte en vida.
Artículo de Antonio HR, lunes 3 de julio de 2023.
Uno de tus mejores análisis sociológicos.